Viaje por la costa de la muerte
Los palmerales y pueblos pesqueros del oeste de Sumatra, que alguna vez fueron un lugar de ensue?o, han desaparecido bajo el lodo
Las palabras se repiten continuamente a riesgo de desproveerlas de significado. Quienes han visitado las zonas que arras¨® el maremoto del pasado 26 de diciembre en una docena de pa¨ªses, dejando m¨¢s de 153.000 muertos a su paso desenfrenado, rebuscan en sus cerebros intentando describir los efectos de este fen¨®meno de caracter¨ªsticas inusitadas y acaban por acudir a dos definiciones: "Una escena de devastaci¨®n" y "algo m¨¢s all¨¢ de lo imaginable".
Lo dicen los pilotos que sobrevuelan las regiones costeras afectadas, repartiendo ayuda y rescatando heridos; lo dicen los miembros de las ONG (organizaciones no gubernamentales), que trabajan a contrarreloj sobre el terreno, y lo dicen los altos cargos pol¨ªticos, cuyas visitas, como la de ayer del secretario general de la ONU, Kofi Annan, se suceden desde hace varios d¨ªas por la provincia de Aceh, en Indonesia, para ver con sus propios ojos la magnitud de este desastre sin precedentes recientes. "Nunca hab¨ªa visto semejante destrucci¨®n", asegur¨® Annan tras sobrevolar Meulaboh. "?D¨®nde est¨¢ la gente, qu¨¦ ocurri¨®?", se pregunt¨®.
"Nunca hab¨ªa visto semejante destrucci¨®n", dijo Kofi Annan tras sobrevolar la zona
Pero la verdadera idea de lo que ocurri¨® el 26 de diciembre por la ma?ana no llega hasta que se puede sobrevolar la costa oeste de Aceh, en la isla de Sumatra, entre Banda Aceh (la capital provincial) y Meulaboh. Es la zona m¨¢s castigada, ya que se encuentra cerca de donde se localiz¨® el epicentro, y se ha quedado aislada por tierra. Primero se vio destrozada por el terremoto y luego por el maremoto que le sigui¨®, arrancando edificios y esparciendo dolor. Una costa de ensue?o, de palmeras y pueblos de pescadores, que se ha transformado en una costa vac¨ªa, en la costa de la muerte.
El helic¨®ptero Nuri de la Fuerza A¨¦rea de Malaisia se dirige hacia el mar, efect¨²a un giro a la izquierda y deja a la vista, a la derecha, la destrucci¨®n de Banda Aceh, donde han muerto decenas de miles de personas.
Comienza un viaje de 250 kil¨®metros, en el que es dif¨ªcil distinguir alg¨²n signo de vida entre la veintena de poblaciones costeras que jalonaban la regi¨®n. El aparato vuela rumbo a Meulaboh, una poblaci¨®n de 60.000 habitantes en la que se han producido miles de muertos -nadie sabe cu¨¢ntos con exactitud-, y que sigue desconectada del resto del pa¨ªs salvo por helic¨®ptero, lo que obliga a esperar hasta tres d¨ªas a quienes intentan acceder a ella.
Los pueblos han quedado reducidos a la nada, a una imagen bidimensional. En el mejor de los casos, queda la soler¨ªa de la planta baja de las construcciones. S¨®lo se ve, ocasionalmente, alg¨²n campo de desplazados y gente que agita la mano al paso del helic¨®ptero. Y algunas casas que sobrevivieron a las olas porque se encontraban a mayor altura.
"He visto el efecto de los huracanes en Estados Unidos, pero nada, absolutamente nada, se puede comparar a esto", dijo Chris Powell, comandante de uno de los nueve helic¨®pteros procedentes del portaaviones estadounidense USS Abraham Lincoln, que reparten v¨ªveres y medicinas, trasladan a equipos m¨¦dicos y recogen heridos. Un total de 27 helic¨®pteros, procedentes de diferentes pa¨ªses, realizan m¨¢s de cincuenta misiones al d¨ªa desde el aeropuerto de Banda Aceh, seg¨²n aseguran responsables del complejo, donde la noria de aparatos es continua y el ruido atronador.
Desde el aire, a pesar de que el Nuri vuela a poca altura, el paisaje parece una fotograf¨ªa a¨¦rea, desprovista de volumen, como si hubiera sido aplastado por una apisonadora de varios kil¨®metros de ancho. Donde una vez hubo viviendas, ahora s¨®lo hay sellos; donde una vez hubo palmerales, ahora s¨®lo quedan campos de barro, con miles de agujeros. En cada uno crec¨ªa antes una palmera. Los ¨¢rboles han quedado reducidos a troncos, que se cruzan unos sobre otros y dan a la franja costera el aspecto de un gigantesco aserradero. La carretera que une Banda Aceh y Meulaboh desaparece en muchos lugares bajo el agua, como si hubiera subido el nivel de un embalse. En varios pueblos, la mezquita ha resistido el embate del agua, pese a que a su alrededor no queda absolutamente nada en pie.
"Es necesario establecer hospitales, necesitamos comida, medicinas y bolsas para recoger cad¨¢veres, muchas bolsas", afirma Sunarbowo Sandi, coronel de las Fuerzas A¨¦reas indonesias. En algunas casas, la gente duerme en los terrados por miedo a que vuelvan las olas.
El mar ha modificado el perfil de la tierra, y los restos de algunas viviendas, que saltaron por los aires por la presi¨®n de las olas de 20 metros, han quedado convertidos en islas. Se han formado estuarios. La vegetaci¨®n est¨¢ quemada por la sal hasta donde penetraron las aguas. Dos semanas despu¨¦s del maremoto, bosques enteros siguen inundados, y el agua color chocolate penetra en muchas zonas kil¨®metros mar adentro. Hay campos anegados de l¨ªquido negro, debido a los vertidos de petr¨®leo. En el horizonte, se suceden los helic¨®pteros.
Tras una hora de vuelo, el Nuri llega a Meulaboh, donde la parte de la ciudad cercana al mar ha desaparecido. El helic¨®ptero aterriza en una zona militar. El aeropuerto ha resultado da?ado. Meulaboh parece una peque?a ciudad dormida. Verde y tropical, vive recuerdos terribles, como los de Rahman, de 78 a?os. El d¨ªa que se levantaron las aguas se encontraba trabajando en su carpinter¨ªa, donde vive con su esposa, a 15 kil¨®metros de la ciudad, y un kil¨®metro tierra adentro. "Cuando vino el mar, cog¨ª a mi nieto y nos subimos al tejado. Todas las casas a mi alrededor se rompieron, pero la m¨ªa flot¨®, y el agua nos arrastr¨® all¨ª subidos hasta un bosque", dice. "A mi mujer se la llev¨® un empleado que huy¨® en moto y se salvaron. He perdido a otro nieto y no me queda nada. Y no puedo recordar todo lo que ocurri¨®, pero estoy vivo".
Una de las organizaciones que primero acudi¨® a Meulaboh fue la Cruz Roja. "Me siento muy triste y quiero ayudar a la gente", dice Fajar, de 24 a?os, que trabaja en la organizaci¨®n humanitaria en Yakarta. "Hay personas que lo han perdido todo: familia, casa. Est¨¢n desesperados. Est¨¢n desvalidos".
El Ministerio de Asuntos Exteriores tiene los tel¨¦fonos de informaci¨®n 91 379 16 25, 91 379 16 27 y 91 379 16 28. Para donativos, las ONG ofrecen: ACNUR 91 369 06 70; Cruz Roja 902 22 22 92; Unicef 902 255 505; M¨¦dicos Sin Fronteras 902 250 902; Interm¨®n Oxfam 902 330 331; Acci¨®n Contra el Hambre 902 100 822; SOS India 902 22 29 29; Bomberos Unidos Sin Fronteras 91 467 12 16; M¨¦dicos del Mundo 902 286 286; y Movimiento por la Paz-MPDL 91 429 76 44.
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