De amores
El amor est¨¢ hoy d¨ªa sometido a fuertes tensiones. Se enfrenta a grandes expectativas y le cuesta cumplirlas. Han sido siglos d¨¢ndole al amor una importancia relativa en asuntos tan serios como el matrimonio, los hijos, la felicidad o la tranquilidad de esp¨ªritu. La gente se casaba o se quedaba para vestir santos, y era m¨¢s o menos dichosa dependiendo, sobre todo, del car¨¢cter.
S¨®lo los muy ricos o los poetas sufr¨ªan del mal de amores. Pero han bastado tres o cuatro d¨¦cadas para que una ola de cambios y libertades se llevara por delante vidas y costumbres. Despu¨¦s de muchas pel¨ªculas de Hollywood y bastantes cuentos de hadas, la nueva pareja estable, la buena, la que todos queremos, es el resultado del amor en may¨²sculas, de una mujer y un hombre que suspiran a todas horas por sus respectivos huesos. Y entre suspiro y suspiro, proliferan los yonquis del amor, seres incapaces de vivir dos segundos sin enamorarse perdidamente del primero que pasa, y del segundo tambi¨¦n.
Quiz¨¢ sea hora de darle reposo a la denominaci¨®n "Pa?sos Catalans", con su carga de anticuerpos
El matrimonio se basaba hasta hace bien poco en una combinaci¨®n de ingredientes, no todos necesarios ni siempre presentes: los intereses econ¨®micos, la seguridad, los hijos, las normas sociales, las creencias religiosas, la clase social, la compa?¨ªa, el sexo y, en algunos casos afortunados, incluso la pasi¨®n. Eran ¨¦pocas tranquilas para el amor, que se sab¨ªa deseado, pero al que pocos atosigaban pidi¨¦ndole que asumiera la responsabilidad de llenar vidas, de hacerlas felices. La religi¨®n y las leyes le ayudaban, dificultando el trueque, incluso prohibi¨¦ndolo. Una vez casadas, las parejas dejaban de darle vueltas al amor y se dedicaban cada uno a lo suyo, hasta que la muerte los separaba. Y normalmente, se echaba de menos al difunto.
?Cu¨¢ntas mujeres de este pa¨ªs se casan hoy para conseguir una seguridad econ¨®mica? Pocas y haciendo ver que est¨¢n locas de amor. ?Cu¨¢ntos hombres buscan una mujer que los cuide y lleve la casa? Algunos, pero ni ¨¦sos lo reconocer¨ªan. Antes hasta los ricos se casaban por dinero, por m¨¢s dinero. En Catalu?a era matrimonio muy admirado el del hereu y la pubilla. Espa?a se form¨® a base de sabios matrimonios que juntaban tierras y reinos. Los reyes europeos llevan s¨®lo una generaci¨®n cas¨¢ndose por amor. La gente se casaba para mantener relaciones sexuales sin caer en el pecado ni pillar enfermedades, y porque el sexo en casa, en cama conocida, siempre ha tenido muchas ventajas. Adem¨¢s, el matrimonio aportaba hijos leg¨ªtimos que perpetuaban los apellidos. Si eran ni?as, te cuidaban en la vejez (en eso no han cambiado mucho las cosas).
Los soci¨®logos del amor y del desencanto, que casi siempre son n¨®rdicos, hacen encuestas y estad¨ªsticas en busca de la clave del ¨¦xito de la pareja moderna. Y las cuelgan en Internet. Los resultados son tan poco rom¨¢nticos que dan ganas de no creerlos. Resulta que siguen triunfando las parejas de toda la vida, aquellas en las que los roles siguen bien separados: t¨² al trabajo, yo al s¨²per. Tambi¨¦n tienen alguna oportunidad quienes, al igual que los accionistas de la empresa familiar, comparten objetivos sociales y econ¨®micos, o los que tienen causas comunes, como aquellos matrimonios progres de los sesenta. Los soci¨®logos incluso han encontrado un nuevo modelo con garant¨ªa de continuidad, que han bautizado como pareja cocooning; la forman dos seres que viven encerrados en ellos mismos, al margen del mundo y de sus peligros, decididos a no mezclarse con nadie. En cambio, la pareja abierta, esa que se lo cuenta todo y cree que el otro tiene que tener su propia vida, su espacio, ha dado resultados mal¨ªsimos. Al parecer, en ese espacio suelen aparecer competidores. La integrada por individuos tolerantes, con gustos parecidos, respeto intelectual y atracci¨®n f¨ªsica, da regular; aunque a veces sale bien, est¨¢ rodeada de numerosos peligros. Y otro dato: la frecuencia de los contactos sexuales es estad¨ªsticamente irrelevante.
Los suecos han averiguado que nuestra sociedad es impaciente, poco habituada al sufrimiento, incapaz de soportar el aburrimiento, y que ha puesto el amor en lo m¨¢s alto. Hombres y mujeres occidentales aspiran al ideal y consiguen suced¨¢neos. El nuevo cat¨¢logo es extenso. Tiene firmes partidarios el amor eterno, aquel que antiguamente s¨®lo profesaban los m¨ªsticos y en el que hoy cree firmemente cualquier protagonista del cotilleo y las revistas rosas. Entre los t¨ªmidos y perezosos, perdura el amor plat¨®nico, que busca emoci¨®n divina mientras teclea su clave en un chat. Muchos idolatran el primer amor, cuyo recuerdo mejora con los a?os. Sigue la buena racha de los amores de un d¨ªa y a¨²n m¨¢s de los de media noche, que al ser ef¨ªmeros tienen la gracia de no molestar. Est¨¢ el amor loco, invento franc¨¦s que deja en la pasi¨®n hasta el ¨²ltimo aliento y rara vez sobrevive a una tarde de domingo. Tambi¨¦n aumentan los amores que matan, los del maltrato y la rabia. Y mientras tanto da?o se produce, las mujeres y los hombres piden al cielo que alguien, por una vez, muera por ellos. Y se lo diga.
Los hombres callan su desenga?o, porque ellos, ya se sabe, hablan de f¨²tbol y de pol¨ªtica. Las chicas, en cambio, hacen de la desilusi¨®n un secreto a voces. Los divorcios se multiplican por cinco. Las solteras se dan cuenta, al cumplir los 40, de que mientras buscaban un pr¨ªncipe azul para padre de sus hijos, su nivel de estr¨®genos bajaba alarmantemente. Entonces viajan a pa¨ªses lejanos, donde aceptan madres solteras, y adoptan hijos de pr¨ªncipes de cualquier color. Los solteros no echan en falta los hijos; est¨¢n ocupados con tanto donde escoger y en que gastar. Las casadas se estiran, se ponen y se quitan, para que sus maridos vuelvan a verlas. Los casados trabajan 13 horas diarias y suspiran por que alguien les diga que a¨²n les desea. Los gays parecen vivir momentos de ilusi¨®n; por fin pueden probar a ser felices o desgraciados como todos los dem¨¢s. Las calles van llenas de gente agotada de so?ar, que dobla la esquina esperando tropezar con el amor de su vida. Han sido los guionistas de televisi¨®n quienes han encontrado la f¨®rmula que no falla, la relaci¨®n que nunca decepciona y arrastra audiencias: la UST (iniciales inglesas de uni¨®n sexual no resuelta). Un cl¨¢sico, el amor imposible, nos ha robado el coraz¨®n.
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