La buena educaci¨®n
Aunque la hoja de servicios de Jorge de Cominges (Barcelona, 1945) destaque su trabajo como t¨¦cnico cinematogr¨¢fico, cr¨ªtico, periodista o novelista, sospecho que su principal actividad ha sido ver pel¨ªculas. Acerc¨¢ndose siempre a las primeras filas, doy fe de que De Cominges fue un asiduo a much¨ªsimos cines que ya no existen y que han sido recreados literariamente por, entre otros, Juan Mars¨¦ o Terenci Moix. Tras haber cultivado la ficci¨®n en sus anteriores libros, De Cominges propone un volumen de memoria pura, centrado en los a?os de infancia, adolescencia y juventud (1945-1971). Este periodo vital, atrapado por un par¨¦ntesis que tiene la melanc¨®lica solemnidad de una l¨¢pida, est¨¢ narrado con una premeditada distancia y un estilo notarial, sin subidones estil¨ªsticos ni derrames de nostalgia ("la vida es, en realidad, lo que uno recuerda de ella"). El resultado es el retrato de una Barcelona que est¨¢ en los ant¨ªpodas de la recreaci¨®n lumpen, con sus gomas, lavajes o histri¨®nicas apolog¨ªas de la mugre.
MEMORIAS DE UN EXTRA?O
Jorge de Cominges
Seix Barral. Barcelona, 2004
254 p¨¢ginas. 17 euros
De Cominges pertenece a
una sociedad que gan¨® la guerra, marcada por las apariencias y las buenas maneras, en la que confluyen oficios de poder y de gloria: abogados, monjas, militares. Apellidos de la Barcelona franquista desfilan por pedidas de manos, primeras comuniones, viajes al extranjero, visitas al Liceo, y forman un Frankenstein construido con p¨¢ginas de ecos de sociedad de la revista ?Hola!, elementos de cr¨®nica memorial¨ªstica, visitas al para¨ªso artificial del cine y retazos de diario personal. Porcioles, Vidal-Quadras, Samaranch, son linajes del blanco y negro que van dejando pistas por las que se desliza la memoria de De Cominges, meticulosa, elegante, demasiado discreta para ser chismosa y con una voluntad de detalle que parece destinada m¨¢s a familiares y amigos que a lectores desconocedores de aquella realidad. Sin el melodramatismo de La mala educaci¨®n almodovariana, De Cominges describe una buena educaci¨®n construida sobre una extra?eza constante por lo vivido y que, lejos del malditismo hard y los naufragios adictivos, sobrevive a casi todo. Infancia fr¨¢gil de rosario y tosferina, visiones de pamelas chic, tardes interminables admirando a Gina Lollobrigida o Sof¨ªa Loren, mitoman¨ªas, colegios suizos, Universidad y descubrimiento de las corrientes liberales, servicio militar embrutecedor, noviazgos y maremotos existenciales, los elementos se acumulan para participar en un ejercicio de memoria que, en su leg¨ªtima voluntad de ser fiel a un tiempo que De Cominges define de "aburrido y gris", a veces se contagia de esta adjetivaci¨®n. Entonces se echa de menos m¨¢s esfuerzo reflexivo y ciertas digresiones sobre las contradicciones morales, sociales o emocionales de este tiempo. A no ser, claro est¨¢, que todo responda a una voluntad de coherencia con el discreto encanto de la burgues¨ªa.
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