La inflaci¨®n como nuevo signo identitario
En nuestro af¨¢n tan catal¨¢n de ir por delante en todo ya tenemos otro motivo de satisfacci¨®n, adem¨¢s del liderazgo del Bar?a en la Liga. El viernes de la semana pasada el Instituto Nacional de Estad¨ªstica dio a conocer la evoluci¨®n del ¨ªndice de precios al consumo (IPC) en Espa?a durante el a?o 2004. Como saben, finalmente la inflaci¨®n fue del 3,2%, es decir, 1,2 puntos por encima del 2% que el Gobierno hab¨ªa previsto, que no est¨¢ mal. Pero si nos fijamos en el IPC por autonom¨ªas, Catalu?a lidera tambi¨¦n esta liga, con un crecimiento del 3,6%, aunque en este caso los motivos de satisfacci¨®n sean m¨¢s dudosos. Y todo indica que seguiremos manteniendo el liderazgo, dado que mientras que en el mes de diciembre todas las autonom¨ªas tuvieron crecimientos negativos del IPC (la media espa?ola fue del -0,1%, cosa que no ocurr¨ªa desde que existe la serie hist¨®rica de este ¨ªndice), el IPC catal¨¢n se comport¨® de forma neutra (fue del 0,0%). Es decir, tambi¨¦n en la liga de invierno del IPC espa?ol hemos sido l¨ªderes.
?Es un liderazgo coyuntural o est¨¢ firmemente asentado? Tomando como referencia para la comparaci¨®n los ¨²ltimos 10 a?os, Catalu?a se situ¨® a lo largo de este periodo en los puestos altos de la clasificaci¨®n del IPC por autonom¨ªas.
?Tenemos, entonces, que preocuparnos? A ver, depende. El perfil del crecimiento de los precios en Catalu?a es el mismo que el del resto de las autonom¨ªas. Esto nos dice que el mercado interior espa?ol est¨¢ integrado. Si tomamos el criterio de convergencia que se utiliz¨® para decidir qu¨¦ pa¨ªses europeos ten¨ªan una inflaci¨®n excesiva que les imped¨ªa entrar en el euro y lo aplicamos a las autonom¨ªas, no podemos hablar de una inflaci¨®n catalana excesiva respecto de la media espa?ola.
El problema es que a?o tras a?o una peque?a diferencia de inflaci¨®n acaba siendo mucho. Puede suceder como en el caso del rey que prometi¨® dar al que le ense?¨® a jugar al ajedrez la cantidad de trigo que resultase de poner un grano en la primera casilla e ir doblando sucesivamente; al final, le fue imposible. Dado que Catalu?a es una econom¨ªa netamente exportadora, tanto hacia el mercado espa?ol como hacia otros mercados europeos con mucha menos inflaci¨®n, peque?as diferencias anuales pueden acabar arruinando la exportaci¨®n. Y eso sin tener en cuenta que, mientras tanto, diariamente los consumidores catalanes resultan perjudicados al pagar m¨¢s que el resto de los espa?oles por los mismos bienes.
?Que causas pueden explicar esta excepcionalidad? Podemos se?alar varias. La primera, el precio del petr¨®leo; pero esto fue igual para todos y, en todo caso, explicar¨ªa que el IPC espa?ol de 2004 haya sido m¨¢s elevado de lo previsto oficialmente, pero no la diferencia catalana. La segunda podr¨ªa ser el crecimiento; pero en este caso, la diferencia de crecimiento de la econom¨ªa catalana en los ¨²ltimos a?os tampoco ha sido para tirar cohetes. La tercera ser¨ªan los costes salariales de las empresas; pero, en los a?os de los gobiernos de Aznar, los trabajadores han sido muy moderados en sus reinvidicaciones salariales. Una cuarta causa podr¨ªa ser la riqueza catalana: cuanto m¨¢s ricos, m¨¢s inflacionistas; pero la riqueza por persona de la comunidad madrile?a es elevada y, sin embargo, su inflaci¨®n est¨¢ en la parte baja del conjunto espa?ol.
?Que explicaci¨®n nos queda, entonces? Si nos fijamos en los bienes que en mayor medida explican la diferencia de precios entre Catalu?a y el resto de Espa?a, comenzaremos a comprender lo que pasa: ense?anza, ocio y cultura, vestido, calzado y menaje, y medicina. Esto apunta a posibles diferencias en las estructuras de los mercados de esos bienes en las autonom¨ªas. La composici¨®n de la oferta y la demanda educativa y sanitaria en Catalu?a tiene un mayor componente privado o p¨²blico concertado, y esto puede estar provocando que los costes sean aqu¨ª m¨¢s elevados. Por otra parte, las restricciones a la apertura de nuevas formas de distribuci¨®n comercial y de horarios pueden estar provocando que los costes de la distribuci¨®n y, por tanto, los precios finales que pagan los consumidores catalanes sean mayores. Alguna evidencia de todo esto, aunque no definitiva, tenemos los economistas.
?A qui¨¦n benefician esas restricciones al comercio? En principio no est¨¢n pensadas para beneficiar al consumidor, sino al peque?o comercio catal¨¢n, cuya estructura actual constituye un rasgo del modelo de sociedad que defiende, entre otros, ERC. Pero, como es sabido, el infierno est¨¢ lleno de buenas intenciones. Los economistas y soci¨®logos hablamos en ocasiones de las consecuencias no queridas de las leyes, aun de las mejor intencionadas. Y en este caso, las restricciones comerciales a la apertura de nuevas superficies y formas de comercio no est¨¢n evitando la desaparici¨®n de una parte de los peque?os comercios, mal adaptados a los nuevos gustos, y por el contrario favorecen a los grandes distribuidores que ya est¨¢n instalados, que de esta forma no han de hacer frente a nueva competencia.
El Gobierno de la Generalitat est¨¢ preocupado por la cr¨ªtica que se le hace desde diferentes frentes por haber dado durante su primer a?o prioridad a la pol¨ªtica identitaria frente a la pol¨ªtica social. Dado que una parte del Gobierno defiende la singularidad de un llamado "modelo catal¨¢n de comercio", ha de saber que esa especificidad lleva asociada una mayor inflaci¨®n. Y que esa mayor inflaci¨®n tiene un coste econ¨®mico, en t¨¦rminos de p¨¦rdida de competitividad de las exportaciones, y un coste social, en t¨¦rminos de p¨¦rdida de bienestar por pagar mayores precios y tener menor empleo. Se trata, tambi¨¦n en el terreno de la inflaci¨®n, de decidir dar prioridad a la pol¨ªtica identitaria o a la pol¨ªtica social. Veremos qu¨¦ acaba haciendo el Gobierno.
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