El turco
Turqu¨ªa es un pa¨ªs en decadencia, como Espa?a. Sus grandes imperios se vinieron abajo: el otomano, el espa?ol. Ninguno de los dos se ha recuperado. Turqu¨ªa tuvo un jefe que era Kemal Attaturk: para hacerles europeos -puesto que Europa ganaba- les cambi¨® el alfabeto, prohibi¨® los trajes tradicionales musulmanes, puso la capital de verano en la geograf¨ªa de Europa, Constantinopla, a la que llamaron Estambul: la europeizaci¨®n cre¨® un considerable barullo de costumbres, no funcion¨® nunca exactamente, y su historia se desarroll¨® hacia la decadencia: generales ambiciosos, golpes de Estado, dictaduras. La primera vez que estuve era en tiempos de Menderes: un buen miserable. Pero un militar no solamente le ech¨® del cargo, sino que le ejecut¨®: el general Cemal G¨¹rsel. En Espa?a fue as¨ª: reyes cretinos, alguno tambi¨¦n miserable, tipos decididos a impedir cualquier progreso intelectual, otro general presidiendo las ejecuciones y reclamando los viejos tiempos. Dej¨® huellas... Se abren a¨²n las tumbas que ¨¦l abri¨® desde 1936. Tambi¨¦n Espa?a quiso abrirse a Europa; cuando ¨¦l se fue -nunca del todo: a¨²n est¨¢n presentes en nuestra vida cotidiana Carlos V, Felipe II y ?FernandoVII!- entramos en Europa y muchas cosas se alegraron en Espa?a. Ahora se trata de que entre Turqu¨ªa. Se alzan algunas voces en contra: una dice que sus costumbres son b¨¢rbaras, sobre todo con respecto a las mujeres. Bueno, aqu¨ª algunos hombres tambi¨¦n las matan o las torturan. Lo heredamos del judeocristianismo, pero mucho tambi¨¦n de los isl¨¢micos. Pasa en otros pa¨ªses de Europa, y en una proporci¨®n mayor que la de Espa?a. En los cercanos tiempos de Franco a¨²n hab¨ªa atenuantes y hasta eximentes si la mujer era infiel y si era sorprendida en plena infidelidad. Para los turcos, la infidelidad quedaba demostrada si entre los cuerpos de los dos ad¨²lteros no pod¨ªa pasar un hilo. Prueba pr¨¢ctica. No creo que el espa?ol dijera que se estuviesen quietos un momento mientras ¨¦l buscaba el costurero.
La otra objeci¨®n es que, con Turqu¨ªa, entrar¨¢n en Europa, o ser¨¢n europeos, ochenta millones de musulmanes. Pero hab¨ªamos quedado en que Europa no pod¨ªa poner en su constituci¨®n una filiaci¨®n cristiana. Es verdad que no lo era. Parte de nuestra ciencia, de nuestra t¨¦cnica, viene de los jud¨ªos y de los musulmanes. Pero ahora el isl¨¢mico se confunde con el islamista, y ¨¦ste con el terrorista. Un horror. Pero si Europa se abre, puede que Turqu¨ªa cambie. Si no tiene un partido conservador como el nuestro.
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