Savio y Luxemburgo, diez a?os atr¨¢s
Las carreras del jugador y el t¨¦cnico brasile?os se vuelven a cruzar hoy en el Bernab¨¦u
Ha pasado una d¨¦cada, Savio Bortolini y Vanderlei Luxemburgo dif¨ªcilmente habr¨¢n olvidado la extraordinaria frustraci¨®n que les dej¨® el a?o 1995, cuando ambos coincidieron en el Flamengo. El club carioca celebraba entonces su centenario afrontando un ambicioso proyecto dirigido por el popular locutor de radio Kl¨¦ber Leite, que tras ganar las elecciones a la presidencia del club firm¨® acuerdos financieros con distintas empresas locales que le permitieron realizar fichajes importantes. Los refuerzos llegaron envueltos por un ambiente de euforia desmedida en el seno de la exigente y populosa torcida del Flamengo.
En enero, y desde Barcelona, era repatriado Romario, h¨¦roe del cuarto mundial conquistado por Brasil pocos meses antes y garant¨ªa de goles, espect¨¢culo y llenos en Maracan¨¢. Para el banquillo tambi¨¦n hubo un golpe de efecto: Luxemburgo, el t¨¦cnico elegido, hab¨ªa ganado los dos ¨²ltimos campeonatos brasile?os con el Palmeiras y por entonces contaba con el apoyo incondicional de la prensa, que le consideraba el mejor t¨¦cnico del pa¨ªs. Savio, con 21 a?os y sus regates de colibr¨ª en la banda izquierda, era la gran promesa emergente: el mejor ejemplar surgido de la fecunda cantera del Flamengo desde los tiempos de Zico.
Pero el fracaso del equipo fue estrepitoso: encajaba goles con profusi¨®n masoquista
Con Romario y Savio en la delantera, el equipo no tuvo problemas en llegar en junio a la final del campeonato del Estado de R¨ªo, en la que part¨ªa como favorito ante el Fluminense en Maracan¨¢. Una igualada le bastaba al equipo de Luxemburgo para coronarse campe¨®n. Pero con un empate a dos a falta de tres minutos para el final del choque, el delantero del Fluminense Renato Gaucho apareci¨® en el ¨¢rea peque?a para empujar a gol, con la barriga, un centro mordido que le lleg¨® desde la l¨ªnea de fondo. Un gol inusual que no s¨®lo supuso que el Flamengo perdiera el t¨ªtulo, sino el comienzo de una espiral de problemas que asol¨® al club hasta el final del a?o.
Luxemburgo dej¨® de ser visto como un t¨¦cnico ganador, y enseguida comenz¨® un pulso dial¨¦ctico contra un mal enemigo que cuestionaba sus m¨¦todos: Romario, al que acusaba de pasar m¨¢s tiempo reclamando privilegios que asumiendo responsabilidades fuera y dentro del terreno de juego. No contaba con que el presidente se pusiera del lado del goleador: Kl¨¦ber Leite despidi¨® en julio a Luxemburgo, que se march¨® del club ventilando duras cr¨ªticas contra Romario y la directiva.
Fue la primera mancha importante en su brillante trayectoria como entrenador.
Por su parte Savio, que tambi¨¦n tuvo alg¨²n enfrentamiento puntual con Romario, afrontaba con ilusi¨®n el campeonato nacional brasile?o en el segundo semestre del a?o. El Flamengo se hab¨ªa reforzado con el pol¨¦mico Edmundo, otro ilustre delantero. Pero el fracaso del equipo fue estrepitoso: encajaba goles con profusi¨®n masoquista y su tripleta ofensiva, pomposamente denominada al principio "el ataque de los sue?os" no logr¨® nunca complementarse. Su escasa aportaci¨®n goleadora fue objeto de chanzas generalizadas por las aficiones rivales, que pusieron de moda un c¨¢ntico burl¨®n: "?Savio, Romario y Edmundo: la peor delantera del mundo!". El Flamengo se salv¨® del descenso en la ¨²ltima jornada.
Mientras tanto, Luxemburgo, que tras su marcha del club hab¨ªa dirigido brevemente al modesto Paran¨¢, hab¨ªa fichado en octubre por el Palmeiras con el que en 1996 de nuevo volver¨ªa a conseguir ¨¦xitos. El t¨¦cnico, eso si, se acordar¨ªa en el futuro de aquel joven extremo delgado y habilidoso al que hab¨ªa otorgado confianza en el Flamengo. Le convoc¨® un par de veces durante su periodo como seleccionador brasile?o. Quiz¨¢s para borrar el amargo recuerdo de su anterior experiencia com¨²n.
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