'Akelarre'
Desgraciadamente, hace ya bastantes a?os que se viene constatando la p¨¦rdida de respeto de algunos dirigentes nacionalistas por la dimensi¨®n central del Estatuto de Autonom¨ªa: esta es su valor como pacto y como acuerdo de convivencia entre vascos. Estos mismos dirigentes, suelen apoyarse en las transferencias que siguen pendientes para se?alar a los partidos gobernantes en las instituciones centrales del Estado como los responsables de no haberlo cumplido y, por lo tanto, de haber comenzado a ponerlo en cuesti¨®n.
Sin embargo, m¨¢s all¨¢ del sistema de competencias que contempla, el Estatuto tiene un valor como acuerdo de convivencia que traspasa las fronteras de las identidades, las ideolog¨ªas y las coyunturas pol¨ªticas, para fijar el centro gravitatorio de lo vasco en el punto exacto del respeto, la convivencia y el enriquecimiento mutuo. Es este su elemento central; un principio de no exclusi¨®n en el reconocimiento y el amparo de la pluralidad vasca como rasgo definitorio de nuestra sociedad y del marco que la articula.
Hoy, para tristeza de muchos, los l¨ªderes nacionalistas han encontrado a Batasuna
Dirigentes del tripartito se?alan, sin ning¨²n rubor, que vasco s¨®lo es quien apoya el Plan
El an¨¢lisis del nacionalismo sobre la situaci¨®n en la que se encuentra el sistema de competencias transferidas denuncia una realidad tangible: todos los recursos para la ejecuci¨®n de todas las competencias que recoge el Estatuto no han sido todav¨ªa atribu¨ªdos por el Estado. Sin embargo, ¨¦sta es una enfermedad del Estatuto que podr¨ªa haberse curado de haber existido un mejor clima de relaciones entre gobiernos en los ¨²ltimos a?os y que, por supuesto, podr¨ªa solucionarse en el futuro si existiera voluntad negociadora por parte de todos.
Por contra, la realidad es que los dirigentes nacionalistas del tripartito est¨¢n y estar¨¢n en otra cosa, ya que "no tiene vuelta atr¨¢s" el curioso viaje a ninguna parte que iniciaron en la votaci¨®n del Plan de Ibarretxe. No es que este nuevo sendero termine m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites del texto constitucional, que, entre otras cosas, permite la existencia de nuestro propio autogobierno, sino que empieza ya m¨¢s all¨¢ de las fronteras del reconocimiento de la pluralidad vasca y del principio del acuerdo que inspir¨® el Pacto estatutario del a?o 79.
Con lo cual, se puede decir que algunos de los dirigentes del tripartito han dejado de aceptar que vascos son quienes as¨ª se sienten, para empezar a se?alar, sin ning¨²n rubor, que vasco s¨®lo es quien apoya el Plan de Ibarretxe, en una curiosa tentativa reduccionista de la idea de lo vasco cuando ¨¦sta s¨®lo se entiende a partir de los muchos y muy diversos espacios identitarios que la conforman.
Con todo, la aprobaci¨®n del Plan ha sido la declaraci¨®n de muerte pol¨ªtica del Estatuto de Autonom¨ªa por parte de los cuatro partidos nacionalistas de nuestro pa¨ªs. El desprecio mostrado por ¨¦stos a la esencia pactista y la aceptaci¨®n del otro, ha sido incluso aplaudida en el Parlamento vasco, pero m¨¢s all¨¢ de esta triste realidad, esta votaci¨®n tambi¨¦n constata su desprecio hacia la historia de su propio movimiento pol¨ªtico. Desde luego, no parece que algunos de ellos tengan mucho que ver con aquellos miles y miles de nacionalistas que regaron con su propia sangre las trincheras en las que defendieron con su vida, junto a socialistas y comunistas, el orden leg¨ªtimo de la Rep¨²blica en plena guerra civil.
No se parecen en nada algunos de ellos a quienes resistieron durante cuarenta largos a?os en la defensa de las identidades del pueblo vasco, tambi¨¦n junto a socialistas y comunistas, durante la dictadura franquista. No son tampoco quienes supieron construir el gran pacto estatutario junto al resto de fuerzas pol¨ªticas en los primeros pasos de la democracia. Y finalmente, algunos de ellos tampoco se parecen mucho a aquellos otros nacionalistas que en los a?os 90 insist¨ªan en que no compart¨ªan con ETA ni medios ni fines.
Hoy, para tristeza de muchos, algunos dirigentes nacionalistas han encontrado a Batasuna, de espaldas a otros dirigentes nacionalistas, en el apoyo al Plan de Ibarretxe para dejar fuera a todos los que no est¨¢n de acuerdo con ¨¦l y reeditar as¨ª las esencias del a?o 98 en el pacto de Lizarra. El instrumento ha sido un articulado que, dando por muerto el actual acuerdo auton¨®mico, no llegar¨¢ a ninguna parte, porque sencillamente no es viable ni jur¨ªdica ni pol¨ªticamente. Ibarretxe es el primero que lo sabe.
Pero antes de futuros viajes, ser¨ªa bueno que explicaran por qu¨¦ han declarado muerto el Estatuto de Autonom¨ªa y no declaran muertas las instituciones que tan s¨®lo existen gracias a ¨¦l. Si la coherencia y la valent¨ªa presidieran su acci¨®n pol¨ªtica, deber¨ªan abandonar el cuerpo institucional que este mismo Estatuto hace posible, ya que para ellos tanto su contenido como lo que de ¨¦l se deriva y emana han dejado de tener legitimidad jur¨ªdica y pol¨ªtica.
Curioso pa¨ªs el nuestro, donde el sustento jur¨ªdico de las instituciones est¨¢ cuestionado precisamente por quienes las ocupan. Con todo, tanto los ciudadanos vascos, como Euskadi y lo mejor de la historia del nacionalismo vasco han sido despreciados en el propio Parlamento vasco, en un akelarre colectivo sin precedentes. Y hoy, a muchos de nosotros nos da por pensar que algunos dirigentes nacionalistas nunca han estado tan lejos de los mejores cap¨ªtulos de historia que el nacionalismo nos ha dejado, ni tan cerca, tampoco, de ese pa¨ªs de tinieblas por el que ETA ha matado.
Eduardo Madina es secretario general de las Juventudes Socialistas de Euskadi.
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