Buenas noticias
La presencia de un director como Semyon Bychkov (San Petersburgo, 1952) al frente de la ONE es una buena noticia, no tanto porque se trate de un buen maestro, sino porque es uno de los nombres que trabajan de continuo con las grandes orquestas del mundo. Y eso, ver aqu¨ª a gente puntera, es asunto del que se hab¨ªa olvidado la filarmon¨ªa madrile?a, nost¨¢lgica de unos viejos, viej¨ªsimos tiempos en los que eso era de lo m¨¢s normal.
Si, adem¨¢s, como ha sucedido, la qu¨ªmica entre la formaci¨®n y su rector de este fin de semana ha sido la conveniente, qui¨¦n sabe si se producir¨¢ un cierto eco, si alguien m¨¢s se animar¨¢ a venir y a contribuir as¨ª a que la reputaci¨®n de una orquesta tan irregular vaya mejorando. Y, de paso, a que la autoestima ayude a unos resultados que no son siempre, ni mucho menos, as¨ª de buenos.
Bychkov es un maestro que exhibe seguridad y mando pero que tambi¨¦n sabe ser flexible y cantar cuando hace falta. Se viste de modo nada convencional y sus gestos revelan m¨¢s eficacia que elegancia. Trajo a Madrid por vez primera el Adagio en forma de rond¨®, de Crist¨®bal Halffter, que ¨¦l mismo hab¨ªa estrenado, con la Filarm¨®nica de Viena, en el Festival de Salzburgo del a?o pasado.
Gran desaf¨ªo
El desaf¨ªo formal que presenta la partitura, y que viene dado en su t¨ªtulo, se condensa en una m¨²sica intensa, formidablemente orquestada, de un dramatismo sereno que se resuelve en un final superlativo que recoge toda la emoci¨®n acumulada. Una vez m¨¢s, Halffter demostr¨® que en sus mejores obras es extra?amente capaz de dotar a sus ideas de una suerte de figuraci¨®n, de carnalidad a trav¨¦s de la puesta en pie de un contenido reconocible -aqu¨ª los desastres del 11 de septiembre- del que no reniega nunca. Gran m¨²sica estupendamente expuesta por la ONE y su maestro y muy bien recibida por el p¨²blico. De alguna manera, se cumpl¨ªan as¨ª las declaraciones de Bychkov a este peri¨®dico acerca de la recepci¨®n de la m¨²sica de hoy, del papel del int¨¦rprete en ese proceso y del fin de toda una dogm¨¢tica filtrada por el tiempo.
El director ruso dedic¨® el resto de su programa a la S¨¦ptima de Shostakovich, una obra que muchas veces se trata desde la pura opulencia sonora, desvirtuando su realidad, volc¨¢ndola hacia un testimonio meramente triunfal cuando es otra cosa. Bychkov resolvi¨® con excelencia el crecimiento din¨¢mico del primer tiempo y supo darle al Moderato y al Adagio su sentido de homenaje a un sufrimiento que no estuvo s¨®lo en la resistencia al sitio alem¨¢n, sino en la posterior represi¨®n estalinista.
La expresi¨®n se mantuvo as¨ª siempre tensa y el mensaje apareci¨® di¨¢fano. En cierta forma tambi¨¦n el concierto se cerraba en la misma clave de humanidad sufriente con que se abri¨®.
Hay que destacar el trabajo de una ONE que respondi¨® con atenci¨®n, con inter¨¦s y con prestaciones solistas de muy buena factura -el fagot Enrique Abargues, sobre todo, en la sinfon¨ªa- a los requerimientos de una batuta con la que pareci¨® sentirse especialmente a gusto. Fue uno de esos conciertos que se querr¨ªa marcaran una velocidad de crucero, un punto de exigencia habitual.
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