Democracia en el barrio
El ¨²ltimo encuentro con el ser reci¨¦n fallecido acontece de un tiempo ac¨¢ en los llamados tanatorios/crematorios, gestionados por empresas funerarias que han apostado por la incineraci¨®n frente al tradicional enterramiento debido a sus menores costes y a la progresiva falta de espacio en los cementerios. En nuestro pa¨ªs esta pr¨¢ctica ha logrado difundirse con cierta rapidez, mientras que en Francia y sobre todo en Italia no se ha implantado. La arquitectura funeraria debe responder muy especialmente al contenido simb¨®lico que atesora todo espacio construido; no obstante, tanto los edificios que albergan estos tanatorios -anodinos y con un vago sabor a iglesia laica- como su necesidad de acomodarlos en un espacio adecuado, no han recibido la atenci¨®n que merecen. Hoy forman parte de nuestro entorno: el triste espect¨¢culo de verlos aparecer en la entrada de las ciudades, ca¨®ticamente apelotonados en las v¨ªas de servicio, junto a una gasolinera, un hotel de carretera, un concesionario de autom¨®viles y alg¨²n prost¨ªbulo de multicolor y destellante reclamo.
Desde el punto de vista estrictamente industrial -y tambi¨¦n desde la sensatez- la actividad de un crematorio debe realizarse lejos de los n¨²cleos habitados debido a su naturaleza contaminante. Algo de esto saben los vecinos del crematorio de Valencia que han denunciado molestias, irritaciones respiratorias y olores que relacionan con los humos provenientes del crematorio. Al perjuicio de los vecinos obligados a ver y respirar estas miasmas f¨²nebres, se suma la obligaci¨®n de convivir en la proximidad con una pr¨¢ctica funeraria cargada de profundos simbolismos antropol¨®gicos y, no lo olvidemos, el perjuicio de los familiares y allegados del fallecido que deben acudir a un entorno (polideportivos, bares, colegios) que no cumple con las m¨ªnimas condiciones de recogimiento y soledad que exige todo trance ¨ªntimo ligado a la experiencia del dolor.
Curiosamente la cremaci¨®n, aunque aceptada por la Iglesia cat¨®lica desde 1963, no es un rito ligado a determinadas religiones (juda¨ªsmo, islamismo y cristianismo) que comparten la tradici¨®n de "preservar" la integridad del cuerpo en su entereza mat¨¦rica tras la muerte. En el caso del juda¨ªsmo con una delicadeza extrema que obliga a detalladas pr¨¢cticas de lavado del cuerpo post-mortem codificadas en la ley rab¨ªnica. De manera diferente, la pr¨¢ctica funeraria de la incineraci¨®n es originaria del hinduismo y, por extensi¨®n de ¨¦ste, se ha difundido al budismo y el sinto¨ªsmo; religiones fundadas en la idea de la transmutaci¨®n y en las que el fuego cumple funciones purificadoras al liberar el alma del cuerpo convertido en ceniza. Por ello estas religiones detallan con precisi¨®n qu¨¦ hay que hacer con las cenizas, ora esparcirlas en el agua (hinduismo), ora enterrarlas (budismo), detalles de los que estamos hu¨¦rfanos nosotros y que abre la posibilidad a m¨²ltiples pr¨¢cticas -por cierto, algunas de un cursi extremo-.
Pues bien, dicho todo lo dicho, el excelent¨ªsimo e incre¨ªble Ayuntamiento de Alicante ha concedido autorizaci¨®n (v¨ªa silencio administrativo) a la construcci¨®n de dos tanatorios y un crematorio en plena avenida de uno los m¨¢s populosos barrios de la ciudad, el de La Florida, rodeados de sus bloques de viviendas, sus colegios, sus restaurantes, sus anchas avenidas comerciales... Tan alucinado panorama ha lanzado a la calle en varias ocasiones a centenares de vecinos que abandonan sus quehaceres o sus momentos de esparcimiento para gritar por la calle contra una decisi¨®n de tan complicado entender. La asociaci¨®n de vecinos del barrio est¨¢ vertebrando las acciones y cumpliendo dignamente con su funci¨®n c¨ªvica de escuchar y amplificar la voz de quienes viven en los m¨¢rgenes de la esfera p¨²blica.
Ya sabemos que el gobierno municipal alicantino carece desde hace mucho, much¨ªsimo, tiempo, de una noci¨®n clara -o incluso obscura- de ciudad. El ¨²ltimo cap¨ªtulo de esta azarosa vida municipal nos sit¨²a en el falso debate sobre la ubicaci¨®n del tra¨ªdo y llevado palacio de congresos, debate en el que cada concejal, en virtud del partido o facci¨®n intra-partido en el que milita, tiene una posici¨®n diferente. Y digo falso porque en el verdadero debate se lucha con la fuerza de las ideas y no con la amenaza de las cuotas de poder. A?ado que falta proponer que se ubique el palacio en una plataforma flotante fondeada en las coordenadas mar¨ªtimas que cada mayor¨ªa municipal aconseje en orden a la fuerza y direcci¨®n de los vientos (pol¨ªticos) del momento o instante. As¨ª las cosas respecto de los supuestos asuntos mayores de esta ciudad, lo del crematorio debe parecerles a los mun¨ªcipes un tema menor. Grave error. La ciudad se hace en las calles y los barrios antes que en los monumentos "emblem¨¢ticos" y en los pirul¨ªs medi¨¢ticos.
Al hilo de estas protestas vecinales contra el crematorio recordaba las protestas sobre la inseguridad ciudadana en los barrios del norte de la ciudad de Alicante. Estas zonas de la ciudad viven en un estado de inseguridad l¨ªmite y aqu¨ª brotaron -durante este pasado verano- manifestaciones de autodefensa vecinal. Desde Hobbes sabemos que la violencia fuera del Leviat¨¢n conduce a la guerra permanente y que los ajustes de cuentas allende la legitimidad del Estado son el primer paso hacia la barbarie colectiva. Sin embargo, en el fragor -ambiental y dial¨¦ctico- de aquellas protestas surgi¨® la luz: los vecinos "amenazaron" con organizarse m¨¢s y concurrir a las elecciones locales.
Los partidos pol¨ªticos mayoritarios tienen un temor ancestral a cualquier movimiento organizado que se manifieste lejos de su campo de mira: los votos fuera de control producen ansiedad. El vecinal es el prototipo de ellos. Por ello han cuidado con mimo y delicadeza maternal -v¨ªa la subvenci¨®n p¨²blica o la asesor¨ªa municipal- la neutralizaci¨®n de todo fen¨®meno grupal o asociativo que amenace hechura propia o inclinaci¨®n electoral. En algunos casos la dispersi¨®n y atomizaci¨®n de estas manifestaciones de ciudadan¨ªa -v¨¦ase el ejemplo del movimiento "salvem" en Valencia- ha jugado a favor de los poderes de mayor envergadura, organizados con una disciplina y profesionalizaci¨®n que funciona siempre a largo plazo.
El ejemplo de alguna experiencia pasada no alienta el optimismo: recordemos a aquel radiofonista perseguido que alcanz¨® el acta de concejal en el Ayuntamiento alicantino a base de un desbordante populismo. No obstante, la regeneraci¨®n de la vida municipal pasa necesariamente por la presencia de nuevas voces en los consistorios. Voces que rompan ese pl¨¢cido, encantador y cuasi-familiar di¨¢logo que mantienen muchas fuerzas pol¨ªticas con determinados intereses que son quienes, al final y ante la vacuidad program¨¢tica, acaban imponiendo su modelo de ciudad. Y digo: ?es mucho so?ar con un par de esca?os del movimiento ciudadano y vecinal en una ciudad con el municipalismo tan triturado como Alicante? Probablemente s¨ª.
Manuel Men¨¦ndez Alzamora es profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Jur¨ªdicas de la Universidad Cardenal Herrera-CEU.
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