Diversas respuestas a diversas Europas
A las puertas del 20 de febrero, deber¨ªamos haber entrado en la fase de debate social sobre el sentido y significado de la denominada Constituci¨®n europea. Una ojeada a la prensa no invita precisamente al optimismo sobre el grado y la calidad que pueda llegar a alcanzar ese debate en torno al refer¨¦ndum. El Gobierno ha tratado de conjurar el peligro de indiferencia-abstenci¨®n con una campa?a institucional de famosos que, si bien aparentemente informan sobre el texto, en la pr¨¢ctica refuerzan el apoyo t¨¢cito a lo que exponen. El Partido Popular, ocupado como est¨¢ en defender Espa?a de los enemigos que surgen por doquier y con crisis de liderazgo evidente, duda de si le conviene o no asumir un perfil alto en la campa?a a favor de un texto en cuya redacci¨®n particip¨® activamente. Otros partidos han atravesado un curioso camino del no estrat¨¦gico al s¨ª dubitativo, o tratan de confundirse con el terreno con discreci¨®n y pocos excesos, sabiendo que est¨¢n ante un asunto en que o bien no se sabe qu¨¦ decir, o si se profundiza las dudas surgen por doquier. En general se nota que estamos ante un tema que atraviesa internamente a muchos partidos pol¨ªticos y muchas formaciones sociales, como de hecho se ha podido constatar en otros pa¨ªses.
?Para que necesita reforzarse Europa?, se preguntaba Tzvetan Todorov en un reciente libro, y respond¨ªa: para defender una cierta identidad que los europeos creen que vale la pena defender. ?Cu¨¢l es esa identidad? Zygmunt Bauman responde que es esa forma, para nada com¨²n, de vivir juntos, de respetarse mutuamente despu¨¦s de tantos siglos de luchas fratricidas. Pero, ese estar juntos sin necesidad de definir con precisi¨®n qui¨¦nes somos, ese estar juntos sin ser lo mismo, ?lo defiende el texto llamado constituci¨®n que nos invitan a refrendar? El problema es que en la construcci¨®n europea se ha tendido a privilegiar los resultados, los hechos, las ventajas de formar parte del club europeo, mientras, inteligentemente, se pasaba de soslayo por las cuestiones de identidad, de valores compartidos, de derechos de ciudadan¨ªa comparables. Pero ese saber hacer, perfectamente comprensible en los a?os cincuenta, sesenta, setenta y ochenta, empez¨® a resquebrajarse en la d¨¦cada de 1990 cuando se fue agotando la m¨¢quina de producir resultados, cuando internamente las grietas empezaron a ser excesivamente visibles y cuando los vecinos cercanos y lejanos se tornaron irremisiblemente presentes por todos lados. Ante la perspectiva de que los hechos menguar¨¢n, que los recursos escasear¨¢n y que las grietas no se cerrar¨¢n, se nos pide una renovaci¨®n de las promesas fundacionales con nuevos mimbres. Un renovado "sue?o de la raz¨®n", como dir¨ªa el profesor de Cambridge Philip Allott. Se utilizan s¨ªmbolos te?idos de significado hist¨®rico: convenci¨®n, constituci¨®n, t¨¦rminos que a finales del siglo pasado sonaban como sacrilegio en muchos de los pa¨ªses miembros. As¨ª, en pocos a?os, hemos pasado de la pregunta: "?Necesita Europa una constituci¨®n?", a preguntarnos: "?Cu¨¢l deber¨ªa ser el contenido de una constituci¨®n europea?". No est¨¢ mal para un entramado que necesitaba urgentemente legitimaci¨®n y superar de alguna manera el persistente reproche de su d¨¦ficit democr¨¢tico. Lo que no sabemos es si ahora lo que obtendremos es un d¨¦ficit democr¨¢tico constitucionalmente constatable.
No creo que nadie pueda defender que el debate sobre la construcci¨®n europea se resuelve con la aprobaci¨®n m¨¢s o menos solemne de la Constituci¨®n europea. Uno de los mejores argumentos para inclinarse por la participaci¨®n y por el s¨ª en el refer¨¦ndum del d¨ªa 20 de febrero es que el contenido del nuevo tratado es notablemente mejor que lo que hasta ahora tenemos. Un triunfo del no, dicen, implica no avanzar. Pero ?hacia d¨®nde avanzamos? El problema es que si relacionamos el debate sobre el texto constitucional con los temas de fondo de la construcci¨®n europea, las dudas siguen sin resolverse. ?Nos indica la Constituci¨®n si avanzamos m¨¢s hacia una "forma de estar juntos" que vaya m¨¢s all¨¢ de los lazos d¨¦biles que ofrece el mercado? ?O m¨¢s bien refuerza los nuevos asuntos en que la Uni¨®n ha ido incorporando valor desde la ¨¦poca de Jacques Delors (medio ambiente, empleo, inclusi¨®n social)? ?Avanzaremos m¨¢s o menos desde las nuevas bases constitucionales hacia pol¨ªticas redistributivas entre personas y territorios dentro de la Uni¨®n? ?C¨®mo ser¨¢ ello recibido por pa¨ªses muy reticentes a perder su distintividad en esa cuesti¨®n? ?Permitir¨¢ la nueva base constitucional resolver mejor o peor los conflictos territoriales internos de cada Estado?
Probablemente nos estamos moviendo del debate sobre si queremos m¨¢s o menos integraci¨®n europea, hacia un nuevo eje de conflicto en el que el dilema se sit¨²a en el tipo de integraci¨®n hacia el que queremos avanzar. En algunos estudios recientes coordinados por Gary Marks se habla del creciente inter¨¦s de franjas de europeos en asuntos como incrementar la igualdad de oportunidades, sobre todo para mujeres y minor¨ªas; m¨¢s ayuda a los pobres, excluidos y a los pa¨ªses del Tercer Mundo; m¨¢s equilibrio territorial, m¨¢s defensa de los consumidores. ?Conseguiremos avanzar en ese tipo de integraci¨®n o no? Lo cierto es que los elementos que algunos caracterizan como "nueva pol¨ªtica" (estilos de vida, medio ambiente, participaci¨®n directa, elementos de identidad cultural...) se mueven m¨¢s f¨¢cilmente en el contexto supranacional europeo que en los enclaves estatales. Ello explicar¨ªa que lo que algunos llaman el eje TAN (tradicionales-autoritarios-nacionalistas) incremente su antieurope¨ªsmo, mientras que los VAL (verdes-alternativos-libertarios) se muevan mejor en los nuevos espacios que ha ido abriendo Europa. Ante todo ello, nos convendr¨ªa ir un poco m¨¢s all¨¢ de las adhesiones inquebrantables o de posiciones de creyente sin fisuras. Creo que empieza a llegar la hora de preguntarnos hacia d¨®nde nos dirigen y, por tanto, si lo que nos ofrecen permite realmente visiones alternativas, ya que cada vez hay m¨¢s respuestas distintas a distintas Europas.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.
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