Anthony Sampson, periodista y escritor
Decir que Anthony Sampson fue un gran periodista ser¨ªa quedarse muy corto. Fue muchas cosas m¨¢s pero, ante todo, fue una grand¨ªsima persona.
Despu¨¦s de tres a?os en la armada real brit¨¢nica al final de la Segunda Guerra Mundial, y tres m¨¢s en la Universidad de Oxford obteniendo un t¨ªtulo en literatura inglesa, inici¨® lo que ser¨ªa su carrera de la manera m¨¢s inesperadamente osada. En 1951 se fue, con 25 a?os, a Sur¨¢frica (pa¨ªs que desconoc¨ªa) a dirigir una revista (del periodismo no sab¨ªa nada) en la que todos los reporteros y fot¨®grafos eran negros. Lo cual s¨®lo hubiera tenido un inter¨¦s anecd¨®tico de no ser por el hecho de que en aquel momento Sur¨¢frica estaba viviendo la era m¨¢s injusta, oscura y despiadada del apartheid.
El gran logro de Sampson -un ingl¨¦s a su vez comedido y encantador- fue superar las humillaciones del sistema pol¨ªtico surafricano y utilizar la revista, llamada Drum, como instrumento para transmitir al pa¨ªs y el mundo la energ¨ªa, alegr¨ªa y creatividad que perduraba a pesar de todo en la comunidad negra por m¨¢s que el r¨¦gimen intentase extinguir su esp¨ªritu. Casi igual de extraordinaria fue la capacidad de Sampson, hombre de familia acomodada, de integrarse de manera generosa y natural en el mundo negro de Sur¨¢frica. As¨ª fue como, a mediados de los a?os cincuenta, conoci¨® a Nelson Mandela en un bar donde nunca anteriormente se hab¨ªa visto una cara blanca.
Sampson y Mandela se volvieron a ver en 1964 en el juicio en el que el l¨ªder del Congreso Nacional Africano fue condenado a cadena perpetua por subversi¨®n. Sampson, en aquel momento corresponsal del Observer de Londres, hizo algo que los defensores de la famosa objetividad en el periodismo hubieran considerado una aberraci¨®n: durante el juicio ayud¨® a Mandela a redactar un discurso que dar¨ªa la vuelta al mundo.
Ambos se volvieron a ver 27 a?os m¨¢s tarde, cuando Mandela sali¨® de la c¨¢rcel, y no fue ninguna sorpresa que Sampson fuera el elegido para escribir la biograf¨ªa autorizada del gran l¨ªder africano. La confianza y compenetraci¨®n entre los dos fue tal que, a la hora de repasar la versi¨®n final del libro, Mandela s¨®lo sugiri¨® dos correcciones. La biograf¨ªa es un trabajo monumental, el punto final a una carrera en la que escribi¨® una docena de libros, casi todos aclamados, especialmente su Anatom¨ªa de Gran Breta?a, un estudio tan detallado como el t¨ªtulo sugiere sobre c¨®mo funciona la estructura de poder en el pa¨ªs donde naci¨®.
Sampson fue un hombre que siempre provoc¨® admiraci¨®n sin nunca despertar ni envidia ni rencor. Tuvo ¨¦xito en todo lo que se propuso, pero su estilo fue retra¨ªdo, discreto. Prefer¨ªa escuchar a opinar. Llamar la atenci¨®n a sus indudables logros le hubiera parecido una imperdonable groser¨ªa. Fue generoso no consigo mismo, sino con los dem¨¢s, especialmente a la hora de animar a periodistas j¨®venes en los que detectaba talento y ganas.
Pero ante todo, Sampson fue admirado por todos los que le conocieron (se podr¨ªa decir casi sin excepci¨®n) por la serena autoridad moral que emit¨ªa. Nadie jam¨¢s puso en cuesti¨®n su integridad, o su sagacidad. Uno intu¨ªa al estar con ¨¦l que se trataba de alguien que hab¨ªa llegado m¨¢s lejos que la gran mayor¨ªa de nosotros en descifrar lo que realmente importa en la vida; lo que tiene valor, y lo que no.
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