Incertidumbres de la memoria
Sin los mitos de origen no se podr¨ªa vivir, es cierto, pero su constante trivializaci¨®n c¨ªclica lleva a vaciar de todo sentido a su observancia y a convertirlos en una tediosa colecci¨®n de desconocidos recurrentes
Persistencia
Hace m¨¢s a?os de los que tengo sal¨ªa Orson Welles una ma?ana de verano del hotel Astoria masticando un enorme puro todav¨ªa sin prender y estuve a punto de abordarle para decirle que hab¨ªa visto, todav¨ªa estupefacto, Ciudadano Kane. Quer¨ªa preguntarle c¨®mo se le ocurri¨® hacerle decir a uno de sus personajes que la memoria tiende a veces trampas inclasificables, porque una vez, siendo muy joven, vio salir del metro de Nueva York a una muchacha vestida de blanco con pamela negra en la cabeza, en un flash que dur¨® apenas unos segundos, y que esa imagen incandescente le acompa?¨® toda su vida, de manera que desde entonces observ¨® una conducta irresuelta por si acaso el destino eleg¨ªa el disfraz del azar para reproducir ese inolvidable desencuentro. Y eso lo dice el personaje de la pel¨ªcula sin estar seguro de que no se trate de un sue?o, que habr¨ªa sido bueno mientras dur¨®.
Rosebud
El r¨®tulo apenas entrevisto entre llamas de un trineo de infancia, en la pel¨ªcula mencionada, remite, m¨¢s all¨¢ de los chistes privados entre sujetos de mucha enjundia, a lo que Freud llamaba la novela familiar del neur¨®tico. No es por abusar de los grandes nombres, pero tambi¨¦n Marcuse dec¨ªa que las categor¨ªas psicol¨®gicas se hab¨ªan convertido en pretexto pol¨ªtico de usar y tirar. Por volver a los nombres de nuestra estatura, no hay duda de que la novela familiar del valenciano es su lengua y su lenguaje, a cuya definici¨®n se vuelve una y otra vez como vivero de material de derribo inconcluso o de memoria vindicativa. Neur¨®ticos de conveniencia, a Camps o a Font de Mora les importa tanto la denominaci¨®n de la lengua como saber si los marcianos consumen carajillos. Con los sentimientos no se juega -incluso con los valencianos-, lo que no es obst¨¢culo para que sean los primeros en hacer un parch¨ªs con ellos.
Magos de Oriente
Bien est¨¢ que Jes¨²s naciera en un pesebre (al parecer, por un tr¨¢mite municipal de empadronamiento, la ¨²nica actualidad persistente del asunto), y que los Reyes Magos de Oriente acudieran a Bel¨¦n orientados por una estrella a fin de ofrecerle oro, incienso y mirra. Pero que a estas alturas los padres de millones de criaturas usurpen el lugar de los Magos para obsequiar a sus hijos con juguetitos de pl¨¢stico, eso es pasarse de la raya. Todo en nombre de una ilusi¨®n vicaria que los ni?os saben pura filfa y que tan engorrosa resulta para sus progenitores. Ni sus ni?os son hijos de ning¨²n dios (bien que lo saben tanto unos como otros), ni los padres pueden soportar lo que queda de noche, despu¨¦s de los atascos de tr¨¢fico de ¨²ltima hora, sin hacerse un par de whiskis (?algo parecido a la mirra de los magos originales?) despu¨¦s de disponer los juguetes antes de irse a dormir.
Un mar de muertos
Se dir¨ªa que a veces la naturaleza, hastiada de las barbaridades que se cometen en su nombre, vuelve a hacer una de las suyas para que no haya duda alguna acerca del escalaf¨®n de mando. Ha bastado con un par de olas gigantescas, fruto de uno de los ajustes de cuentas de las entra?as de la tierra, para que cien mil personas pierdan en cosa de minutos vida y hacienda, a causa de un impulso ciego hacia el que ni siquiera cabe el recurso de guardarle rencor. Entre los muertos, algunos miles de paradis¨ªacos turistas navide?os, expuestos a la furia repentina de un oleaje de natural discreto. Los desplazamientos tel¨²ricos carecen de significado, es cierto, al menos del significado que, no sin exageraci¨®n, se atribuye a menudo a la conducta. Son imprevisibles, como la pu?alada del desconocido, pero parece que observan la buena educaci¨®n de avisar a su manera. A quien les quiera escuchar, claro.
Empresarios, ap¨¢tridas
Se puede obtener una instant¨¢nea del din¨¢mico empresario deslocalizador a la luz de su complementario, el trabajador que se deslocaliza a fin de que pueda ser localizado en su puesto de trabajo, a ser posible bajo contrato indefinido en su duraci¨®n. ?La econom¨ªa? Todav¨ªa est¨¢ por descubrir el empresario, salvo las siempre honrosas excepciones, que se preocupe en su actividad de mayor rango por algo distinto a la cuenta de resultados de su negocio. La globalizaci¨®n es inevitable, pero ser¨¢ terrible porque pilla a muchos millones de personas, de las que depende su consolidaci¨®n, en condiciones ajenas a sus prop¨®sitos esenciales. Se cumplir¨¢, sin duda, porque tiene mucho de autoprofec¨ªa m¨¢gica. El desgaste para el mundo ser¨¢ acaso mayor de lo que el m¨¢s severo de los Marx describi¨® en su an¨¢lisis del capitalismo manchesteriano. Fuera de la globalizaci¨®n no hay nada, es cierto. Pero ?alguien sensato sabe lo que nos espera en su interior?
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