Fuerza y ternura en un cuerpo bello
Klaus Mann (1906-1949), primer hijo var¨®n del gran Thomas Mann, acababa de regresar de un viaje alrededor del mundo, junto a su hermana Erika, cuando en enero de 1929 comenz¨® a escribir Alejandro. Novela de la utop¨ªa (tal es su t¨ªtulo completo); era su segunda novela despu¨¦s de la vacilante El baile piadoso -en la que Klaus reconoc¨ªa abiertamente su homosexualidad- y de sus controvertidas obras de teatro, que constituyeron su debut como joven autor, d¨ªscolo y provocativo.
Desde Nueva York hasta Pek¨ªn, la India y Rusia, los "chicos Mann" recorrieron durante m¨¢s de un a?o las grandes urbes trabando amistad con personajes famosos, impartiendo conferencias y redactando art¨ªculos period¨ªsticos en un viaje tan feliz y alocado como lo eran sus propios esp¨ªritus por aquellas fechas, inmediatamente anteriores a las crisis que sobrevendr¨ªan sobre Europa con el crac financiero americano y el nazismo. Ambos hermanos exportaban al mundo un esp¨ªritu desenfadado, una joie de vivre t¨ªpica de los adolescentes de la Gran Guerra: hijos que rechazaban los valores burgueses de sus padres, que s¨®lo condujeron al enfrentamiento sangriento. Entusiastas del carpe diem, a¨²n no les preocupaba la pol¨ªtica, su destino obligado apenas cinco a?os m¨¢s tarde; sus intereses se centraban con exclusividad en la vivencia inmediata, de naturaleza existencial y est¨¦tica. El erotismo y la amistad desempe?aban el papel esencial en sus vidas; para los j¨®venes Mann fueron cuestiones problem¨¢ticas debido a sus tendencias homoer¨®ticas y, por tanto, heterodoxas y marginales.
ALEJANDRO
Klaus Mann
Traducci¨®n de Meritxell
Sales i Tom¨¤s
El Aleph. Barcelona, 2004
205 p¨¢ginas. 17 euros
Las experiencias del viaje alrededor del mundo -un viaje de "conquista" y "triunfal"- as¨ª como la plena conciencia de su inclinaci¨®n sexual, motivaron en Klaus la elecci¨®n de Alejandro Magno como personaje novelesco: en el h¨¦roe por antonomasia de la Antig¨¹edad Cl¨¢sica vio plasmado el ideal de lo que ¨¦l admiraba y ansiaba. La m¨ªtica belleza y juventud del monarca; su af¨¢n de expansi¨®n y conquista, tan ilimitadas como sus sue?os, su ilusi¨®n de crear un imperio mundial en el que reinasen la paz y la civilizaci¨®n inspiraron a un Klaus que tambi¨¦n se hab¨ªa acostumbrado a pensar en par¨¢metros planetarios. Por lo dem¨¢s, ¨¦ste transform¨® el ej¨¦rcito de Alejandro a la conquista de Asia en una excursi¨®n de j¨®venes atletas enamorados de su entrenador y entre s¨ª, cofundadores de una especie de rep¨²blica paner¨®tica mundial.
Para su novela "hist¨®rica", Klaus reelabor¨® h¨¢bilmente la bibliograf¨ªa cl¨¢sica acerca de Alejandro y su mundo: Plutarco, el Pseudo Cal¨ªstenes, Jenofonte, us¨® sus textos para hilar un relato ¨¦pico pero que presenta a un Alejandro desmitificado, sometido a torturas interiores; si en un principio disfrut¨® del favor de los dioses, poco a poco su personalidad termina por trastornarse a causa de un amor no correspondido: el que siente por Clito, compa?ero de infancia que lo rechazar¨¢ como amante. Alejandro encarna al h¨¦roe homoer¨®tico, el ideal de virilidad con el que so?aba el sensible Klaus Mann: fuerza y ternura envueltas en un cuerpo bello, lo suficientemente duro como para no ser femenino, lo suficientemente acogedor como para simularlo. Si bien, ser¨¢ un h¨¦roe abocado a la amargura, agazapada tras su atractivo enmascaramiento. El propio Klaus hab¨ªa empezado a intuir que la soledad y la ausencia de amor son negros heraldos de la muerte, que ¨¦sta y no otra es la ineludible coda de la vida, tal como ense?aba la milenaria Epopeya de Gilgamesch, narrada por Clito al monarca Alejandro, para desesperaci¨®n de ¨¦ste: la muerte es la vencedora absoluta de los sue?os; adi¨®s belleza y poder e infinitud, pues ella impone el l¨ªmite.
Las cr¨ªticas de la ¨¦poca fueron
tibias, divididas entre las que acusaban a Klaus de ser excesivamente fantasioso e ingenuo en el retrato de los hechos hist¨®ricos y la personalidad de Alejandro y las que excusaban su exceso de libertad. Cuando la novela se tradujo al franc¨¦s, Andr¨¦ Gide la elogi¨® por la "valent¨ªa" del autor al mostrar que "en el interior de las grandes haza?as no siempre reside algo grande". Le¨ªda hoy, la novela se sostiene; el relato est¨¢ trabado como una tupida red de emociones y hechos que se suceden sin respiro, como la vida ansiosa de infinitud de quien desea absorber cada instante, sea gozoso o lacerante. Pero si hay algo que muestra de sobra esta apasionada obra de juventud, es el talento de su genial autor, quien apenas una d¨¦cada m¨¢s tarde publicar¨ªa dos de las mejores novelas del siglo XX: Mefisto y El volc¨¢n.
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