La crispaci¨®n como artima?a
El prop¨®sito vital de la convivencia ciudadana se sustituye por los grandes proyectos de fin de temporada, y as¨ª suceden cosas tan pintorescas como montar en Castell¨®n una ciudadela de la lengua castellana
Err¨¢ticos
Ahora que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar habla ingl¨¦s en la intimidad (con Ana Botella, por supuesto), llama la atenci¨®n c¨®mo su equipo medi¨¢tico habitual jalea una crispaci¨®n que acaso va m¨¢s all¨¢ de la que el ya ex l¨ªder desea. A fin de cuentas, revisar el origen de la guerra civil para hacer recaer toda la responsabilidad de la masacre sobre los socialistas en tanto que instigadores, es cosa de poca monta al lado de las soflamas que acerca de las situaciones de ahora mismo se espolsan algunos correveidiles por tierra, mar y aire. Y es curioso que esa afici¨®n a magnificar los conflictos a costa de embrollarlos no se limite a dirigir sus bater¨ªas contra el socialismo actual sino que alcance tambi¨¦n a poderosos reductos del poder aznarita. Todo en nombre de un liberalismo de post¨ªn ah¨ªto de principios irrenunciables pero no por ello desatento al pragmatismo del que reclama al Padrino y a su descendencia pol¨ªtica el d¨¦bito de lo que considera suyo.
L¨ªmites razonables
No es ya que los populares valencianos anden a la gre?a, o que lo finjan, sino que alguien tendr¨¢ que pedirles cuentas por los destrozos ocasionados en sus a?os de esplendor, que han convertido esta tierra en una regi¨®n devastada. Insisto en que esa bronca entre l¨ªderes de tres al cuarto no tiene como objetivo preservar la cueva por si al jefe que hace de portavoz en oposici¨®n madrile?a se le ocurre volver por aqu¨ª, deseo bastante improbable si se considera la que puede esperarle. En todo caso, llama la atenci¨®n que la escenificaci¨®n de los enfrentamientos desborda todo l¨ªmite razonable, salvo que se trate de una escenificaci¨®n sobreactuada cara a la galer¨ªa. La cuesti¨®n es determinar a qu¨¦ sector de qu¨¦ galer¨ªa va destinada y sopesar las posibilidades de una puesta en escena que, en el mejor de los casos, lo tiene muy crudo si quiere convencer a los espectadores de a pie.
Cines, qu¨¦ lugares
Todav¨ªa se recuerda con nostalgia la programaci¨®n cinematogr¨¢fica de la hace tanto tiempo desaparecida sala Valencia-Cinema, que llenaba las fiestas de guardar con estupendos ciclos de cine negro o de la comedia italiana. En estas fiestas pasadas, el martirio ha sido tratar de ver algo de inter¨¦s en las cadenas generalistas en abierto, y eso que ofrec¨ªan programas especiales debido precisamente al festejo de las fechas. Y qu¨¦ programas, bien puede decirse. Bromistas sin gracia, cotillas con m¨¢s mala sombra que talento, documentales que incitan a la zoofilia enmascarada, redifusiones s¨®rdidas, y un largo etc¨¦tera que mejor es olvidar. Pero el olvido es incierto, por m¨¢s que caritativo. Ana Rosa Quintana y Mar¨ªa Teresa Campos, o al rev¨¦s, qu¨¦ importa, se disputan la audiencia de la ma?ana, con programas que, es de temer, no tienen otra finalidad que preparar al espectador para las atrocidades del telediario.
Para ver en casa
Por otra parte, la televisi¨®n ser¨¢ todo lo autorreferencial que los expertos quieran, adem¨¢s de m¨¢s end¨®gena, pero esa conclusi¨®n no la hace menos insufrible. Por algo ser¨¢ que a nadie se le ha ocurrido, que yo sepa, montar en un teatro una obra de cotilleos entre palizas maleducados que se hacen pasar por periodistas donde los invitados se ponen a caldo. Ser¨¢ porque se supone que nadie en su sano juicio saldr¨ªa de su casa y pasar¨ªa por taquilla para ver semejante espect¨¢culo en vivo y en directo. Cierto que lo que se ve y se oye en ciertos programas no contiene m¨¢s basura que el charloteo de algunas amas de casa en el patio de vecinos o lo que se escucha en algunas tertulias de peluquer¨ªa. El misterio es la certidumbre de que esa clase de basura s¨®lo puede venderse puerta a puerta mediante la difusi¨®n a trav¨¦s de inocentes receptores.
Menuda jugada
L¨ªvidos se habr¨¢n quedado los que piensan -y los que no quieren ni pensarlo- que Francesc Camps es pel¨ªn candoroso, ante su ¨²ltima jugada maestra, destinada a recalificar su notable trayectoria. No s¨®lo hace lo decible y lo indecible para birlarle a Pasqual Maragall el agua del delta antes de que ¨¦ste le quite el idioma, sino que, en una inesperada pero grandiosa demostraci¨®n de astucia, de esas que retratan para la posteridad la estatura de un personaje patrio, se dispone a crear en Castell¨®n una Ciudad de la Lengua Castellana, a sabiendas de que es lo ¨²nico de lo que el taimado catal¨¢n no habr¨¢ de intentar apropiarse. Una haza?a de tal envergadura s¨®lo est¨¢ al alcance de un aut¨¦ntico gigante de la pol¨ªtica, y no ser¨¢ extra?o que esa estrategia del desconcierto como sistema suministre estratagemas todav¨ªa m¨¢s arrebatadoras. ?Qu¨¦ otros prodigios albergar¨¢ en su coraz¨®n este Mois¨¦s, derruidas ya las torres de Babel?
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