2455
Creo que soy espa?olista o, por lo menos, casi espa?olista. Respondo al sondeo 2455 del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas, de hace dos a?os, que conozco ahora por un atinado comentario de Soledad Gallego-D¨ªaz en este peri¨®dico. Las preguntas de los sondeadores, que quer¨ªan medir el sentimiento nacional espa?ol a principios del siglo XXI, fueron ¨¦stas: ?Me siento ¨²nicamente espa?ol? ?M¨¢s espa?ol que de mi comunidad? ?Tan espa?ol como de mi comunidad? ?M¨¢s de mi comunidad que espa?ol? ??nicamente de mi comunidad? ?No s¨¦, o es que no contesto? Parece uno de esos interrogatorios apasionantes que surgen en las sobremesas, cuando la conversaci¨®n se muere y necesita una transfusi¨®n de cuestiones juvenilmente trascendentales.
En Andaluc¨ªa 70 de cada 100 interrogados admiten, con bastante sentido com¨²n, sentirse tan espa?oles como andaluces. Afirmando un poco m¨¢s lo innegable, yo a?adir¨ªa que me siento europeo, granadino, de la plaza de Bib-Rambla, y, por supuesto, tan andaluz como espa?ol, lo que resulta obvio, adem¨¢s de ser obviamente falso, como dijo aquel. Porque mi pasaporte es espa?ol, y espa?oles son la Constituci¨®n por la que me rijo, y el C¨®digo Penal y el C¨®digo Civil que me gu¨ªan. Cuando me preguntan en el extranjero cu¨¢l es mi tierra, digo que soy espa?ol (y digo lo que siento, no hago ninguna especie de restricci¨®n mental), y, s¨®lo si el interrogador quiere saber exactamente de qu¨¦ punto de Espa?a llego, a?ado que soy de Granada, en Andaluc¨ªa. Teniendo en cuenta mi respuesta real, fuera de sondeos, ?debo decir que soy espa?olista?
No comparto patriotismos viscerales, de sangre y patrimonio. No tengo patrimonio, o mi patrimonio es irrelevante, y mi sangre me inclina m¨¢s a sentirme ciudadano de un Estado de derecho, que funciona aceptablemente, imperfecto como todo lo humano. S¨¦ que la historia de Espa?a desune m¨¢s que une a los espa?oles, con nuestras inolvidables y rencorosas guerras civiles, y la tradici¨®n de considerarnos mutuamente antipatriotas si no acatamos una misma concepci¨®n de Espa?a. Pero las cuestiones nacional-localistas del sondeo 2455, que, desde lejos, podr¨ªan parecer un juego de sobremesa sin ning¨²n inter¨¦s pr¨¢ctico, han provocado en estos a?os cientos de asesinatos, y, despu¨¦s de las ¨²ltimas iniciativas del Parlamento vasco, han revivido aquellos tiempos en que la amenaza del Ej¨¦rcito fundamentaba el sentimiento nacional espa?ol, antes de que Espa?a fuera un acuerdo pol¨ªtico, democr¨¢tico, de convivencia ciudadana.
As¨ª que estoy asustado mientras algunos se inflaman alegremente, patri¨®ticamente. Un peri¨®dico tan independiente, imparcial y americano como el The Wall Street Journal vaticinaba con cierta felicidad, el pasado lunes, la balcanizaci¨®n de Espa?a, cosa que suena a guerra, irredentismo y fragmentaci¨®n. M¨¢s a¨²n: daba por balcanizada a Espa?a. As¨ª que, le¨ªdo el The Wall Street Journal, ahora mismo me siento tan atemorizado como andaluz y espa?ol. Porque, seg¨²n es sabido, los profetas manifestaban e interpretaban la voluntad de Dios, y los dioses de este momento probablemente sean fieles lectores del The Wall Street Journal.
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