La bomba isl¨¢mica / 2
Pakist¨¢n es el ¨²nico pa¨ªs de confesi¨®n musulmana -all¨ª donde la sharia o norma cor¨¢nica es fuente principal de legislaci¨®n- que posee el arma nuclear. El temor de que Irak poseyera ese ¨²til de destrucci¨®n masiva fue raz¨®n suficiente para que el ej¨¦rcito norteamericano invadiera el pa¨ªs el a?o pasado, pero la bomba isl¨¢mica paquistan¨ª no preocupa a Occidente porque est¨¢ en manos amigas -el r¨¦gimen autoritario del general Musharraf- y, sobre todo, porque compensa y es compensada por otra m¨¢quina de devastaci¨®n nuclear que la precedi¨®, como es la bomba de la India; un Estado tambi¨¦n amigo.
Si Ir¨¢n se dotara, en cambio, de la bomba isl¨¢mica II no habr¨ªa compensaci¨®n geopol¨ªtica posible, y se crear¨ªa un diferente y ominoso (des)equilibrio en la regi¨®n.
Washington seguramente piensa que no puede asistir de brazos cruzados a un eventual rearme at¨®mico iran¨ª, porque operaciones como la guerra de Irak y el se?oreo de la zona, basado en sus instalaciones militares en Arabia Saud¨ª y el Golfo, se ver¨ªan fuertemente amenazados; y otro tanto cabe decir de Israel, que ya no ser¨ªa el ¨²nico pa¨ªs provisto del arma en Oriente Medio. Con temeridad exacta, Jerusal¨¦n destruy¨® en una operaci¨®n a¨¦rea el reactor nuclear iraqu¨ª de Osirak en 1981; pero esa maniobra es hoy dif¨ªcilmente repetible porque Ir¨¢n aprendi¨® la lecci¨®n diseminando y camuflando sus instalaciones por todo el pa¨ªs. La guerrilla libanesa de Hezbol¨¢, cuyo padrino es Teher¨¢n, ser¨ªa, igualmente, de envergadura muy distinta si su Estado-patr¨®n poseyera el arma. Y ese nuevo equilibrio -dos Estados nucleares entre el Mediterr¨¢neo y el Golfo P¨¦rsico- en lugar de producir una autocancelaci¨®n de amenazas como en el subcontinente, generar¨ªa mayor inestabilidad, porque eliminar¨ªa una profundidad estrat¨¦gica israel¨ª, con la que se cuenta como dato inamovible del paisaje.
Ir¨¢n ha aceptado una mediaci¨®n europea -Gran Breta?a, Francia y Alemania- ostensiblemente para que Estados Unidos no lleve adelante en la ONU su plan de adopci¨®n de sanciones contra el r¨¦gimen de los ayatol¨¢s, pero pide el oro y el moro por renunciar a la producci¨®n de uranio enriquecido, paso obligado para la fabricaci¨®n del arma at¨®mica. Para que Teher¨¢n no siga con sus planes, la UE ha de concederle un ventajoso arreglo econ¨®mico; sostener su pretensi¨®n de ingreso en la OMC; y facilitarle la tecnolog¨ªa nuclear que precise para usos pac¨ªficos. Es como si Ir¨¢n se dejara sobornar.
La UE y el pa¨ªs isl¨¢mico deber¨¢n comenzar cuanto antes unas negociaciones que pueden durar meses o aun a?os, durante los cuales Teher¨¢n se ha avenido a congelar su escalada nuclear, as¨ª como a sufrir las inspecciones sin preaviso de la Agencia Internacional de la Energ¨ªa At¨®mica, pero todo ello s¨®lo en la medida en que entienda que est¨¢ recibiendo la recompensa acordada; y si cree que no es as¨ª, le basta con romper las negociaciones para recobrar su libertad de ¨¢tomo. Es una situaci¨®n no tan distinta a la que sigui¨® a la firma del acuerdo palestino-israel¨ª de 1993, cuyo cumplimiento o incumplimiento Jerusal¨¦n pod¨ªa graduar a voluntad, sin tener que pagar ning¨²n precio pol¨ªtico por ello; posici¨®n en la que quien se halla hoy es, precisamente, Ir¨¢n.
La destrucci¨®n del r¨¦gimen iraqu¨ª ha sido la oportunidad so?ada por Teher¨¢n. Los ayatol¨¢s, sin rivales de talla en el mundo isl¨¢mico, le dicen a Washington: ¨¦ste es el momento para crear una nueva relaci¨®n estrat¨¦gica en la regi¨®n, y no s¨®lo con Israel, sino tambi¨¦n con los aliados ¨¢rabes de Estados Unidos -Arabia Saud¨ª y los emiratos-; puesto que, de no ser as¨ª, Occidente habr¨¢ de abonar otro tipo de compensaci¨®n. La alternativa s¨®lo puede ser una acci¨®n militar norteamericana, que hoy, con Irak en llamas, parece impensable.
La relativa oscuridad de los designios de Ir¨¢n seguramente tiene que ver con la pugna por el poder entre conservadores y aperturistas -aunque todos clericales- en la que llevan clara ventaja los primeros. Pero, aun admitiendo que a Occidente le sea m¨¢s f¨¢cil llegar a un acuerdo con los liberales, dir¨ªase que las diferencias son m¨¢s de tiempo que de concepto. Todos quieren el arma, pero no con la misma prisa.
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