Prisioneros en Gaza
Enmascarados palestinos retienen durante dos horas al enviado especial de EL PA?S y a la fot¨®grafa Carmen Secanella
Al otro lado del control militar israel¨ª de Abu Holy, que corta la Franja de Gaza en dos, se encuentra Jan Yunis, un campo de refugiados donde hierve la pobreza y la desesperaci¨®n. Las ¨²ltimas casas est¨¢n acribilladas a balazos. En frente, el mar; y en medio, torretas blindadas de vigilancia y el pueblo de Muasai, pegado a un asentamiento de colonos jud¨ªos. A las afueras, junto a un muro de hormig¨®n, decenas de palestinos guardan cola durante d¨ªas para regresar a sus casas: se trata de una prisi¨®n dentro de la prisi¨®n. A la izquierda de Jan Yunis y ese mar, surgen otras casas igualmente pobres; de ellas salieron ayer los milicianos enmascarados que retuvieron durante un par de horas a dos periodistas espa?oles.
En el campo de refugiados de Jan Yunis hierve la pobreza y la desesperaci¨®n
La excusa era mostrar unas paup¨¦rrimas tiendas de campa?a. Cuando se sintieron a cubierto por un mont¨ªculo de escombros, uno de ellos se calz¨® un pasamonta?as negro en la cabeza y esgrimi¨® un arma. De la nada aparecieron cuatro m¨¢s que vociferaron ¨®rdenes en ¨¢rabe y apuntaban a los periodistas: este enviado especial y la fot¨®grafa Carmen Secanella. Los separaron por las malas del traductor y del ch¨®fer bajo la amenaza de abrir fuego.
Al final de la pendiente, introdujeron a empellones a los extranjeros en una casa destartalada. Apareci¨® un quinto hombre, de no m¨¢s de veinte a?os. Todo el grupo iba armado y con el rostro cubierto. Los primeros minutos fueron de gran tensi¨®n. Mandaron apagar los m¨®viles y esconder las c¨¢maras de fotos. Sin que nadie hablara ingl¨¦s era imposible el entendimiento. No explicaron el motivo, s¨®lo dec¨ªan "una hora", "dos horas", "todos dormimos aqu¨ª".
Se identificaron como miembros de la Brigadas de los M¨¢rtires de Al Aqsa, uno de los grupos radicales palestinos, pero parece m¨¢s bien que eran un grupo renegado que intentaba llamar la atenci¨®n de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Eligieron un mal d¨ªa: la v¨ªspera de unas elecciones y con la atenci¨®n mundial puesta en el proceso democr¨¢tico del que saldr¨¢ hoy el sustituto de Yasir Arafat.
Relajado el ambiente de los primeros minutos, los milicianos sirvieron un caf¨¦ horrible y pronunciaron palabras sueltas que pretend¨ªan ser amables: "Espa?a", "amigo". A la media hora de la retenci¨®n se escuch¨® una nueva, "negociaci¨®n", que parec¨ªa explicar lo que suced¨ªa fuera de las cuatro paredes. El coronel Dahlan, ex jefe de seguridad de Gaza y uno de los hombres de confianza de Abu Mazen, realizaba llamadas desde su m¨®vil para averiguar la identidad de los secuestradores. Cuando los localiz¨® les dio 60 minutos para acabar con el asunto.
Casi dos horas despu¨¦s del inicio de la retenci¨®n entraron en la sala varios hombres desarmados de la ANP y, tras un forcejeo dial¨¦ctico con los milicianos, se llevaron a los periodistas al edificio de la Polic¨ªa. Desde ese momento comenz¨® el largo peregrinar de los liberados por dependencias y autoridades que ped¨ªan "disculpas en nombre del pueblo palestino" por lo ocurrido. Un miembro de la seguridad confes¨® que esos chicos hab¨ªan cometido "un grav¨ªsimo error" que afectaba al prestigio de un pueblo y que lo iban a pagar caro cuando pasaran las elecciones.
De noche, ya en la ciudad de Gaza, en la memoria del periodista no queda apenas rastro de los enmascarados. A cualquier imagen se sobrepone otra m¨¢s dura: la de las mujeres de negro de Muasai, en las afueras de Jan Yunis, haciendo frente a la paciencia y a una torreta militar israel¨ª en la que otro armado, esta vez de uniforme, asomaba la bocacha de su fusil y amenazaba con abrir fuego sobre la gente que quiere volver a casa.
Asu Isa lleva 40 d¨ªas yendo a ese descampado. Husla y F¨¢tima, 10 d¨ªas y tres semanas. La primera cruz¨® a Jan Yunis para ir al m¨¦dico; la segunda, para visitar unos familiares. El cambio de humor de los soldados les pill¨® fuera de casa. "En Muasai est¨¢n nuestros hijos y nuestro marido". Por la noche, cuando se agotan de esperar a la suerte, suben la cuesta que conduce a la guarida de los milicianos enmascarados y entran en una mezquita a compartir pesadillas con otras cien personas. Es v¨ªspera electoral, muchos declaran que votar¨¢n a Abu Mazen, pero hace tiempo que se les sec¨® la esperanza. Como a Mahumud, que tiene la ventana de su casa tapiada desde que una bala de un soldado mat¨® a su madre en la cocina. "De las elecciones s¨®lo pido una cosa: que podamos dormir durante la noche sin escuchar balas y el lloro de los ni?os".
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