El genio desmesurado
El musical esc¨¦nico El fantasma de la ¨®pera esperaba desde hace largos a?os una versi¨®n cinematogr¨¢fica solvente. Tal espera, achacable s¨®lo a la desconfianza que suscita el viejo g¨¦nero musical entre los productores de cine (no es casual que aqu¨ª figure como tal Lloyd Weber, que firma tambi¨¦n un gui¨®n que, en un alarde de pedanter¨ªa, olvida recordar que est¨¢ basado en la novela de Gaston Leroux), queda definitivamente zanjada con esta versi¨®n, ampulosa hasta el exceso, pero tal vez no tan diferente de lo que cualquier amante de la pieza original pod¨ªa esperar.
Leroux y obedientemente tambi¨¦n Lloyd Weber y el propio Joel Schumacher concretan una historia en la que la genialidad se da la mano con lo monstruoso, el exceso con lo coreogr¨¢fico, la agon¨ªa amorosa con los celos inhumanos. Y crean un personaje que, como ocurre siempre con los amantes desmedidos que caen en la locura y en el arrebato rom¨¢ntico, es infinitamente m¨¢s interesante que cualquier otro de los personajes de la funci¨®n: dig¨¢moslo claro, por algo la pieza se llama como se llama. Sobre esa anormalidad se construye una funci¨®n que, firmada por quien lo hace, no debe llamar la atenci¨®n sobre su manierismo, los excesos de su puesta en escena, la ampulosidad de sus movimientos de c¨¢mara, su decorativismo tan barroco como excesivo.
EL FANTASMA DE LA ?PERA
Direcci¨®n: Joel Schumacher. Int¨¦rpretes: Gerald Butler, Emmy Rossum, Patrick Wilson, Minnie Driver, Miranda Richarson, Simon Callow. G¨¦nero: musical, EE UU-Reino Unido, 2004. Duraci¨®n: 143 minutos.
Es tan desaforadamente oper¨ªstico (tomando el adjetivo por lo que tiene de hiperb¨®lico) todo que, por momentos, la imagen termina ahogando una partitura que puede gustar m¨¢s o menos, pero cuya fama la ha puesto a buen recaudo ante el embate de quienes poco gustamos de ella. Y en una funci¨®n sin otra sorpresa que el propio exceso de la propuesta, permanece en pie la ortodoxia de la adaptaci¨®n musical, la habilidad con que registros vocales oper¨ªsticos se mezclan con otros de m¨¢s ligera coloratura, en un juego que queda reservado s¨®lo a los amantes del g¨¦nero y a los seguidores de Lloyd Weber.
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