Contra corriente
Sostenidos por la Joven Orquesta de la Generalitat Valenciana y por el Coro de Valencia, tres agrupaciones semiprofesionales (Coral catedralicia, Orfe¨®n universitario y Orfe¨®n Navarro Reverter) y un grupo de participantes individuales han trabajado durante tres meses para montar lo que se ha llamado el "Mes¨ªas participativo", que reuni¨® los d¨ªas 29 y 30 a 230 cantantes y 43 instrumentistas en el Teatro Principal, dispuestos a enfrentarse, ante el p¨²blico, al oratorio m¨¢s famoso de Haendel: El Mes¨ªas. Con la colaboraci¨®n de los cuatro solistas que requiere la obra, y que fueron aqu¨ª Olga Pitarch, Carlos Mena, David Alegret y Xavier Mendoza.
La historia de los llamados "Mes¨ªas mastod¨®nticos" comenz¨® pronto. Ya en 1784 y en la abad¨ªa de Westminster esta obra se llev¨® a cabo con m¨¢s de 500 ejecutantes, y existe una largu¨ªsima tradici¨®n de interpretarlo con todo tipo de formaciones. El proyecto cuenta con la colaboraci¨®n del Institut Valenci¨¤ de la M¨²sica y de Teatres de la Generalitat y, por lo que se percib¨ªa al finalizar las representaciones, el entusiasmo de los participantes fue generalizado y rotundo. De hecho, salvo escasas excepciones, se consigui¨® un buen ajuste en toda la trama polif¨®nica, y eso, dada la envergadura y la longitud de la obra, tiene un m¨¦rito indudable.
No puede obviarse, sin embargo, el hecho de que las tendencias interpretativas actuales tienden, en el caso del barroco, a impulsar todo lo contrario: formaciones orquestales y vocales muy reducidas, utilizaci¨®n de instrumentos originales, eliminaci¨®n de cualquier a?adido posterior a las partituras, y sonoridad muy ligera y transparente, imposible de conseguir con tantos ejecutantes. La defensa de esas tendencias suele basarse en la "autenticidad", es decir, en la b¨²squeda de una interpretaci¨®n y un sonido lo m¨¢s parecido posible al que se supone concibi¨® el compositor. El problema es que Haendel se pas¨® la vida revisando El Mes¨ªas y que, adem¨¢s, en su ¨¦poca, lo habitual era poner, quitar, copiar, plagiar, improvisar y cambiar constantemente la m¨²sica propia y la ajena. Por todo ello, el asunto de las "versiones aut¨¦nticas" resulta bastante discutible. Cosa distinta es reconocer que, si no para interpretarlo, se prefieran, para escucharlo, versiones m¨¢s transparentes, m¨¢s cristalinas, menos "enormes", m¨¢s ligeras. No s¨®lo por razones musicol¨®gicas, sino porque resultan m¨¢s hermosas. Y hacerlas "ligeras" no consiste s¨®lo en acelerar exageradamente el tempo, como hizo Spering en algunos momentos. En cualquier caso, el que tantas personas utilicen su tiempo libre preparando una partitura de esa complejidad, dice mucho a favor de ellas y de los promotores. Quienes han participado corroborar¨¢n, sin duda, que este Mes¨ªas les ha permitido tener a Haendel en la garganta o en los dedos. Y ante eso s¨®lo cabe una palabra: Aleluya.
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