Una preciosista y animada ilusi¨®n

Siempre hay un fat¨ªdico momento vital en el que el nerviosismo, la impaciencia, la ilusi¨®n, el encanto y la esperanza de los ni?os ante la noche de Reyes (o de Navidad, que Pap¨¢ Noel parece que se nos ha enquistado definitivamente) se torna en sospecha tirando a certeza de que algo huele a podrido en Dinamarca. A esa ¨¦poca de la infancia, en la que se empieza a instalar la idea del ver para creer, est¨¢ dedicada la formalmente preciosista Polar Express, nueva pel¨ªcula de animaci¨®n del norteamericano Robert Zemeckis.

El autor de obras como Regreso al futuro, ?Qui¨¦n enga?¨® a Roger Rabbit? o Forrest Gump basa la aventura de un grupo de ni?os que viaja en tren hasta el Polo Norte para ver a Santa Claus en divertimentos tan habituales como las monta?as rusas, los toboganes o el paso de un vag¨®n a otro, al tiempo que se inculcan valores tambi¨¦n tan cl¨¢sicos como la paciencia, la humildad, la decisi¨®n, la solidaridad y la amistad. Ense?anzas que el cine infantil (o para toda la familia) ha mostrado infinidad de veces desde el m¨ªtico viaje a trav¨¦s de las baldosas amarillas de El mago de Oz (Victor Fleming, 1939). As¨ª, el fondo de Polar Express, basado en un cuento de Chris van Allsburg (el autor de Jumanji), es tan b¨¢sico como irreprochable.

'Performance-capture'

En la forma, sin embargo, Zemeckis y su equipo de animadores echan el resto por medio de un sistema llamado performance-capture, mediante el cual un programa inform¨¢tico copia im¨¢genes reales para transformarlas en im¨¢genes animadas (as¨ª se cre¨®, por ejemplo, el personaje de Gollum en la saga de El se?or de los anillos). De este modo, el siempre magn¨ªfico Tom Hanks, que interpreta seis papeles distintos, aprovecha para mostrar una innumerable variedad de recursos vocales. La pel¨ªcula es muy brillante, a lo que se suma un exquisito gusto por el encuadre y una gran habilidad para copiar suced¨¢neos digitales de movimientos de c¨¢mara dentro del plano, lo que ha elevado a la producci¨®n hasta un presupuesto de nada menos que 150 millones de d¨®lares (por comparaci¨®n, digamos que Los incre¨ªbles, que ya es cara, ha costado unos noventa millones).

En cambio, es probable que a la historia le falte una pizca de sentido del humor (tambi¨¦n un valor de imprescindible ense?anza) y que, en alguna ocasi¨®n, las dosis de alm¨ªbar sean excesivas ("?es tan navide?o, tan acogedor, tan bonito!", dice una de las l¨ªneas del di¨¢logo regode¨¢ndose en la admiraci¨®n). Estamos en un territorio m¨¢s reflexivo que disparatado y, como consecuencia, en todo el metraje s¨®lo hay una secuencia que muestre un alarde de colorista felicidad, un n¨²mero musical con el servicio de reposter¨ªa del tren entregando chocolate caliente a los ni?os viajeros. Sin embargo, una preciosa imagen predomina sobre las dem¨¢s: la del ni?o protagonista, vestido durante todo la pel¨ªcula con el pijama, la bata y las zapatillas de pa?o, que rememora las irrecuperables noches de ilusa ilusi¨®n navide?a a la espera de los regalos.