Regalos

Navidad, D¨ªa de la Madre, D¨ªa del Padre, San Valent¨ªn... d¨ªas programados para la entrega de regalos. Durante las campa?as preparatorias de estas fechas de intercambio pienso muchas veces en aquellas tardes de colegio en las que usabas todo tu esfuerzo de un ni?o de seis a?os para hacer un dibujo, un cuadro, una figura (manualidades, al fin y al cabo, una palabra con mucho juego), que luego regalabas a tu padre o a tu madre o a tu hermano con toda la ilusi¨®n del mundo, lleno de orgullo, y en ese regalo no iba dinero ni consumo ni compromisos, en ¨¦l intentabas ofrecer trabajo, alegr¨ªa y futuros recuerdos.

Todo esto viene a cuento de uno de los regalos que he recibido esta campa?a navide?a, estos d¨ªas que cierran un a?o de nacimientos, reconciliaciones y nuevas vidas. Me lo regal¨® mi padre, y es un buen mont¨®n de sus discos de vinilo. S¨®lo un amante de la m¨²sica podr¨¢ apreciar el valor de un regalo como ¨¦ste, en el que hay discos mejores, peores y sublimes, con mayor y menor valor mercantil en su posible reventa. Pero de entre todos los amantes de la m¨²sica, s¨®lo yo puedo convertir esos viejos discos en recuerdos de tardes escuchando m¨²sica con ¨¦l, o solo en casa, levant¨¢ndome entre juego y juego para dar la vuelta a una selecci¨®n de jazz de los Toughtest Tenors o a un cl¨¢sico original de los Beatles.

Cualquier mercader otorgar¨ªa un precio a esos 30 o 40 discos, pero en ning¨²n lugar tienen mayor valor que en mis estanter¨ªas. Moraleja: lo esencial es invisible a los ojos.