Los maquillajes turcos
Ya se ha dicho casi todo sobre la entrada de Turqu¨ªa en la UE. Se ha tratado de definir a Europa con y sin ella, de ver las ventajas econ¨®micas y sus peligros, de comprenderla, de darle una oportunidad hist¨®rica. Sin embargo, no puede eludirse que a veces se percibe cierta sensaci¨®n de que todo se ha maquillado bastante ante la opini¨®n p¨²blica, desviando la atenci¨®n del problema de fondo, para no mezclarlo con la pr¨®xima consulta sobre la Constituci¨®n europea. No conviene que los dos asuntos se identifiquen, en la mente de los ciudadanos. Pero lo cierto es que el problema radica en cu¨¢l ser¨¢ el futuro de la estabilidad de Turqu¨ªa a medio plazo.
No se cuestiona la europeidad de Turqu¨ªa, sino el riesgo futuro de su islamismo. Todo lo que se esgrime por parte de los Gobiernos de la UE, empezando por la Comisi¨®n, siempre poco entusiasta, y de lo que se defiende Turqu¨ªa, es s¨®lo una cortina de humo para no ver la realidad, o al menos una de las caras de la realidad: el futuro incierto de una sociedad que se proclama isl¨¢mica con un Gobierno que lo es, y con un Parlamento, el turco, dividido incluso en el seno del partido mayoritario, el AKP.
Es indudable que lo que nadie le pide a Turqu¨ªa son garant¨ªas de que el islamismo no ser¨¢ un problema ni un peligro. O en todo caso se ha planteado muy burocr¨¢ticamente y muy de puntillas, por temor a remover fantasmas en casa propia. Los argumentos de Turqu¨ªa lo son a la defensiva, y todos van orientados a centrar el asunto en otras cuestiones a priori m¨¢s inmediatas: demostrar que Europa no es un club cristiano de socios exclusivistas, que Turqu¨ªa est¨¢ en la base de la construcci¨®n identitaria de Europa (cosa que es cierta, aunque sea por el mero hecho de haber sido un referente "a la contra" de esa construcci¨®n), que Turqu¨ªa ha hecho los deberes en materia de derechos humanos, crecimiento econ¨®mico, atenci¨®n a las minor¨ªas, y, en fin, supresi¨®n de la pena de muerte o modificaci¨®n de su c¨®digo penal y de su Constituci¨®n.
Con todo, las reformas apenas emprendidas por el Gobierno turco se han utilizado como un chantaje por parte de Turqu¨ªa, y la aceptaci¨®n de su adhesi¨®n como una amenaza: si no entramos, ser¨¢ peor, las fronteras con terceros Estados poco o nada democr¨¢ticos se desestabilizar¨¢n, tendremos al enemigo a las puertas, pactaremos con un ¨¢mbito econ¨®mico y militar diferente, con Rusia a la cabeza, no seremos f¨¢ciles, etc¨¦tera.
Pero en la base de todo, en los tiempos que corren por el mundo, hay un recelo por el que se ha pasado sin profundizar, por miedo a ser una reflexi¨®n tachada de xen¨®foba: el creciente islamismo de la sociedad turca. Nadie lo quiere plantear como un problema real, porque nadie se lo acaba de creer, o no se lo quiere creer. Se esgrimen argumentos tales como que desde siempre ha sido una sociedad que ha sabido dividir entre el Estado (de corte militar) y lo religioso, que las mezquitas no han formado parte de los distintos gobiernos (hasta, parad¨®jicamente, hoy en d¨ªa, con el gobierno de un partido isl¨¢mico, el AKP), incluso se llega a o¨ªr que ese asunto del islamismo de Erdogan es un "tema menor", "est¨¢ desactivado", o "es una cuesti¨®n superada". ?C¨®mo va a ser menor la evidencia de que un partido cuyas pr¨¦dicas pol¨ªticas tienen por base el islam haya llegado al poder y con mayor¨ªa, precisamente en una sociedad que se consideraba eminentemente laica? ?C¨®mo va a estar desactivado un hecho que activa en toda Europa una de sus inc¨®gnitas mayores y uno de sus desaf¨ªos de convivencia y seguridad m¨¢s alarmantes desde el comunismo? ?C¨®mo se va a tener por superada una cuesti¨®n que en los ¨²ltimos a?os se presenta como el reto del futuro di¨¢logo entre precisamente Europa y el mundo musulm¨¢n? Hay muchos maquillajes en esta historia.
Para quienes temen que en un plazo de apenas quince o veinte a?os Europa tenga al islamismo entre sus debates pol¨ªticos y sus problemas de mayor alcance, con unos cien millones de musulmanes entre su poblaci¨®n y con sus representantes en las instituciones decisorias europeas, Turqu¨ªa representa muchas inc¨®gnitas. Las dudas sobre el futuro ya estaban en las consideraciones preliminares de la Resoluci¨®n del Parlamento Europeo del 20 de mayo de 2003. Pero tambi¨¦n esa Resoluci¨®n, a decir verdad, expresaba el reconocimiento obvio de que una sociedad isl¨¢mica puede aceptar los valores universales de la democracia. Turqu¨ªa sin duda puede ser la v¨ªa integradora de las corrientes m¨¢s reformistas del islamismo y la demostraci¨®n real de que puede existir un Estado laico, con garant¨ªas democr¨¢ticas y de derecho, en una sociedad isl¨¢mica. Pero tambi¨¦n puede ser una sociedad a la que se le exijan tantas y tan aceleradas reformas que no las pueda soportar, y acaben por generar estallidos incontrolados de facciones islamistas muy consolidadas en todo el mundo musulm¨¢n.
Cierto es que Turqu¨ªa ha sido utilizada cuando ha convenido y en el fondo, claro, eso tiene un precio. Ha habido muchas mentiras e hipocres¨ªas maquilladas en todo el proceso que culmina ahora en diciembre de 2004, con la aprobaci¨®n de la posible adhesi¨®n de Turqu¨ªa como Estado miembro. Para ello se abrir¨¢ una larga negociaci¨®n que culminar¨¢ en el 2015 o el 2020, siempre m¨¢s lejos y m¨¢s all¨¢. Un proceso que los turcos conciben como una paciente estancia en la cubierta de un barco en espera de que el capit¨¢n les asigne un camarote, pero ya est¨¢n en el barco, y que los europeos, los due?os del barco, lo conciben como un largo examen y que puede acabar echando por la borda a los turcos en cuanto algo no se ajuste a los requisitos, duros requisitos, exigidos. Hay mucha hipocres¨ªa porque en el fondo, seg¨²n algunas fuentes diplom¨¢ticas y pol¨ªticas, lo que en realidad desear¨ªan que ocurriera es que la propia sociedad turca no pueda soportar el largo proceso de negociaciones, se desestabilice precisamente por su base islamista y se llegue a un punto en que se negocie su estatus de pa¨ªs amigo privilegiado, pero no miembro. Turqu¨ªa, por su parte, tiene que demostrar todav¨ªa algo que se da por sentado pero que no lo est¨¢ en absoluto: si el alcance de sus reformas, apenas iniciadas, llegar¨¢ al fondo de su propia sociedad y si madurar¨¢n en un Estado estable o por el contrario todo es una estupenda representaci¨®n muy bien maquillada por turcos y europeos para pasar los tr¨¢mites imparables de la adhesi¨®n.
Adolfo Garc¨ªa Ortega es escritor y autor de El comprador de aniversarios.
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