Barco a la deriva: sobre las pol¨ªticas art¨ªsticas del PP
La cultura es a menudo una palabra usada entre la clase pol¨ªtica como sin¨®nimo de todas las bondades. Sin embargo, en muchas ocasiones ser¨ªa preferible que se enarbolase menos como un simple t¨¦rmino altisonante o un cascar¨®n vac¨ªo y se materialice, en cambio, en estrategias pol¨ªticas rigurosas. En lo concerniente al Pa¨ªs Valenciano, y en lo tocante a las pol¨ªticas culturales que ejercen los poderes p¨²blicos, no parece exagerado afirmar que vivimos tiempos de penuria, de preocupante conformismo y de raleza intelectual.
Voy a tomar como ejemplo la realidad actual de la ciudad de Valencia de la que un pol¨ªtico del Partido Popular, Manuel Taranc¨®n, lleg¨® a decir que desbancar¨ªa a Madrid y Barcelona. ?Nunca la distancia hab¨ªa sido mayor!
"?Se define el inter¨¦s del museo por el envoltorio o por la consistencia de su contribuci¨®n al arte?"
"Se percibe la ausencia de profesionales y conocedores de las pr¨¢cticas art¨ªsticas"
Empezar¨¦, en primer lugar, por el ¨¢mbito municipal. Y aviso de que voy a articular esta tentativa de disecci¨®n en el terreno art¨ªstico. De ese modo, si se analiza la pol¨ªtica cultural plasmada en las exposiciones de arte, pronto se podr¨¢ llegar a la conclusi¨®n de que los criterios que manejan los responsables del municipio carecen de los m¨ªnimos requeridos para llevar a cabo un trabajo serio. Sobre todo por la inexistencia, por parte de los gestores culturales, de un conocimiento pormenorizado de lo que conlleva cualquier manifestaci¨®n de calado art¨ªstico. Las carencias no estriban en la falta de infraestructuras, pues al menos desde 1982, con la llegada al gobierno de los socialistas, se fue construyendo una red aceptable de centros o museos. El problema radica en qu¨¦ hacer y c¨®mo administrar dicha red. En particular cuando es harto notorio que la mayor¨ªa de los espacios gestionados por el Ajuntament de Val¨¨ncia se usan como simples recipientes, contenedores en donde se vuelca un proyecto cultural err¨¢tico, incoherente y provinciano. Y ah¨ª es donde se percibe la ausencia de profesionales y conocedores de las pr¨¢cticas art¨ªsticas especialmente en el espectro de la contemporaneidad. En ese sentido, si bien alg¨²n centro como el Museu de la Ciutat no ofrece un espacio adaptado a las exigencias expositivas contempor¨¢neas (am¨¦n de un programa mediocre), otros, que si deparan mayores posibilidades, lucen una programaci¨®n de aluvi¨®n constituida por dispares propuestas procedentes de distintos sectores y de fundaciones privadas, que resulta totalmente disparatada y que delata el huero pensar de los gestores culturales. ?C¨®mo entender el intr¨ªngulis de lo expuesto en el espacio de las Drassanes (Atarazanas) en donde se han sucedido sin orden ni concierto muestras dedicadas a Gilbert and George (1999), y a Monse?or Escriv¨¢ de Balaguer (2002), fundador del Opus Dei?
Algo semejante podr¨ªa decirse de l'Almod¨ª, donde han desfilado en los ¨²ltimos a?os exposiciones sobre Emir Kusturica (2001), los Tuaregs, 2002, una muestra sobre arte ¨¢rabe contempor¨¢neo (2003), (que semejaba el que se expone en los vest¨ªbulos y pasillos de los hoteles), o la exitosa de Los faraones (2004). ?C¨®mo entender este batiburrillo? ?Quienes asesoran a la concejala de cultura, Mar¨ªa Jos¨¦ Alc¨®n?
?De qu¨¦ estamos hablando entonces, de vanguardias, de lenguajes posmodernos, de arte decimon¨®nico, de etnograf¨ªa o de hagiograf¨ªa? ?Cu¨¢l es el hilo conductor?
Conocida la escasa empat¨ªa y apego que demuestra la alcaldesa del cap i casal hacia las manifestaciones art¨ªsticas, y en particular por algunos Bienes de Inter¨¦s Cultural como el Cabanyal-Canyamelar, no sorprende la propaganda municipal mediante carteles que presenta a Valencia como un r¨ªo de cultura. ?En qu¨¦ cabeza cabe poner como sin¨®nimo de oferta cultural un puente, el paseo de la Alameda, unos jardines, el tobog¨¢n del Gulliver o un conjunto de museos? ?Hay alguna mente pensante que puede recomponer esta serie de desprop¨®sitos?
En segundo lugar, considerar¨¦ algunas l¨ªneas de la pol¨ªtica art¨ªstico-cultural de la Diputaci¨®.
Me centrar¨¦ en dos cuestiones: el paulatino desprestigio de un espacio como la Sala Parpall¨®, anta?o dirigido con br¨ªo y determinaci¨®n que a medida que iba cambiando de ubicaci¨®n y de direcci¨®n ha ido tambi¨¦n perdiendo fuelle en especial desde que abandon¨® la sede de la calle Landerer hasta languidecer en los s¨®tanos del MUVIM, pasando, en un periodo de tr¨¢nsito, por las salas de la Benefic¨¨ncia. Pero, ?cu¨¢l es a ciencia cierta el cometido de este espacio? ?Ha de explorar las pr¨¢cticas art¨ªsticas valencianas contempor¨¢neas o debe compaginar su programaci¨®n con la del IVAM, o acaso pisarle el terreno? La indefinici¨®n y los cambios de rumbo han sido una perniciosa constante en el dise?o cultural de la Diputaci¨®. Asimismo, en este an¨¢lisis que no se pretende exhaustivo, no puede orillarse el gran fiasco que ha supuesto en la pol¨ªtica del PP la puesta en marcha desde 2000 de un museo como el MUVIM que inicialmente deb¨ªa ser epicentro y trampol¨ªn de investigaci¨®n de las ideas ilustradas, aunque el Aufkl?rung no abundase mucho por estos pagos en el s. XVIII. De ah¨ª que se a?adiera la coletilla de "modernidad", lo que a su vez acrecent¨® el dislate de un museo sin horizonte y sin actividades que la ciudadan¨ªa desconoce e ignora. El reciente anuncio de nuevas propuestas de su actual director Rom¨¢n de la Calle y su equipo alberga la esperanza de reactivar, al menos en el terreno de los debates est¨¦ticos y filos¨®ficos, un edificio lastrado hasta ahora por la falta de imaginaci¨®n y de ideas.
Finalmente, en tercer lugar, conviene detenerse en la pol¨ªtica de la Generalitat. No s¨®lo por contar con el buque insignia, el IVAM, sino por haber dado pie a todo tipo de cr¨ªticas, entre las que descuella las de colectivos como Ex amics del IVAM y de Ciutadans per una cultura democr¨¢tica i participativa, am¨¦n de las que v¨ªa online se pueden encontrar en la red (www.e-valencia. org), un espacio que ha generado controversia, y en el que, mediante el foro de debate, se vierten opiniones y juicios cuestionadores del poder establecido y de los desmanes econ¨®micos achacados al Consorci de Museus, a las dos bienales de Valencia y a su promotora, Consuelo Ciscar. He de decir al respecto que comparto algunas de las voces contestatarias de ese portal pero no es aceptable en manera alguna el tono zafio y el uso de la injuria y del improperio, que se ampara adem¨¢s en el anonimato, como instrumento de an¨¢lisis.
Necesitar¨ªa muchas p¨¢ginas para sopesar las aportaciones de los programas expositivos y muse¨ªsticos del IVAM desde que ech¨® a andar en 1989. No obstante, la percepci¨®n de que los ¨²ltimos a?os han visto un IVAM conservador, anquilosado, ajeno a las problem¨¢ticas sociales, culturales que han hecho mella en las pr¨¢cticas art¨ªsticas contempor¨¢neas, parece una conclusi¨®n harto evidente. El mandato de Kosme de Bara?ano, muy dado a las comparaciones de orden competitivo, ha supuesto un golpe considerable a la l¨ªnea que fragu¨® Vicent Todol¨ª, que, aun poni¨¦ndole algunas pegas conceptuales, permiti¨® inscribir el principal museo de arte valenciano en el circuito internacional.
La l¨ªnea rancia y antigua de Bara?ano, que permiti¨® que el Centre del Carme fuese suprimido, se basa en una concepci¨®n academicista del arte, caprichosa (no hay m¨¢s que ver el recorrido trazado por ¨¦l en las presentaciones de la colecci¨®n) y con muchos gui?os pretenciosos tipo ancien r¨¦gime (v¨¦ase los ciclos de conferencias dedicados a la vela, a los descendientes de los genios del arte...; los horrendos y descomunales cat¨¢logos de dise?o grandilocuente y contenido sobrante...) y la elaboraci¨®n de un programa de artistas en los que faltan muestras de tesis y en los que abunda la median¨ªa, y que responde a una visi¨®n decimon¨®nica del arte como objeto suntuoso y de lujo. Y en esa l¨ªnea se enmarca la propuesta de la piel o celos¨ªa concebida por los arquitectos Sejima y Nishizawa que habr¨ªa de rodear el IVAM. Una espectacular nader¨ªa, totalmente prescindible, aunque tenga sus destellos formales. ?Se define acaso el inter¨¦s de un museo por el envoltorio o por la consistencia de su contribuci¨®n al arte?
Bara?ano ha sido substituido por Consuelo Ciscar, cuya pol¨ªtica se nutre del relumbr¨®n, de la espectacularidad y del despilfarro que el gobierno de Zaplana alent¨® dejando las arcas p¨²blicas exhaustas con los fara¨®nicos empe?os de la Ciutat de les Arts i les Ci¨¨ncies, la Nau de Sagunt y la Ciudad de la luz de Alacant. Las dos ediciones de la Bienal de Valencia le han granjeado merecidas pullas y cr¨ªticas sin fin por las notables carencias intelectuales de la endeble direcci¨®n de Settembrini y por contar con el sost¨¦n medi¨¢tico de figurones de las artes, del cine y del teatro. Y ahora se anuncia una tercera edici¨®n con el politizado y manipulado tema del agua. ?Gran sustancia la de unas bienales que casi nadie recuerda por el inter¨¦s de las exposiciones! ?No habr¨ªa sido m¨¢s beneficio dedicar esos dineros p¨²blicos a becas para artistas, a la creaci¨®n de talleres y laboratorios de nuevas tecnolog¨ªas, al fomento de las bibliotecas? Es sabido que esto en cambio no depara titulares ni impactos medi¨¢ticos.
Cuenta en su haber C. Ciscar el impulso del Espai d'Art Contemporani de Castell¨®, cuya programaci¨®n y tipo de actividades han estado, por su audacia te¨®rica, a a?os luz de un IVAM a la deriva. Pero como es sabido el ex conseller Esteban Gonz¨¢lez Pons, (que forma parte de un gobierno cuyo presidente Camps se precia de admirar la obra de Antonio de Felipe), con sus actitudes desp¨®ticas y censoras que le costaron el cargo a Manolo Garc¨ªa, dio la puntilla al EACC que sigue varado, cerrado, sin norte, y que Castell¨® Cultural no puede o no quiere reflotar.
Se colige de lo dicho que al menos en estos ¨²ltimos ocho a?os la voluntad de figurar y de ¨¦pater, sin pararse en mientes a meditar en c¨®mo se utilizan los fondos p¨²blicos, han presidido la egoman¨ªa de unos autoproclamados gestores culturales de escasa o nula preparaci¨®n para enfrentarse al reto de la direcci¨®n de un museo, salvo excepciones como las de Fernando Benito al mando del Museu de Belles Arts.
Tambi¨¦n cabe decir que la izquierda en la oposici¨®n, salvo poner en solfa el dispendio en los gastos, no ha sabido ofrecer alternativas innovadoras y se ha quedado anclada en una visi¨®n trasnochada y setentona de la cultura. Ser¨ªa necesario, en aras de avivar el pensamiento cr¨ªtico, que reflexione sobre esta dejadez e incuria que desalientan a la ciudadan¨ªa.
Con este panorama tan desolador, sin proyectos de enjundia que permitan salir del fango de la estulticia intelectual que ha promovido el partido en el gobierno valenciano, la cultura seguir¨¢ siendo una palabra vac¨ªa.
Juan Vicente Aliaga es cr¨ªtico de arte.
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