Las dos caras de la Navidad
Este invierno est¨¢ teniendo el color azulado y fr¨ªo de las pel¨ªculas europeas que tan bien le ha venido siempre a las historias de espionaje. De pronto, el bombazo, el tiro a bocajarro, la metralla, han dejado paso al legendario y m¨¢s sibilino m¨¦todo para eliminar al contrario del envenenamiento. Un procedimiento se dir¨ªa que incluso refinado para los tiempos que corren. Es m¨¢s, da la impresi¨®n de que este acto mal¨¦volo encierre cierta nostalgia por el g¨¦lido pasado de la KGB (experta en hacer desaparecer a la gente no s¨®lo del presente, sino del pasado, borrando fotos y nombres), el tel¨®n de acero y las absorbentes y maravillosas novelas de John Le Carr¨¦. La imagen del rostro atractivo de V¨ªktor Y¨²shenko junto al mismo rostro deformado y horroroso en las portadas de los peri¨®dicos nos ha pillado desprevenidos, m¨¢s que nada por estar acostumbrados a una brutalidad de otro tipo. Y, atenci¨®n, porque con este caso se podr¨ªa hacer una novela, una pel¨ªcula y una serie de televisi¨®n por lo menos. Y es que detr¨¢s de la desfiguraci¨®n del l¨ªder de la oposici¨®n ucrania a la presidencia hay un hombre que fue guapo, con una posible historia sentimental adem¨¢s de pol¨ªtica; hay una esposa que ha tenido que encajar la nueva situaci¨®n; est¨¢ la llamada dioxina Seveso, causante de la intoxicaci¨®n, con unos laboratorios de origen, que ellos sabr¨¢n para qu¨¦ la fabrican. Y dar¨ªa para algunas p¨¢ginas de inter¨¦s el relato de con qui¨¦n comparti¨® las comidas a las que asisti¨® a principios de septiembre, fecha en que Y¨²shenko se sinti¨® enfermo. Habr¨ªa que saber si llevaban los platos ya preparados desde la cocina o si los invitados se serv¨ªan de una misma fuente, y cantidad de detalles que convierten a la sospecha en todo un arte e incluso una necesidad. ?Qu¨¦ habr¨ªa sido del cine de Hitchcock sin la sospecha, la duda y la incertidumbre? ?Qu¨¦ ser¨ªa de nosotros si crey¨¦semos a pies juntillas todo lo que nos dicen los pol¨ªticos? Un poco de suspicacia y de recelo pueden servirnos de vacuna contra la manipulaci¨®n; pero tambi¨¦n es cierto que en exceso nos conducen al huerto de esas conspiraciones fant¨¢sticas tipo Expediente X que tanto se llevan ahora. Las sospechas, emanadas de mentes retorcidas, bien dosificadas, pueden intoxicar tanto como la dioxina, y lo sorprendente es que, mientras la cara no se deforme, siempre hay gente dispuesta a dejarse envenenar.
Sin embargo, lo extra?o del caso es que esta sustancia, seg¨²n los expertos, es capaz de matar animales y dif¨ªcilmente a las personas, aunque la concentraci¨®n administrada al candidato haya sido 1.000 veces superior a lo tolerable. Por lo que se podr¨ªa aventurar que el objetivo no era quitarle de en medio f¨ªsicamente, sino est¨¦ticamente. Y aqu¨ª entrar¨ªan en juego complejos de inferioridad e inquietantes proyecciones psicol¨®gicas de sus enemigos, que seguramente se encontrar¨ªan mucho m¨¢s feos que ¨¦l. ?Temer¨ªan que fuese su belleza decisiva en el tir¨®n electoral? ?Ganar¨¢ la segunda vuelta de unos comicios bajo sospecha, ahora que su aspecto ha cambiado a mucho peor? Las im¨¢genes de Y¨²shenko nos han impactado por la notoriedad del personaje, pero no hay nada nuevo bajo el sol en cuesti¨®n de maldad. Quien haya le¨ªdo o visto Yo, Claudio habr¨¢ comprobado c¨®mo en la Roma imperial no paraban de envenenarse unos a otros, lo que deb¨ªa de implicar un aut¨¦ntico sinvivir y un no atreverse a picar nada entre horas. Lo encontraban f¨¢cil, c¨®modo y limpio, y desde luego menos agresivo que clavarle un cuchillo a la v¨ªctima, que es m¨¢s o menos como se mataba en aquella ¨¦poca. Tambi¨¦n en un primer momento se temi¨® que Arafat hubiese sido sometido a semejante procedimiento, un recurso llamativo en una zona tan tiroteada que las balas deben de parecer algo as¨ª como insectos cruzando el aire.
Pero en Y¨²shenko, adem¨¢s, se ha cumplido otra aberraci¨®n: la de intentar aniquilar la identidad de una persona distorsion¨¢ndole las facciones. Cu¨¢ntas mujeres hay en el mundo a quienes sus parejas despechadas les han arrojado ¨¢cido a la cara, quiz¨¢ para as¨ª acabar con el objeto de su deseo y con su sensaci¨®n de frustraci¨®n. Cu¨¢nta perversidad y rencor en el coraz¨®n humano, cu¨¢nta falta de escr¨²pulos. Ayer fue Navidad. Mi familia y yo comimos cordero, turrones e incluso bebimos cava, y en el sopor de la sobremesa empezamos a divagar sobre las dos caras de Y¨²shenko. Al rato tomamos caf¨¦ con los correspondientes polvorones, y como nos encontr¨¢bamos demasiado despejados nos servimos unos cubatas, que nos animaron a abordar el eterno tema del Bien y el Mal. En familia se habla mucho porque se pueden decir todas las tonter¨ªas que se quieran, de modo que as¨ª continuamos hasta el anochecer, en que decidimos salir a la calle. Madrid estaba fr¨ªo, iluminado y la gente se hab¨ªa refugiado en los cines.
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