El cr¨ªtico que no se cas¨® con nadie
Ya no hay manera de librarse de ¨¦l, sobre todo ahora, cuando se cumplen los dos siglos de su nacimiento, que tuvo lugar el 23 de diciembre del a?o 1804 en Boulogne-sur-Mer, hijo de un peque?o funcionario provincial fallecido el 4 de octubre anterior -que por su parte utiliz¨® en vida una part¨ªcula nobiliaria (el "de") que su hijo ignor¨®, ironizando cuando un Honor¨¦ "de" Balzac se lo invent¨® y autoadjudic¨®- y que llegar¨ªa a ser bajo su nombre limpio y a secas, Charles Augustin Sainte-Beuve, el mayor cr¨ªtico literario de la historia de Francia, a lo largo de una carrera de escritor que, entre pitos y flautas -cinco libros de poes¨ªa, una novela larga y otras cortas, ensayos, cr¨ªticas incesantes y cartas innumerables, as¨ª como numerosos in¨¦ditos (?Mis venenos!, 1926) recogidos por cuidadosos secretarios y disc¨ªpulos, acerc¨¢ndose al centenar de vol¨²menes-, ha recogido al final la posteridad despu¨¦s de una serie de bandazos de los que ha salido indemne al parecer para siempre, caso hasta hoy in¨¦dito en la historia de la cr¨ªtica literaria universal.
No soport¨® a Balzac, ni al Chateaubriand pol¨ªtico del final, no entendi¨® a Stendhal novelista, pues le consideraba un periodista
Hijo p¨®stumo y ¨²nico, fue cria
do por su madre, a la que acompa?aban una abuela inglesa y una t¨ªa, primero en Boulogne y en Par¨ªs despu¨¦s, destacando pronto en las humanidades -lat¨ªn y griego-, aunque su primera vocaci¨®n fue la medicina, que estudi¨® durante cuatro a?os, antes de empezar, como por libre y a trav¨¦s s¨®lo de sus continuas lecturas, a publicar art¨ªculos de cr¨ªtica literaria en Le Globe, adonde le llev¨® uno de sus maestros a partir de 1824.
Para empezar destac¨® con sus primeros trabajos sobre Chateaubriand (Ren¨¦) y Victor Hugo (Odas y baladas), con quien llegar¨ªa a entablar relaciones de amistad despu¨¦s, pues eran vecinos que viv¨ªan en la misma calle, llegando a formar parte del primer cen¨¢culo rom¨¢ntico -con Musset, Vigny, Gautier- del poeta, aunque no particip¨® en el escandaloso ¨¦xito de Hernani.
En 1828 se impuso como cr¨ªtico ya famoso con los dos tomos de Cuadro hist¨®rico y cr¨ªtico de la poes¨ªa y el teatro franc¨¦s en el siglo XVI, que, bajo capa de defender al naciente romanticismo, ya iniciaba un regreso a la literatura m¨¢s cl¨¢sica, coincidiendo tambi¨¦n con sus relaciones con Ad¨¨le Foucher, la esposa ya exprimida (cinco hijos) y algo abandonada de Victor Hugo, enfrascado en una larga carrera de ¨¦xitos escandalosos y amantes sucesivas.
Como pudo, Sainte-Beuve consol¨® a Ad¨¦le, fue padrino de la ¨²ltima de sus hijas, hasta que en 1829 public¨® an¨®nimo su primer libro de poemas, Vida y poes¨ªas de Joseph Delorme, mientras iniciaba sus colaboraciones en La Revista de Par¨ªs y en La Revista de los Dos Mundos despu¨¦s, donde ya hizo c¨¦lebres sus Retratos literarios, que luego ir¨ªa recopilando en numerosos vol¨²menes. En 1834 asiste a la lectura de las Memorias de ultratumba de Chateaubriand en el sal¨®n de Madame R¨¦camier y publica an¨®nimamente tambi¨¦n la novela Voluptuosidad, donde se cuentan disfrazadas sus relaciones con Madame Hugo.
Como se ve, el triunfo con su trabajo de cr¨ªtico fue en todo caso anterior a su -relativo- fracaso como poeta y narrador, pues la novela citada y sus poes¨ªas se reeditaron cinco veces a lo largo de su vida y fueron muy apreciadas por el mismo Baudelaire, de quien fue buen amigo (como de Gustave Flaubert y de George Sand).
La ruptura de sus relaciones con Madame Hugo, que decidi¨® seguir con su marido pese a todo, le impuls¨® a aceptar un encargo de la Universidad de Lausana, donde dio un curso entero sobre el fen¨®meno de Port-Royal, el famoso monasterio que alberg¨® el n¨²cleo intelectual y religioso del "jansenismo", donde intervinieron numerosas corrientes literarias del siglo XVII, desde Pascal a Racine, que luego Sainte-Beuve ampliar¨ªa en su obra maestra del mismo t¨ªtulo, en seis vol¨²menes, que se publicaron de 1840 a 1859.
Mientras tanto, el cr¨ªtico fue designado conservador de la Biblioteca Mazarino, fue elegido en 1845 miembro de la Academia, donde el discurso de entrada lo pronunci¨® su antiguo amigo Victor Hugo, y dimiti¨® despu¨¦s (1848) de la biblioteca citada por un falso esc¨¢ndalo (hab¨ªa gastado cien francos en el arreglo de una chimenea, que luego pag¨® de su bolsillo) y se march¨® a la Universidad de Lieja, donde pronunci¨® otro curso que dio lugar a los dos tomos de Chateaubriand y su grupo literario bajo el Imperio.
A su regreso, sigui¨® publicando sin parar art¨ªculos que recog¨ªa en sus Retratos literarios, los Retratos de mujeres, las Charlas del lunes o los Nuevos lunes, dio cursos en la Escuela Normal, aunque no en la Sorbona, public¨® un Estudio sobre Virgilio, y muri¨® su madre, que le leg¨® su casa definitiva en la calle de Montparnasse. Altern¨® tambi¨¦n colaboraciones entre diversas empresas y al final de su vida se llev¨® en principio bien con el r¨¦gimen de Napole¨®n III, sobre todo por sus buenas relaciones con la princesa Matilde Bonaparte.
Fue uno de los fundadores de las "cenas Magny" (con los Goncourt, Flaubert, Taine, Turgu¨¦nev, etc¨¦tera) y el r¨¦gimen le hizo senador, aunque sus primeras intervenciones, sobre la libertad de prensa y la de ense?anza, no sentaron demasiado bien en las alturas, lo que le llev¨® a abandonar la prensa oficialista y a re?ir con su amiga la princesa Matilde, aunque se reconciliar¨ªan poco antes de su muerte. Muerte que al cr¨ªtico, enfermo y operado aunque trabajador hasta el final, le llegar¨ªa -qu¨¦ oportunidad- el 13 de octubre de 1869, un a?o antes de la derrota de Sed¨¢n que termin¨® con la farsa del Segundo Imperio, siendo enterrado, tras funerales civiles, tres d¨ªas despu¨¦s en el cementerio Montparnasse.
En resumen, este campe¨®n del
"m¨¦todo autobiogr¨¢fico" -que no lo era tanto- fue siempre un defensor del equilibrio, la moderaci¨®n y la elegancia, de las mujeres (Madame De Sevign¨¦), de los moralistas (La Rochefoucault) y de los discretos, y sobre todo un esp¨ªritu rabiosamente independiente y libre, que no se cas¨® con nadie (muri¨® soltero), aunque flirte¨® con todos y todas las que pudo (pese a padecer una malformaci¨®n, un hipospadias o desviaci¨®n de uretra), ni con su familia, ni con sus amigos, ni con sus empresas, ni con las religiones y ni siquiera con las ideolog¨ªas dominantes de su tiempo.
Respet¨® al ¨²ltimo Victor Hugo en el exilio, no soport¨® nunca a Balzac, ni al Chateaubriand pol¨ªtico del final, no entendi¨® al Stendhal novelista, pues le consideraba un periodista, y cre¨ªa que para entender a un creador ten¨ªa que conocer sus relaciones con la religi¨®n, con la naturaleza, con las mujeres y con el dinero.
Eso fue todo, y asimismo ha seguido hasta hoy, como el ave f¨¦nix, resucitando de entre las cenizas de una literatura que siempre nos ense?a el camino para seguir adelante y resucitar siempre y pese a todo, pues en literatura no hay m¨¢s camino que el de creer solamente en ella, crey¨¦ndola siempre independiente y libre, pues no hay otro, y nada m¨¢s, gracias y adelante.
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