El nuevo Mestalla
El Ayuntamiento de la ciudad y el Valencia CF acaban de acordar las condiciones generales para la recalificaci¨®n del solar que dejar¨¢ el actual Campo de Mestalla y la construcci¨®n del nuevo estadio, si tal acaba siendo, en la Avenida de las Cortes. No es mucho lo que se ha divulgado acerca de la presunta negociaci¨®n, pero resulta evidente que ambas partes han quedado satisfechas, como estaba previsto. La autoridad municipal se ha comportado con largueza, pero sin esc¨¢ndalo, y la entidad deportiva sugiere que ha sacrificado parte de sus expectativas. Mucho parip¨¦ y civismo. De los vecindarios involucrados, tanto en Campanar como en la Avenida de Arag¨®n, no se sabe gran cosa todav¨ªa, pero algo dir¨¢n, pues la novedad urban¨ªstica en ciernes repercutir¨¢ notablemente en su calidad de vida, lo que no ha de leerse en clave negativa. Algunas ventajas ha de conllevar.
A la espera, pues, de m¨¢s precisiones, tanto en lo referente al nuevo coliseo que se proyecta como al vasto complejo urbano a cargo del cual ha de financiarse, resulta llamativa la imprevisi¨®n y derroche que ha supuesto la reciente reforma, arbitraria e in¨²til, del actual Mestalla. Ya en su momento se vio y denunci¨® que aquellas obras, colmadas de irregularidades, no aumentaban el aforo y a?ad¨ªan muy parcas mejoras e incluso agravaban deficiencias de las antiguas instalaciones. En realidad, los cambios m¨¢s sensibles y aprovechables se producir¨ªan en alguna que otra cuenta de explotaci¨®n poco o nada relacionada con el f¨²tbol. Con ello no se?alamos algo que no se sepa, ni a nadie. Anotamos tan solo un episodio que en su momento fue descrito como el mestallazo y que podr¨ªa resultar aleccionador.
Yo estoy seguro de que el presidente del club, Juan Bautista Soler, y la alcaldesa, Rita Barber¨¢, se han conjurado para desarrollar una operaci¨®n mod¨¦lica, en el orden econ¨®mico, al menos. C¨®mo se dise?e el nuevo Mestalla o el apilamiento de viviendas en el solar que hoy ocupa es un futurible que en su d¨ªa se ver¨¢. Pero no cuestionamos la buena voluntad. B¨¢stenos saber que nuestra primera edil pretende hacer vitalicio su cargo y no puede consentir otro disparate urbano deportivo. Pero tan segura est¨¢ de gobernar mientras el cuerpo le aguante que se ha permitido el desaire o la mezquindad de prescindir totalmente de la oposici¨®n en un asunto, como este, que concierne a todo el censo urbano y a sus representantes. El mandatario del Valencia tampoco estuvo al pairo, pues debi¨® de haber requerido la comparecencia en la negociaci¨®n y el compromiso de todos los partidos presentes en el Consistorio.
Y no es un detalle balad¨ª. Cuando a¨²n es mera conjetura el beneficio que se obtendr¨¢ con la explotaci¨®n del solar y el coste del campo que se ensue?a, ya se alude a la Generalitat como fuente financiera subsidiaria. Esto es, como pagana del importe que no se cubra con la venta de viviendas. Y claro, es muy posible que dentro de cuatro a?os la se?ora alcaldesa conserve la vara de mando, pero ya no es tan seguro que el Consell est¨¦ gobernado por las mismas siglas. Y, al margen de esta cautela, es indudable que el club ha de hacer buenas migas con todos los colores pol¨ªticos, incluso con aquella parte del vecindario que no gusta del f¨²tbol, o no pertenece a la familia valencianista, o preferir¨ªa unos espacios verdes donde van a proliferar la incomodidad, el cemento y el adobe.
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