Subcontrata
La muerte es una subcontrata. Le exigimos a la vida un contrato fijo, legal, casi de funcionarios, a salvo de las regulaciones de empleo y de las reducciones de personal. Pero la vida es una empresaria avispada, competitiva, que quiere cerrar bien sus cuentas, y no duda en acordar subcontratos con algunos negocios turbios llamados tiempo, enfermedad, guerras o accidentes laborales, que a su vez subcontratan las tareas de demolici¨®n con la firma definitiva de la Muerte. De mano en mano, de contrato en contrato, perdemos cualquier derecho no s¨®lo al empleo fijo, sino incluso a la seguridad existencial. Por mucho que la historia se ha esforzado en darle un car¨¢cter estable a la realidad, parece que se trata de una batalla perdida y que la l¨®gica del accidente impone sus dominios en los valores de la modernidad. No est¨¢n bien vistas las injerencias de los estados, los contratos en firme, los papeles en regla, poco acordes con las ideas de competencia y libertad que impone la l¨®gica del accidente. La muerte trabaja bien con las subcontratas, ya sea a trav¨¦s de los ej¨¦rcitos que act¨²an por delegaci¨®n de las multinacionales, ya sea por los movimientos de tierra que acuerdan un segundo contrato con las olas del mar, ya sea gracias a los desarreglos de Alsa, SL, empresa que subcontrat¨® con Construcciones Hermanos Rodr¨ªguez una obra ya subcontratada por la constructora Rehabilitaciones y Demoliciones Granada SL. Se trataba de demoler subsidiariamente, en nombre del Ayuntamiento de Granada, un edificio de la cuesta de Gom¨¦rez, y la ca¨ªda libre, sin injerencias, acab¨® con da?os a los vecinos y con la muerte de un trabajador sin permiso de trabajo, un ser humano sin permiso de vida.
Hay responsabilidades pol¨ªticas claras. Vecinos de la cuesta de Gom¨¦rez hab¨ªan denunciado al Ayuntamiento un disparate subcontratado del que nadie se hizo cargo, tal vez porque el sentido com¨²n tambi¨¦n se subcontrata en la inercia de la vida cotidiana, tan llena de socavones, calles cortadas por obras y ceremonias de inauguraci¨®n. Y tambi¨¦n hay responsabilidades penales en los t¨¦cnicos de seguridad que no cumplen con su trabajo, en empresas que contratan para subcontratar sin aviso y en empresarios que explotan a trabajadores sin papeles, porque cobran menos, no pueden protestar y desactivan a sus compa?eros espa?oles, tan molestos con sus sindicatos y con la reivindicaci¨®n de sus derechos, una injerencia poco competitiva del Estado. Cuando un pol¨ªtico se equivoca, no dudamos en arremeter contra la pol¨ªtica, siempre tan sucia y tan corrupta. Cuando un empresario explota demasiado, criticamos al empresario, pero no nos atrevemos a dudar del sistema social que representa ese empresario. Se ha impuesto la l¨®gica que define la libertad por la inexistencia de regulaciones solidarias de la vida econ¨®mica. Las dictaduras se encargan directamente de reprimir y ejecutar. Los neoliberales firman subcontratas. Deber¨ªamos conocernos lo suficiente como para desear que no nos dejen libres del todo a la hora de hacer negocios. Benditas injerencias del Estado. Los cad¨¢veres en las aguas del Estrecho, las hambrunas del mundo y los accidentes laborales son buenas pistas para seguir buscando esas armas de destrucci¨®n masiva que Bush no ha encontrado en Irak.
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