Alcoholemias
Estravagario (La 2), la reuni¨®n literaria de amigos que cada semana organiza Javier Rioyo, habl¨® de la generaci¨®n po¨¦tica de los cincuenta. Testimonios, recomendaciones y la alusi¨®n recurrente a las copas como motor creativo de este grupo de poetas.
L¨ªquido
Rioyo incluso habl¨® de la Generaci¨®n del Alcohol. ?Cu¨¢nto tuvieron que beber esos t¨ªos para superar el ya de por s¨ª alt¨ªsimo nivel de consumo et¨ªlico de su gremio? Ferrater, Barral, Goytisolo, Gonz¨¢lez, Gil de Biedma, Caballero Bonald compitieron en talento pero tambi¨¦n en vocaci¨®n espongiforme. Esta apolog¨ªa de la bebida no debe ser malinterpretada. Un gran poeta macerado en ginebra tendr¨¢ que superar resacas y adicciones pero, en los momentos de tregua, ser¨¢ capaz de escribir unos versos eternos. Mientras que un poeta mediocre que crea que beber le asegura el talento s¨®lo podr¨¢ destacar en la concurrida liga de los borrachos.
Gaseoso
En su ensayo Los usos de la televisi¨®n, John Hartley diferencia el vistazo de la mirada. Es un matiz que ya prev¨¦ el diccionario, pero no est¨¢ de m¨¢s recordarlo. La diferencia estriba en la intensidad y la atenci¨®n del espectador. Los que miran est¨¢n m¨¢s atentos que los que s¨®lo echan un vistazo, y, adem¨¢s, para interpretar lo que se ve, el vistazo se fija en detalles superficiales e inmediatos. Viendo seg¨²n qu¨¦ programas, parece que sus responsables est¨¦n m¨¢s pendientes del espectador-vistazo que del espectador-mirada. Otra interesante reflexi¨®n de Hartley: "La televisi¨®n utiliza medios premodernos (modos orales y visuales) para comunicar verdades modernas (el progreso racional hacia la libertad y el confort) a sociedades posmodernas (formadas por consumidores y audiencias con identidades m¨®viles)".
S¨®lido
La publicidad navide?a promociona los pecados capitales. El famoso esp¨ªritu de la Navidad, tan exprimido por el sentimentalismo, ha sido secuestrado por el mercado y produce en el espectador emociones y satisfacciones inmediatas. La gula, generada por esos desfiles de turrones, jamones, aceitunas y polvorones. La lujuria, gaseada por anuncios de perfumes cargados de un erotismo impl¨ªcito, expl¨ªcito, descapotable y con tracci¨®n trasera. La avaricia, a lomos de planes de pensiones y prestamistas ma?aneros. La envidia, que nos hace desear el coche, la casa, los abdominales o el tel¨¦fono del pr¨®jimo. La soberbia, resumida en la dependencia a una hipoteca de la que somos capaces de presumir como si de un alargamiento de pene se tratara. La pereza, objetivo final de un premio de loter¨ªa que nos librar¨ªa de la esclavitud del trabajo. Y, por ¨²ltimo, la ira, el sentimiento que nace al comprobar que te has comprado un tel¨¦fono m¨®vil de ¨²ltima generaci¨®n o un aspirador megaguay y que ni siquiera eres capaz de entender el manual de instrucciones.
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