Danza de las mutaciones
Como casi es obligado en el lugar donde se ubica esta exposici¨®n (el Palacio de Cristal del parque del Retiro de Madrid), y, naturalmente as¨ª suele estar programado, la obra exhibida por Javier P¨¦rez, nacido en Bilbao en 1968, es una instalaci¨®n ad hoc. Como tal, se inserta dial¨¦cticamente con la delicada arquitectura de hierro y cristal del transparente edificio, rodeado por la naturaleza del parque que lo circunda.
Al resaltar la naturaleza del lugar, con todo su potencial ambiental contaminante, no lo hago con una mera intenci¨®n ret¨®rica, sino porque, en el presente caso, no s¨®lo se cumple a la perfecci¨®n con esta casi obligada finalidad, sino que, a mi juicio, muy pocas veces ha brillado el empe?o art¨ªstico a m¨¢s y mejor altura. Aunque, para quien haya seguido la todav¨ªa corta, pero muy intensa, trayectoria de Javier P¨¦rez, sin duda uno de los creadores m¨¢s interesantes del arte ¨²ltimo de Espa?a, el presente proyecto creaba expectaci¨®n, su resultado es a¨²n m¨¢s admirable de lo imaginado.
JAVIER P?REZ
'Mutaciones'
Palacio de Cristal
Parque del Retiro. Madrid
Hasta el 17 de enero de 2005
Como les ocurre a la mayor¨ªa de los artistas j¨®venes de hoy, la versatilidad t¨¦cnica de Javier P¨¦rez es total, movi¨¦ndose no s¨®lo entre las fronteras de las artes, de los g¨¦neros y de los soportes, sino transitando asimismo con perfecta libertad por la narratividad y lo simb¨®lico; pero como a muy pocos les acaece, P¨¦rez posee el preciado talism¨¢n de una po¨¦tica propia que, por decirlo de alguna manera, contiene, por una parte, el aliento rom¨¢ntico de la totalidad, y por otra, un sentido vertical de la transparencia, que no s¨®lo ahonda de la ra¨ªz al cielo, sino que concierta su misteriosa escala espacio-temporal. En cierta manera se ensimisma en su propia naturaleza org¨¢nica para proyectarse por los vericuetos, si no insondables, s¨ª sombr¨ªos del cosmos. En la presente instalaci¨®n, el artista arranca con la naturaleza milenaria del olivo, hincado sobre la tierra roja, y la circulaci¨®n de sus mutantes refracciones, que combinan, como si se tratase de un mapa corporal org¨¢nico, los fluidos y los sonoros latidos, estuchados por el fuego de los vidrios soplados y la helada rigidez de los metales, que hacen rebotar las fugaces luces milenarias.
Es dif¨ªcil sintetizar la com
plejidad de esta orquestaci¨®n luminosa, que recorre todo el diapas¨®n crom¨¢tico, desde la espesura del rojo hasta las reverberaciones plateadas, los cuatro elementos, su replicaci¨®n artificial y sus ecos visuales y sonoros. Emplazado en el centro de la caja de cristal, y a la vista del oto?al rumor de la naturaleza circundante, Javier P¨¦rez ha construido el adentro del paisaje, su entra?able e invisible maquinaria interna. Arrastrado por esta transparencia del interior del afuera, nos sentimos ¨ªntimamente concernidos por esta poes¨ªa de lo natural de la naturaleza, y esta vivencia nos hace vulnerables, pero tambi¨¦n alados: mortales, formamos, empero, una parte constitutiva de la luz, de una energ¨ªa que retrepa hasta la noche de los tiempos. La escenificaci¨®n de este mensaje convierte al creador en un rapsoda del devenir c¨®smico, en cuyo l¨ªrico recorrido cabe cada pulsaci¨®n del m¨¢s fr¨¢gil cuerpo org¨¢nico como la visi¨®n sinf¨®nica de la expansi¨®n del universo, la gravedad entr¨®pica de la materia, pero asimismo el vol¨¢til chisporroteo de las ondas: una cosmograf¨ªa, en la que el morir es s¨®lo un episodio en la danza infinita de las mutaciones.
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