La noche m¨¢gica de La Scala
En el remozado teatro l¨ªrico milan¨¦s se han impuesto la grandeza y la tecnolog¨ªa
La Scala era un teatrito del siglo XVIII, una preciosa caja de m¨²sica con un escenario de casita de mu?ecas. Ahora es una caja de m¨²sica adherida a un maelstrom, a un agujero colosal capaz de engullirlo todo. Nunca un escen¨®grafo volver¨¢ a quejarse de que sus ideas no caben; al contrario, dif¨ªcilmente volver¨¢n a verse montajes sencillos en el renovado teatro l¨ªrico milan¨¦s. Como en el Metropolitan de Nueva York, se han impuesto la grandeza y la tecnolog¨ªa. La boca del escenario es la de siempre, pero lo que hay detr¨¢s, alojado en la joroba del edificio, parece la cantera de un rascacielos. La espectacularidad del montaje de Europa reconocida, la ¨®pera de Antonio Salieri con que fue reinaugurado la noche del martes el teatro de La Scala, y la muy mejorada ac¨²stica fueron lo m¨¢s comentado en la cena que sigui¨® a la funci¨®n y en la prensa italiana de ayer.
"Wonderful, wonderful", exclamaba Silvio Berlusconi entre besamanos a las damas y saludos a los invitados extranjeros. Cuando topaba con alguien de confianza, y ten¨ªa muchas ocasiones para ello porque le rodeaba toda la galaxia berlusconiana, sinceraba sus gustos de hombre llano. El presidente del Gobierno, que el a?o pasado, cuando La Scala a¨²n se alojaba en el Arcimboldi, evit¨® el Mois¨¦s y Fara¨®n de Rossini para ver con su madre la comedieta Funny Money, disfrut¨® con la espectacularidad. "La ¨®pera no era gran cosa", comentaba, "pero ?qu¨¦ escenario!". El gusto por las cosas grandes debe estar extendido en Forza Italia porque el alcalde de Mil¨¢n, Gabriele Albertini, se declar¨® fascinado ante la posibilidad de "meter elefantes en el escenario" en alguna ¨®pera futura.
La obra de Salieri resultaba en parte discutible. Los libretos oper¨ªsticos suelen ser disparatados y el de Europa reconocida, que hasta el martes s¨®lo se hab¨ªa representado una vez, en la remota jornada inaugural del 3 de agosto de 1778, alcanzaba la categor¨ªa de delirio incoherente. La m¨²sica, en cambio, conten¨ªa pasajes deliciosos. Salieri careci¨® del genio de Mozart, pero fabricaba una orfebrer¨ªa fin¨ªsima que el maestro Riccardo Muti expuso con gran delicadeza.
Las cantantes Diana Damrau, Desiree Rancatore (sublime), Daniela Barcellona y Genia Khmeier, estas dos ¨²ltimas travestidas de hombre y haci¨¦ndose cargo de partes que Salieri escribi¨® para castratis, bordaron los arabescos vocales que exig¨ªa la partitura. Aunque quiz¨¢ el conjunto no alcanz¨® la condici¨®n de "fant¨¢stico", como escrib¨ªa el cr¨ªtico del Corriere della Sera, o de "obra maestra", como opinaba La Repubblica, se trat¨® sin duda de una noche m¨¢gica.
Como la reinauguraci¨®n hab¨ªa sido parangonada a un "renacimiento de Italia", la funci¨®n ten¨ªa que ser un ¨¦xito. Y lo fue. Un comentario negativo habr¨ªa sonado a antipatri¨®tico. La prensa extrem¨® las cosas incluso con el cronometraje de los aplausos. Unos hablaron de 10 minutos (la realidad); otros, de 12; alguno, de 15. El p¨²blico ten¨ªa ganas de aplaudir porque, en cierta forma, se aplaud¨ªa a s¨ª mismo por estar all¨ª, y porque desde el escenario saludaban los cantantes, los m¨²sicos de la orquesta, el maestro Muti, los tramoyistas, los patronos del teatro y cualquiera que quiso subir: ahora caben todos.
La Scala recibi¨® retoques de pintores y electricistas hasta la mism¨ªsima ma?ana del martes y se reinaugur¨® sin estar terminada. Algunos de los planos esc¨¦nicos no funcionaban a¨²n. El escen¨®grafo Pizzi hizo virtud de la necesidad y ofreci¨® el espacio tal cual era, con sus focos, sus extintores y sus puertas de emergencia, e incluso exhibi¨® a los tramoyistas que, vestidos de negro y con pasamonta?as, entraban y sal¨ªan para desarrollar su trabajo a la vista del p¨²blico. Ya que se trataba de una velada especial, Pizzi quiso ense?ar c¨®mo se monta y desmonta un escenario y, sobre todo, demostrar las posibilidades de la nueva Scala con un gran movimiento de elementos gigantescos.
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