Los muertos silenciosos de Irak
Cada vez hay m¨¢s pruebas de que la guerra de Estados Unidos en Irak ha acabado con la vida de decenas de miles de civiles iraqu¨ªes, quiz¨¢ m¨¢s de 100.000. Aun as¨ª, esta carnicer¨ªa es sistem¨¢ticamente ignorada por Estados Unidos, donde los medios y el Gobierno retratan una guerra que carece de muertes civiles, ya que no existen civiles iraqu¨ªes, s¨®lo insurgentes. El comportamiento de EE UU y la percepci¨®n que tiene de s¨ª mismo revelan la facilidad con la que un pa¨ªs civilizado puede embarcarse en la matanza a gran escala de civiles sin debate p¨²blico alguno. A finales de octubre, la revista m¨¦dica brit¨¢nica Lancet public¨® un estudio de muertes civiles en Irak desde que comenz¨® la invasi¨®n capitaneada por EE UU. El sondeo se?alaba que hab¨ªan muerto 100.000 civiles iraqu¨ªes m¨¢s que el a?o pasado, cuando Sadam Husein segu¨ªa en el poder, y este c¨¢lculo ni siquiera inclu¨ªa las excesivas muertes en Faluya, lo que se consider¨® demasiado peligroso para su inclusi¨®n. El estudio tambi¨¦n apuntaba que la mayor¨ªa de muertes fueron producto de la violencia, y que un alto porcentaje de esas muertes violentas fueron causadas por los bombardeos a¨¦reos estadounidenses. Los epidemi¨®logos reconocieron la incertidumbre de estos c¨¢lculos, pero presentaron suficientes datos para garantizar una investigaci¨®n complementaria urgente y un replanteamiento por parte de la Administraci¨®n de Bush y el Ej¨¦rcito de EE UU sobre los bombardeos en zonas urbanas de Irak.
La reacci¨®n p¨²blica de Estados Unidos ha sido tan asombrosa como el estudio de Lancet, y es que la reacci¨®n ha sido nula. El cacareado The New York Times ofreci¨® una ¨²nica historia de 770 palabras en la p¨¢gina 8 del peri¨®dico (29 de octubre). Seg¨²n parece, el reportero del Times no entrevist¨® a ning¨²n funcionario de la Administraci¨®n de Bush o del Ej¨¦rcito estadounidense. No aparecieron art¨ªculos o editoriales de seguimiento, y ning¨²n reportero de The New York Times evalu¨® la historia sobre el terreno. La cobertura en otros peri¨®dicos estadounidenses fue igualmente fr¨ªvola. The Washington Post (29 de octubre) public¨® un ¨²nico art¨ªculo de 758 palabras en la p¨¢gina 16.
Los recientes informes sobre el bombardeo de Faluya tambi¨¦n han supuesto un ejercicio de abnegaci¨®n. The New York Times (6 de noviembre) escribi¨® que "aviones de combate bombardearon posiciones rebeldes" sin mencionar que "las posiciones rebeldes" en realidad se encuentran en barrios civiles. Otro art¨ªculo de The New York Times (12 de noviembre), que citaba a "mandos militares", anunciaba diligentemente que "desde que se inici¨® el asalto el lunes han muerto unos 600 rebeldes, junto con 18 estadounidenses y cinco soldados iraqu¨ªes". El tema de las bajas civiles ni siquiera se mencion¨®.
La violencia es s¨®lo una de las razones del aumento de las muertes civiles en Irak. Los ni?os de las zonas urbanas de la guerra mueren en gran n¨²mero por diarrea, infecciones respiratorias y otras causas, debido a la peligrosidad del agua potable, la falta de alimentos refrigerados y la acusada escasez de sangre y medicamentos b¨¢sicos en cl¨ªnicas y hospitales (siempre, claro est¨¢, que los civiles se atrevan siquiera a abandonar sus casas para acudir al m¨¦dico). Aun as¨ª, la Media Luna Roja y otras agencias de ayuda humanitaria han sido incapaces de aliviar a la poblaci¨®n civil de Faluya.
El 14 de noviembre, la portada de The New York Times arrancaba con la siguiente descripci¨®n: "Tanques del ej¨¦rcito y veh¨ªculos de combate arremetieron contra el ¨²ltimo basti¨®n rebelde de Faluya al atardecer del s¨¢bado, despu¨¦s de que los aviones de combate y la artiller¨ªa les allanaran el camino con un feroz bombardeo en el distrito. A primera hora de la tarde, 10 columnas de humo se elevaban al sur de Faluya, mientras se cincelaba en el cielo del desierto y probablemente exclamaba la cat¨¢strofe de los insurgentes". Una vez m¨¢s, pr¨¢cticamente no se menciona la cat¨¢strofe de los civiles cincelada en ese cielo del desierto. Sin embargo, hay una breve alusi¨®n a mitad de la historia a un padre que visita a sus hijos heridos en un hospital, y declara que "ahora los estadounidenses est¨¢n disparando aleatoriamente a cualquier cosa que se mueva".
Unos d¨ªas m¨¢s tarde, un equipo de televisi¨®n estadounidense se encontraba con tropas de EE UU en una mezquita bombardeada. Con las c¨¢maras en marcha, un marine estadounidense se volvi¨® hacia un iraqu¨ª desarmado y herido estirado en el suelo y le asesin¨® con varios disparos en la cabeza. (Se habla de otros casos similares de asesinato manifiesto.) Pero puede decirse que los medios estadounidenses pasaron por alto este espeluznante incidente. De hecho, The Wall Street Journal escribi¨® un editorial el 18 de noviembre reprobando a los que criticaban el hecho, se?alando, como es habitual, que, haga lo que haga Estados Unidos, sus enemigos en Irak son peores, como si eso justificara los abusos estadounidenses. No es as¨ª. Estados Unidos est¨¢ asesinando a cantidades ingentes de civiles iraqu¨ªes, consternando a la poblaci¨®n y al mundo isl¨¢mico, y sembrando el terreno para una escalada de violencia y muerte. Ninguna cifra de iraqu¨ªes masacrados traer¨¢ la paz. La fantas¨ªa estadounidense de una batalla final, en Faluya o en cualquier otra parte, o la captura de alg¨²n cerebro terrorista, perpet¨²a un ciclo de derramamiento de sangre que pone en peligro al mundo. Y lo que es peor, la opini¨®n p¨²blica, los medios de comunicaci¨®n y los resultados electorales estadounidenses pr¨¢cticamente han dado rienda suelta al ej¨¦rcito m¨¢s poderoso del mundo.
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