Las incertidumbres satisfechas
Hay un punto de ambig¨¹edad en los periodos festivos prolongados, ya que se empieza por desear que se inicien cuanto antes, se sigue por rogar que terminen de una vez, y se acaba demandando al calendario la llegada del siguiente
Broncas
Ha sucedido otras veces. La bronca entre los dirigentes del PP valenciano, en las instancias decisorias que de verdad cuentan, no existir¨ªa, y todo se trata de una escenificaci¨®n escrita por un mal guionista cuyo prop¨®sito esencial ser¨ªa resaltar la figura de MacCamps como vencedor providencial previamente pactado de un combate a muerte contra su predecesor. Esta nueva versi¨®n del Tema del traidor y del h¨¦roe no debe nada a Borges, es cierto, porque est¨¢ muy mal escrita. Pero llama la atenci¨®n que los sucesos se repiten como en una pesadilla recurrente: id¨¦ntica invitaci¨®n al valencianerismo a montar la bulla de todos los domingos, el mismo list¨ªn de agravios inventados, la misma tontuna de la dedicaci¨®n sacrificada para impedir intromisiones exteriores ante el inexistente proyecto pol¨ªtico valenciano... Todo junto, da mucho que pensar.
Palabras y cosas
De entre todos los inocentes impostores de la escritura, que son muchos, nadie tan notable como el poeta, ese personaje a menudo oscuro, cuando no algo melindroso, que se alimenta del desd¨¦n hacia las miserias cotidianas para hilvanar un repertorio reglado de palabras que sugieren el para¨ªso estil¨ªstico, o su contrario. Curioso oficio, el de buscar la exactitud desolada de una expresi¨®n que siempre ser¨¢ m¨¢s afable, y acaso m¨¢s aut¨¦ntica, en la alegr¨ªa espont¨¢nea de los licores de sobremesa. Una contradicci¨®n indolora para el lector, que no siempre sabe a qu¨¦ se refiere Aleixandre en el verso Nadie gemir¨¢ nunca bastante, que ignora de qui¨¦n diablos habla Garc¨ªa Lorca cuando escribe Tu voz como columna de ceniza, que desconoce al interlocutor de Beckett ante el que asegura su deseo de disponer del m¨ªnimo de cerebro intacto necesario para estallar de j¨²bilo. Al cabo, todo ser¨¢ m¨¢s inc¨®gnito que misterioso.
Si la traducci¨®n mejora
Pronto se cumplir¨¢n 85 a?os del nacimiento de Federico Fellini. Es una efem¨¦ride tan buena como otra, aunque tal vez algo menos redonda por el capricho conventual de las cifras, para celebrar el contento de una obra que todav¨ªa nos desborda en sus alardes de sinceridad desmesurada. Pero no es eso. En la versi¨®n castellana de Ocho y medio, el traductor le hace decir a una especie de adivina ibicenca que Guido, el protagonista de la historia (que no es otro que el mismo Fellini enmascarado por el gran Marcello Mastroiani) es curioso de una manera intranquila, cuando en el original italiano se dice que es curioso de una manera infantil. ?Viene a ser lo mismo? En cierto modo, s¨ª, ya que lo infantil es agitado por definici¨®n. Y, sin embargo, tambi¨¦n no, porque el adulto que conserva esa curiosidad oposita sin remedio a lo irresponsable.
La tradici¨®n circense
La verdad es que el circo no atraviesa sus mejores horas, tomado en general por malas copias de infames programas televisivas, animales poco menos que en cautividad permanente y unos juegos malabares a menudo desprovistos de todo magia. Incluso el t¨¦rmino mismo de circo se utiliza cada vez de manera peyorativa, como espect¨¢culo desagradable o fuera de lugar. Es curioso que el t¨¦rmino surrealista haya corrido una suerte parecida con el paso de los a?os. En sus buenos tiempos, que coincidieron con la mejor ¨¦poca del circo, el surrealismo era una tendencia un tanto adolescente que oscilaba entre el sin sentido y el divertimento a toda costa. Ah¨ª est¨¢ la obra de Dal¨ª, tan oportuna para distraerse un rato. Por fortuna, hoy el surrealismo designa hoy poca cosa m¨¢s que algo incomprensible y, por lo general, oneroso. El tiempo pone al fin las cosas en su sitio. ?S¨®lo el tiempo? No, porque Kafka, otro gran amante del circo, conserva todas sus notables virtudes, aunque no as¨ª las tediosas alegr¨ªas de lo kafkiano.
Normalidad
Las fiestas, y especialmente el largo par¨¦ntesis navide?o, gozan de un prestigio tal vez desmesurado, ya que al tercer o cuarto d¨ªa festivo casi todo el mundo desea con toda el alma ese regreso a la normalidad cotidiana que hace la vida m¨¢s aburrida pero mucho m¨¢s segura. M¨¢s que un castigo, el trabajo es una bendici¨®n para tantos millones de personas que no sabr¨ªan qu¨¦ hacer con su vida de no enfundarse en la rutina de sus obligaciones. La fiesta como descanso merecido fomenta una inhibici¨®n de la conducta real a favor de la distracci¨®n, no siempre divertida, donde las horas pesan m¨¢s que pasan, y en su car¨¢cter improductivo llevan su penitencia. No hacer nada de provecho inmediato, o leer los libros cuya frecuentaci¨®n fue aplazada en su momento, es un desahogo de poca monta si se lo compara con los m¨®rbidos placeres que depara la vuelta a la oficina.
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