Humillados y ofendidos
Lo m¨¢s asombroso de la publicaci¨®n de los resultados del llamado Informe PISA es el asombro que han causado. Dios m¨ªo, ?pero qu¨¦ esper¨¢bamos? ?El milagro de F¨¢tima? ?El de la multiplicaci¨®n de los panes y los peces? Como recordar¨¢n, el PISA (Programa Internacional de Evaluaci¨®n de Estudiantes, en sus siglas inglesas) es un informe que, mediante 275.000 pruebas directas realizadas a estudiantes en sus propios centros, compara los resultados educativos de los pa¨ªses de la OCDE. Los resultados del informe son concluyentes: los estudiantes espa?oles de ense?anza secundaria se hallan a la cola de los estudiantes de la OCDE en materias lectivas tan esenciales como lectura, matem¨¢ticas y ciencia. La noticia salt¨® hace unas semanas a las primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos, y durante dos o tres d¨ªas no se habl¨® de otra cosa en tertulias radiof¨®nicas, art¨ªculos y sobremesas familiares; la preocupaci¨®n parec¨ªa real, y tal vez lo era, pero no demasiado, y la prueba es que cuando lean este art¨ªculo casi nadie se acordar¨¢ de ella. Pero estuvo bien mientras dur¨®, porque se discuti¨® de todo o de casi todo y se responsabiliz¨® con raz¨®n de la cat¨¢strofe a todo el mundo o a casi todo el mundo (los estudiantes, los profesores, los padres, la Administraci¨®n); sin embargo, hubo un aspecto capital que, en mi opini¨®n, no se subray¨® lo suficiente, quiz¨¢ por demasiado obvio.
Me refiero a la ¨ªnfima estima que este pa¨ªs siente por los maestros o profesores. S¨ª, ya s¨¦ que todos nos llenamos la boca hablando de la importancia de la educaci¨®n, pero la verdad es que si a uno de nuestros hijos se le ocurre decir que de mayor quiere ser maestro, lo miramos con la misma cara de compasi¨®n que si dijera que se ha hecho hincha del Gramanet o del Trujillo; hay que ser idiota, pensamos: pudiendo ser del Bar?a o del Madrid, ?por qu¨¦ conformarse con menos? "Pasar¨¢s m¨¢s hambre que un maestro de escuela", dice un dicho siniestro, y con eso est¨¢ dicho casi todo. ?Qu¨¦ es, salvo para cuatro infelices, un profesor de secundaria o un maestro? Es un mangante que trabaja menos horas que nadie, que tiene m¨¢s vacaciones que nadie y que cobra un sueldo desproporcionado por ense?ar a nuestros hijos a hacer monigotes con plastilina. La realidad, por supuesto, es exactamente la contraria: un buen maestro trabaja m¨¢s horas que nadie -porque en realidad nunca deja de trabajar-, tiene menos vacaciones que nadie -porque en realidad nunca est¨¢ de vacaciones- y cobra sueldos de hambre, y por eso preferimos que nuestros hijos sean del Bar?a. Por lo dem¨¢s, es evidente que no hay nada m¨¢s dif¨ªcil que ense?ar: quien lo prob¨® lo sabe. Ense?ar no es saber; ense?ar es saber dos veces. Una vez le o¨ª decir a Jorge Wagensberg que quien no es capaz de ense?ar los fundamentos de la teor¨ªa de la relatividad en cincuenta minutos a una clase de chavales de 15 a?os es que no se sabe la teor¨ªa de la relatividad. Y quien dice la teor¨ªa de la relatividad dice la Revoluci¨®n Francesa o el Quijote, y ya me contar¨¢n ustedes qui¨¦n es capaz de acometer con ¨¦xito en este pa¨ªs -aparte de Wagensberg, de Josep Fontana o de Francisco Rico- semejante empresa.
Pero el problema es que el problema no es de hoy: no es de Zapatero, ni de Aznar, ni de Gonz¨¢lez, ni de Su¨¢rez, ni siquiera del franquismo, aunque la Segunda Rep¨²blica hizo todo lo posible para solucionarlo y el franquismo para dejarlo como estaba antes de la Segunda Rep¨²blica, o peor. El problema es casi casi el verdadero problema de Espa?a. Dios m¨ªo, qu¨¦ verg¨¹enza: me estoy poniendo regeneracionista. Esperen un momento, que voy a mi biblioteca. Aqu¨ª est¨¢: el libro, de Luis Gil Fern¨¢ndez, se titula Panorama social del humanismo espa?ol (1500-1800) y contiene un examen exhaustivo de la implantaci¨®n en nuestro pa¨ªs del humanismo, es decir, de los studia humanitatis, es decir, del estudio y la ense?anza del griego y el lat¨ªn como instrumentos de asimilaci¨®n de los elementos enriquecedores de la naturaleza humana existentes en el legado escrito en ambas lenguas. Pues bien, la conclusi¨®n de Gil Fern¨¢ndez es m¨¢s melanc¨®lica que el Informe PISA: en la historia del humanismo espa?ol "todo es recurrente: el menosprecio social, las retribuciones m¨ªseras, la penuria de medios bibliogr¨¢ficos, la ineficacia de los m¨¦todos pedag¨®gicos. Tal como si en tres siglos nada hubiese cambiado". Ni en tres siglos ni en cinco, podr¨ªamos a?adir. Ni en los estudios human¨ªsticos ni en casi nada que ata?a a la educaci¨®n, podr¨ªamos a?adir. As¨ª que ah¨ª tenemos a los profesores de secundaria, desde siempre pobres de solemnidad, humillados y ofendidos, presas de una depresi¨®n cr¨®nica. Y ¨¦se es quiz¨¢ problema de fondo: el pesimismo hist¨®rico de los maestros. Porque, como ha escrito Savater, la ense?anza presupone el optimismo tal como la nataci¨®n exige un medio l¨ªquido para ejercitarse; la raz¨®n es que "educar es creer en la perfectibilidad humana, en la capacidad innata de aprender y en el deseo de saber que la anima, en que los hombres podemos mejorarnos unos a otros por medio del conocimiento". Dicho a la brava: o dignificamos entre todos a los maestros y les insuflamos una dosis monumental de optimismo, o nos vamos todos al carajo.
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