Alternancia: ?reclamada o ganada?
Un nutrido grupo de universitarios, muchos de ellos llegados del ala m¨¢s conservadora del PP, se han adherido a la denominada como Plataforma por la Alternancia, creada recientemente por Javier Arenas.
Sus nombres han cubierto una gran p¨¢gina de publicidad en los principales peri¨®dicos de nuestra regi¨®n, como testimonio al apoyo que brindan a un proceso, el de la alternancia, que no necesita de apoyos al ser consustancial con la propia democracia.
Da que pensar que sean precisamente profesores universitarios quienes publiciten su adhesi¨®n a esta plataforma, cuando debiera darse por entendida la capacidad de este sector para asumir el fen¨®meno de la alternancia como algo natural, unido inviolablemente a la cualidad de ser dem¨®crata, que no necesita de ser reclamado sino s¨®lo ejercido con el poder que otorgan las urnas.
Extra?a, por otra parte, que como firmantes de la misma no aparezcan ciudadanos con menor nivel acad¨¦mico o cultural, como son todos aquellos que viven nuestra democracia desde un planteamiento mucho m¨¢s intuitivo y ligado a las propias sensaciones, ya que son precisamente estos ¨²ltimos los que por ser mayoritarios y estar menos ligados a unos c¨¢nones de conducta pol¨ªtica definidos, determinan en qu¨¦ momento debe producirse dicha alternancia.
Nuevamente se equivoca el dirigente popular, esta vez al querer encontrar en la ¨¦lite intelectual andaluza el paradigma con el que afrontar su reto pol¨ªtico, cuando bien debiera saber -tr¨¢gico para el PP-A ser¨ªa que a¨²n no lo hubiese descubierto- que son otros sectores sociales quienes determinan esa alternancia en el poder andaluz que tanto reclama.
Parece desconocer Arenas, precisamente ¨¦l que se ha recorrido Andaluc¨ªa pueblo a pueblo, esquina a esquina, que la alternancia que propugna ya se ha producido en Andaluc¨ªa en otros niveles -nacional, provincial y local- en los que los electores han cambiado libremente el sentido de sus votos, modificando con ello el signo del gobierno de la naci¨®n o de los gobiernos provinciales y municipales que fueron objeto de su elecci¨®n.
Cientos han sido los municipios andaluces que han vivido esa alternancia y millones los andaluces que la han protagonizado y dirigido en las m¨¢s singulares direcciones.
Pongo como ejemplo, en mi provincia, C¨®rdoba, el caso de Villa del R¨ªo, cuna del desaparecido Mat¨ªas Prats, gobernada sucesivamente en estos veinticinco ¨²ltimos a?os por Izquierda Unida, PSOE y en la actualidad, tras las elecciones del 2003, por un partido independiente, UNIDE, cuyos integrantes provienen, todos ellos, del Partido Popular.
Ello indica que la alternancia no es un proceso que se genere autom¨¢tica o aleatoriamente o que pueda ser exigible, y mucho menos desconocido o ajeno al pueblo andaluz, sino que representa un hecho real que hay que gan¨¢rselo a pulso, consiguiendo la confianza de los electores.
Los andaluces, que sabemos mucho de alternancias, es cierto que a¨²n no hemos dado el paso decisivo para cambiar el signo del gobierno auton¨®mico de la Junta, con toda probabilidad porque la gran mayor¨ªa no ha encontrado en las distintas alternativas al gobierno socialista los argumentos que su visi¨®n intuitiva y llana demandaba.
De ah¨ª que, como escrib¨ªa recientemente mi buen amigo Fernando Martos en un semanario cordob¨¦s, en primer lugar el PP-A deba integrar y respetar como propio el principio de la alternancia interna para, acto seguido y desde el ejercicio responsable del mismo, proponer a la sociedad andaluza una alternativa cre¨ªble no solo en sus mensajes sino tambi¨¦n en sus principios.
Andaluc¨ªa, lo he afirmado en muchas ocasiones, se beneficiar¨ªa de conocer otras opciones de gobierno auton¨®mico para as¨ª profundizar en su propia identidad plural e iniciar un nuevo proceso de competitividad pol¨ªtica hasta ahora desconocido en ese nivel. Pero dif¨ªcilmente podemos pedirles a los andaluces que afronten el riesgo que representa todo cambio si lo que se les ofrece por el mismo s¨®lo provoca recelos.
No debiera Arenas hacer uso de juegos de artificio, que est¨¢n muy bien para quienes carecen de una estructura organizada desde la cual hacer llegar sus propuestas, sino, en lugar de recolectar adhesiones ya conocidas, dedicar todos los esfuerzos de ese gran partido que es el Popular a ganarse la confianza de los andaluces, primero a trav¨¦s de los hombres y mujeres que lo representen en cada municipio y luego desde la validez de las propuestas que estos mismos les ofrezcan.
No debiera, ni siquiera, el presidente de los populares, aceptar como opci¨®n que esa alternancia pudiera nacer del agotamiento del oponente, sino hacerse acreedor a ella por m¨¦ritos propios.
En todo caso, de poco vale una plataforma cuidadosamente decorada si, como ocurre en este caso, resulta incapaz para soportar el peso de los varios millones de andaluces que ser¨ªan necesarios para justificar el sustantivo que le da nombre.
Enrique Bellido es ex senador del PP.
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