S¨®lo Bush puede hacer la paz
El pueblo palestino, que habita los territorios ocupados, va a elegir el pr¨®ximo domingo 9 de enero al sucesor del difunto Yasir Arafat, que ser¨¢, con arreglo a la mayor probabilidad, el l¨ªder de la OLP, Mahmud Abbas, quien gusta de presentarse al mundo como paloma, madre de todas las palomas. Ante la perspectiva de esa sucesi¨®n, que cuenta con el benepl¨¢cito norteamericano y el reservado asentimiento israel¨ª, cabe preguntar: ?en qu¨¦ cambia la realidad geopol¨ªtica en el conflicto de Oriente Pr¨®ximo con tan inminente advenimiento?
Arafat hab¨ªa dicho que Israel derrotaba una vez tras otra a ¨¢rabes y palestinos, no s¨®lo porque era m¨¢s fuerte, sino que era m¨¢s fuerte porque la comunidad internacional no aceptar¨ªa nunca que el Estado sionista fuera derrotado. El problema era, por tanto, conseguir que la comunidad internacional viera que Palestina tampoco pudiera perder. La primera Intifada, la de los palos y las piedras de diciembre de 1987, recorri¨® alg¨²n camino en ese sentido con su mostraci¨®n de bandadas de chiquillos enfrent¨¢ndose a la muralla de acero israel¨ª. Y la desaparici¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1991, con lo que ya ning¨²n comunismo podr¨ªa sacar partido pol¨ªtico de su defensa de la causa ¨¢rabe, era el segundo gran acontecimiento que facilitaba la negociaci¨®n directa entre israel¨ªes y palestinos y la firma de los acuerdos de Oslo en septiembre de 1993. Era el comienzo del proceso de paz.
S¨®lo EE UU puede crear una situaci¨®n en la que quiera que los palestinos salgan casi tan bien parados como los propios israel¨ªes
Si ese proceso hubiera estadopresidido por un poder aut¨¦nticamente imparcial, Estados Unidos, con voluntad de recompensar y sancionar comportamientos inadecuados de las partes, es decir, si no hubiera sido brutalmente asim¨¦trico, aquel en el que uno de los dos bandos lo decide todo -Israel- mientras el otro no decide nada -recurso palestino al terror como atroz suced¨¢neo-, habr¨ªa habido alguna posibilidad de paz. Pero no fue as¨ª, y la primera presidencia del metodista George W. Bush fue a¨²n m¨¢s prosionista que la de su antecesor, el calvinista Bill Clinton.
Con Mahmud Abbas en la presidencia, la posici¨®n palestina se hace hoy seguramente m¨¢s blanda, m¨¢s consentidora, pero apenas puede cambiar conceptualmente. La OLP y la Autoridad aut¨®noma sigue pidiendo el cumplimiento de la resoluci¨®n 242 de la ONU, que exige la retirada total israel¨ª de sus conquistas de 1967, y no va a desarmar por la fuerza a los terroristas de Ham¨¢s y la Yihad, porque ni siquiera es seguro que su polic¨ªa se prestara a ello. Al igual que Arafat, Abbas tratar¨¢ de negociar una tregua, pero ¨¦sta s¨®lo podr¨¢ sostenerse si Israel da pasos aut¨¦nticos hacia la paz, lo que significa un plan de retirada de, virtualmente, toda Cisjordania. Lo que se le neg¨® al rais.
El factor norteamericano
En consecuencia, ni con Arafat ni con Abbas, las posibilidades de paz dependen, en primera instancia, de la parte palestina, al menos mientras se mantenga la asimetr¨ªa negociadora de 1993. Y dado que ser¨ªa poco realista pensar que el primer ministro israel¨ª Ariel Sharon fuera a formular voluntariamente una oferta de paz digna de la atenci¨®n palestina, s¨®lo Washington puede hacer realidad el planteamiento hist¨®rico de Yasir Arafat: crear una situaci¨®n en la que Estados Unidos quiera que los palestinos salgan casi tan bien parados de las negociaciones como los propios israel¨ªes.
?Es capaz Bush de distanciarse de una camarilla que tiene m¨¢s inter¨¦s en respaldar las posiciones de Israel que en defender la ecuanimidad presidencial? S¨®lo una limpieza de fondos -de la que no hay indicios- en el equipo de asesores de la Casa Blanca justificar¨ªa el optimismo.
?ste no es un juego de suma cero, en el que, forzosamente, lo que gana una parte lo tiene que perder la otra. Hay maneras de garantizar internacionalmente la seguridad de Israel reconociendo, al mismo tiempo, un aut¨¦ntico derecho de autodeterminaci¨®n al pueblo palestino. Los dos bandos pueden ganar, como hoy los dos est¨¢n perdiendo.
La mejor prueba de que el Gobierno israel¨ª quiere la paz, ser¨ªa un anuncio de que con el nuevo interlocutor v¨¢lido, Mahmud Abbas, estaba dispuesto a explorar la oferta de la Liga ?rabe, reunida en Beirut, de fin de marzo de 2002. En la capital libanesa, una veintena de pa¨ªses ¨¢rabes y la OLP ofrec¨ªan al Estado jud¨ªo una paz completa, asumida por todos sus miembros, a cambio de una retirada tambi¨¦n completa de Cisjordania, Gaza, Jerusal¨¦n Este y el Gol¨¢n; y se tratar¨ªa de explorar, no cre¨¦rsela, sin m¨¢s. Pero esa declaraci¨®n no se va a producir porque, como ya dijo entonces Sim¨®n Peres, el paloma oficial del nuevo Gobierno de coalici¨®n israel¨ª: "todo era una cortina de humo" con la que tapar las implicaciones saud¨ªes en el atentado del 11-S.
Mahmud Abbas, con toda su pregonada moderaci¨®n, ser¨ªa incapaz de relanzar el proceso de paz; s¨®lo Ariel Sharon y George W. Bush pueden hacerlo.
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