Ordal¨ªa
REFLEXIONANDO ACERCA del talento de la que fue su profesora de m¨²sica y circunstancial amante, una extraordinaria virtuosa que jam¨¢s se atrevi¨® a mostrar en p¨²blico su indudable genio, Pascal Quignard, en su novela-ensayo Vida secreta (Espasa), comenta el infantil miedo que asedia a algunos artistas ante una exhibici¨®n de sus facultades, como si ¨¦sta fuera equivalente a morir cada vez que se manifiestan creativamente. "Tocar en p¨²blico, crear, exponerse, poder morir", apostilla este mismo autor, "no se distinguen entre s¨ª. Por eso, adem¨¢s, vemos a personas rebosantes de talento que se quedan en la opci¨®n de matar. Las llamamos cr¨ªticos. Alguien que ha tenido mucho miedo a morir. En las grandes capitales de las naciones occidentales y norteamericanas podemos ver cara a cara a quienes pueden morir y resucitar y a quienes no pueden resucitar y matan. A eso lo llamamos vida cultural. Debo a?adir que la palabra cultura no es adecuada. Pero subrayo que la palabra vida es a¨²n m¨¢s impropia".
Aunque me parece muy sugestiva la contraposici¨®n que hace Quignard entre la acci¨®n de crear como expresi¨®n a muerte de un narcisismo subjetivo y la de juzgar lo creado como su objetivaci¨®n letal, es dif¨ªcil hallar un artista sin esp¨ªritu cr¨ªtico, y, a¨²n menos, en nuestra sociedad contempor¨¢nea, para la que la difusi¨®n p¨²blica masiva del arte es casi inseparable de la creaci¨®n. Por otra parte, no s¨®lo abundan hoy mucho m¨¢s los artistas que los cr¨ªticos, quiz¨¢ en una proporci¨®n de mil a uno, sino que el p¨²blico ha renunciado a su esp¨ªritu cr¨ªtico, no en funci¨®n del dictamen de los escasos profesionales dedicados a este menester, sino relegando su respuesta al molde fraguado por los medios de comunicaci¨®n, los aut¨¦nticos gestores de la fama o, si se quiere, de la "publicidad", lo que corresponde dar a conocer al p¨²blico.
En su ensayo El cr¨ªtico como artista, Oscar Wilde afirmaba que "una ¨¦poca sin cr¨ªtica es, o bien una ¨¦poca en la que el arte es inm¨®vil, hier¨¢tico y restringido a la repetici¨®n de tipos formales, o bien una ¨¦poca que carece de arte en absoluto". Luego a?ad¨ªa que ha habido ¨¦pocas cr¨ªticas en que no han sido muy creadoras, pero nunca una ¨¦poca creadora que no hubiese sido tambi¨¦n cr¨ªtica. Teniendo en cuenta los miles de productos que se expenden como novedades en el cada vez m¨¢s rentable mercado cultural y su masivo consumo acr¨ªtico, se podr¨ªa llegar a pensar, seg¨²n la pauta de Wilde, que, en nuestra ¨¦poca, parad¨®jicamente, no hay arte, o, en cualquier caso, menos arte y m¨¢s superficial que en otros periodos hist¨®ricos de escasa difusi¨®n p¨²blica.
Sea como sea, volviendo sobre la contraposici¨®n formulada por Quignard entre crear muriendo y criticar matando, se me ocurre que los artistas contempor¨¢neos dignos de resucitar ser¨¢n s¨®lo aquellos capaces de sobrevivir a su propia ordal¨ªa, o, en fin, quienes lleven al extremo la consigna creativa de, como quien dice, "morir matando".
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