El malestar del m¨¦dico
Una de las preguntas m¨¢s sencillas y significativas del grado de satisfacci¨®n que una persona siente hacia su profesi¨®n es saber si la recomienda a sus hijos. Seg¨²n varios estudios, menos de un 30% de los m¨¦dicos desea que sus hijos sigan sus pasos. El 79% de los m¨¦dicos abandonar¨ªa el ejercicio de la profesi¨®n en el sector p¨²blico si pudiera mantener su nivel adquisitivo y el 68% no estudiar¨ªa de nuevo medicina al conocer la situaci¨®n actual de la profesi¨®n.
Estos datos se refieren a una encuesta que se realiz¨® en Madrid en 1998, pero que se identifica con otras que se han hecho en otras comunidades aut¨®nomas, como la realizada en Galicia en septiembre de 2004 entre 2296 m¨¦dicos. En ella, el 48% afirmaba padecer s¨ªndrome de agotamiento profesional (burn-out o s¨ªndrome del quemado), algunas de cuyas secuelas m¨¢s llamativas suele ser el cinismo, la frialdad y deshumanizaci¨®n que se desarrollan en algunos profesionales.
Las mejoras salariales se conseguir¨¢n, pero lo verdaderamente importante seguir¨¢ siendo deficiente
Me parece triste que la causa de la actual rebeli¨®n m¨¦dica en Osakidetza no sea las deficiencias conocidas
El malestar m¨¦dico lleva a?os gest¨¢ndose; el famoso informe Abril apuntaba hace m¨¢s de 14 a?os que una de las deficiencias de la sanidad espa?ola era la falta de gestores cualificados. Sin embargo, en vez de mejorar y profesionalizar a los mandos, estos se han multiplicado y, as¨ª, un hospital que antes estaba dirigido por dos o tres personas (cargos pol¨ªticos), ahora est¨¢ dirigidos por varios directores, subdirectores, adjuntos a direcci¨®n, etc., que suelen obtener este cargo de confianza fundamentalmente en base a su lealtad e ideolog¨ªa pol¨ªtica. En consecuencia, les suele faltar capacidad de liderazgo, de motivar a sus subordinados, necesitando el uso y, a veces abuso, del poder para mandar.
El trabajo m¨¦dico es un trabajo estresante, hay una gran demanda, con mucha responsabilidad, incluso con riesgo penal. Sin embargo, los responsables pol¨ªticos, que tienen miedo al poder f¨¢ctico que podr¨ªan ostentar los m¨¦dicos, les han ido quitando la autonom¨ªa o control sobre su propio trabajo; de tal manera que sus tareas se las organizan personas contratadas para ello, con ¨®rdenes de aumentar al m¨¢ximo (optimizar) la presi¨®n asistencial, no siendo raro que el m¨¦dico vea cada d¨ªa 30 o 40 enfermos.
Siguiendo el famoso modelo de Karaseck ( Jobs demands, job decision latitude, and mental strain), si alguien quiere hacer enfermar a un trabajador (a los honrados que se toman en serio el trabajo), s¨®lo tiene que darle mayor carga o demanda de trabajo y disminuirle su autonom¨ªa o capacidad para organizar sus tareas. Para poder resistir a estos dos factores se necesita un fuerte apoyo social, que puede venir del reconocimiento de los superiores, con mayor salario como recompensa o con otras gratificaciones, y del reconocimiento de los compa?eros en forma de solidaridad o apoyo.
Desgraciadamente, en el campo m¨¦dico tampoco se dan estos recursos de apoyo social. Hay por ahora un alto ¨ªndice de paro que ha ayudado a la perversi¨®n del sistema; tenemos en los hospitales (como en la mayor¨ªa de los trabajos actuales) dos clases de trabajadores: por una parte, los privilegiados con empleo fijo y amplios derechos laborales, y por otra, cerca de la mitad de la plantilla m¨¦dica con trabajo precario, sueldo muy inferior y casi ning¨²n derecho. Con el agravante de que su ¨²nica posibilidad de llegar a formar parte de la clase privilegiada suele ser pasar por una oposici¨®n que tarda a veces m¨¢s de 10 a?os y hacer m¨¦ritos acad¨¦micos y extraacad¨¦micos para tener alguna posibilidad en esas pruebas de empleo p¨²blico, donde a veces lo m¨¢s importante es caerle bien al jefe. Esta injusticia no s¨®lo provoca una gran amargura y frustraci¨®n entre los no escogidos, sino que obliga a que cada uno luche individualmente, sin preocuparse demasiado del compa?ero.
Finalmente, tenemos otro factor que podr¨ªa disminuir el descontento m¨¦dico; me refiero al sueldo, pues hay que reconocer que en muchos casos no es acorde con la responsabilidad que conlleva, sobre todo si analizamos los sueldos de los no fijos y sus condiciones laborales, posiblemente ilegales en muchos casos (contratos precarios durante a?os). Las guardias m¨¦dicas son obligatorias, penosas y mal pagadas, cuando se podr¨ªan reconvertir en trabajo estable para m¨¦dicos en paro.
Sin embargo, me parece triste que el desencadenante de la actual rebeli¨®n m¨¦dica en Osakidetza no sean las injusticias que se cometen, ni las deficiencias que se conocen, ni el d¨¦ficit de calidad en la atenci¨®n m¨¦dica, ni la masificaci¨®n, ni las causas principales del desgaste profesional, como el aumento de la presi¨®n asistencial que obliga a la deshumanizaci¨®n de la relaci¨®n m¨¦dico paciente. Me temo que lo que provoca fundamentalmente estas movilizaciones sean las mejoras salariales, porque, en mi opini¨®n, estas se conseguir¨¢n (por lo menos parcialmente y para algunos), pero lo verdaderamente importante seguir¨¢ siendo deficiente y el malestar proseguir¨¢, con lo que conlleva de deterioro del sistema p¨²blico.
M? Reyes N¨²?ez es ex jefe del Servicio de Medicina de Empresa del Hospital de Guip¨²zcoa.
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