Manuel Lizcano, un pensador intempestivo
Manuel Lizcano Pell¨®n, muerto a los 83 a?os con el a?o que tambi¨¦n nos acaba de dejar, es una de las figuras m¨¢s desconocidas y seguramente m¨¢s originales del pensamiento espa?ol del ¨²ltimo medio siglo.
Perteneciente a la que ¨¦l mismo llam¨® "generaci¨®n perdida" de la posguerra civil, fue pionero de la sociolog¨ªa en Espa?a, siguiendo los cursos de Sociolog¨ªa de las Religiones en 1956 en el CNRS de Par¨ªs, donde trab¨® amistad con Enri Desroche y Edgar Morin. Sus colaboraciones de entonces en revistas y congresos de Alemania, Francia, Inglaterra y Estados Unidos abrieron al exterior la incipiente sociolog¨ªa espa?ola.
Procedente de la militancia obrera cat¨®lica de izquierdas durante los a?os m¨¢s duros del franquismo, fue miembro fundador del Felipe (Frente de Liberaci¨®n Popular, al que despu¨¦s repudi¨® por su deriva comunista) y promovi¨® el di¨¢logo entre los sectores m¨¢s abiertos del anarcosindicalismo (que por entonces empezaba a abandonar las c¨¢rceles), del obrerismo cristiano y del sindicalismo oficial.
Ante el bloqueo de las autoridades acad¨¦micas de la ¨¦poca, fund¨® en Madrid el Instituto de Sociolog¨ªa y Desarrollo del ?rea Ib¨¦rica (Isdiber), de orientaci¨®n iberoamericanista y comunalista, donde cursaron e impartieron cursos de posgrado eminentes figuras pol¨ªticas e intelectuales de la Am¨¦rica hispana, como el que ser¨ªa presidente de Per¨², Alan Garc¨ªa.
Desde esta plataforma organiz¨® los primeros Foros Iberoamericanos (Bogot¨¢, 1973; La R¨¢bida, 1975), que son precursores de las actuales Cumbres Iberoamericanas.
Su formaci¨®n intelectual estuvo marcada por la impronta de Xavier Zubiri, cuya obra desarroll¨® articul¨¢ndola con una tradici¨®n que enhebra, entre otros muchos hilos, la m¨ªstica castellana, el pensamiento parad¨®jico de Graci¨¢n, la reflexi¨®n tr¨¢gica de Unamuno y los planteamientos libertarios de Diego Abad de Santill¨¢n (a quien le uni¨® una estrecha amistad) o del socialismo de Jerusal¨¦n de Mart¨ªn Buber.
Pas¨® los ¨²ltimos 20 a?os absorbido en la redacci¨®n de una vasta y original trilog¨ªa que ha quedado inconclusa, aunque algunos atisbos se apuntan en sus dos libros, La revoluci¨®n comunal: hacia una nueva comunidad ibero-americana, y El nuevo proyecto espa?ol: quince tesis sobre la sociedad iberoamericana y su identidad cultural.
Su pensamiento m¨¢s elaborado se articula en torno a dos ejes. Por un lado, una revisi¨®n de la historia de los pueblos de Espa?a que la reinterpreta, no en los t¨®picos t¨¦rminos de atraso respecto de una modernidad que le es ajena, sino en funci¨®n de una modernidad propia -en parte truncada- que se proyecta sobre la Am¨¦rica de lengua espa?ola y portuguesa y se manifiesta en sus realizaciones comunales y sus aspiraciones ut¨®picas.
Por otro, una cr¨ªtica de la filosof¨ªa y de las ciencias sociales como disciplinas constre?idas por un logos que las aprisiona en vez de abrirlas a las posibilidades impl¨ªcitas en todo grupo humano. De ah¨ª que planteara la necesidad de una "noolog¨ªa del sobrenombre", donde la apertura del nous reemplaza a la clausura del logos y donde la condici¨®n del hombre (o mujer) no hace del ser humano un mero adjetivo ("hombre libre"), sino una realidad sustantiva (el "libre sustantivo") que se realiza como absoluta en la comunidad de seres humanos.
Diego Gracia Guill¨¦n es director de la Fundaci¨®n Zubiri
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