Solidaridad mundial
Cuando las horas decisivas han pasado
es in¨²til correr para alcanzarlas.
S¨®focles
Esta vez parece que la tragedia ha calado ancho y hondo. La respuesta mundial est¨¢ siendo extraordinaria. En la cumbre de Yakarta se han tomado decisiones que podr¨ªan cambiar muchas cosas. Parece ser que, por fin, el maremoto del oc¨¦ano Indico y sus terribles consecuencias de muerte y sufrimiento no se olvidar¨¢n... Sin embargo, a los pocos meses del demoledor terremoto de Bam, en Ir¨¢n, hace poco m¨¢s de un a?o, ya nadie recordaba. ?Y el hurac¨¢n Mitch? ?Y las decisiones de la Cumbre del Milenio? ?Y las conclusiones de la Cumbre de Monterrey sobre financiaci¨®n del desarrollo?
Esta vez puede ser distinta si se escucha el clamor que en todas partes han levantado los efectos de las olas gigantescas. Efectos que hubieran podido ser menores si se hubieran aplicado las recomendaciones del Decenio para la Reducci¨®n del Impacto de las Cat¨¢strofes Naturales, elaboradas por el sistema de las Naciones Unidas, (1989-1999) y hubieran funcionado las se?ales de alerta.
Quiz¨¢ esta vez no olvidemos, porque los tsunamis llegaron poco despu¨¦s de que, a primeros de diciembre, Unicef anunciara que en el a?o 2003 hab¨ªan muerto cinco millones de ni?os por carecer de los m¨ªnimos aportes nutritivos y de las condiciones higi¨¦nicas y sanitarias indispensables; unos d¨ªas m¨¢s tarde, ONUSIDA hab¨ªa anunciado que esta enfermedad mata, como m¨ªnimo, a 8.500 personas al d¨ªa, y la OIT nos alertaba de que casi mil millones de personas malviven con un d¨®lar al d¨ªa. A estos hechos, que interpelan a nuestra conciencia y no nos dejan conciliar el sue?o, se a?ad¨ªan otras cat¨¢strofes como la plaga de la langosta, las v¨ªctimas del terror y de las guerras, los refugiados, los emigrantes, las escenas dram¨¢ticas de las "pateras", etc¨¦tera. "Ojos que no ven, coraz¨®n que no siente". Como los cincuenta mil (?!) seres humanos, hermanos nuestros, que mueren cada d¨ªa de hambre y olvido. No se ven. No se sienten. "Nunca hab¨ªa visto nada igual", ha declarado el todav¨ªa secretario de Estado de Estados Unidos, se?or Colin Powell. Pues ahora, como dijo el cardi¨®logo norteamericano Bernard Lawn al recibir el Premio Nobel de la Paz en 1985, "tendremos que aprender a ver los invisibles para poder hacer los imposibles". Tendremos que aprender a actuar y a cambiar tantas pr¨¢cticas, y a invertir de otra manera, sin necesidad de que se produzcan aldabonazos de estas caracter¨ªsticas.
El famoso cantante irland¨¦s Bono y el empresario estadounidense Bill Gates no s¨®lo ofrecen ahora importantes donativos, sino que instan "a los l¨ªderes de las naciones del G 8" a que est¨¦n a la altura de las circunstancias porque "su visi¨®n y capacidad de acci¨®n nunca han estado tan en juego". "El a?o 2005 ser¨¢ un a?o grande en la lucha contra la pobreza", anunciaba a mediados de diciembre The Economist. "Conseguiremos que la pobreza pase a la historia"... Seguramente estas declaraciones bien intencionadas no hubieran conseguido modificar las actuales tendencias. Ahora -ser¨ªa el mejor tributo que podr¨ªamos rendir a las v¨ªctimas del maremoto de colosales proporciones- los gobernantes no pueden tomar medidas de ali?o y, mucho menos, intentar saldar otras "cuentas pendientes" con sus aportaciones a los pa¨ªses m¨¢s afectados. Ni disfrazarlas en cr¨¦ditos al desarrollo. No es in¨²til recordar en este punto que la recaudaci¨®n efectuada hasta el momento y que, sin duda, refleja sobre todo la generosidad popular, no alcanza a duplicar lo que se gasta diariamente en armamento (unos dos mil seiscientos cincuenta millones de d¨®lares).
"La inercia es nuestro mayor enemigo", proclamaba a primeros de 1999 el presidente de la poderosa Asociaci¨®n Americana de F¨ªsicos, al inaugurar en Atlanta su reuni¨®n anual. Inercia para hacer hoy lo mismo que ayer y anteayer. Para hacer frente a los problemas de hoy con las soluciones del pasado. Para proyectar el futuro con los moldes del presente. Inercia que impide cambiar a tiempo los aspectos secundarios y conservar, de este modo, los esenciales. Por querer mantener a ultranza posiciones de pertenencia -desde las religiosas, ideol¨®gicas y culturales a las deportivas- se cometen desmanes y se evitan cambios que podr¨ªan resultar muy beneficiosos. Las propuestas "de los otros" se rechazan incluso antes de conocerlas. La evoluci¨®n constante, en la que lo fundamental permanece, es la mejor garant¨ªa contra la revoluci¨®n, en la que todos pierden. El conocimiento y la audacia deben ir de la mano. Ma?ana puede ser tarde. Pero no es cierto, en muchas ocasiones, que ya sea demasiado tarde. Nunca es demasiado tarde para el coraje si no ha sido demasiado pronto para el abatimiento.
En este estado de confusi¨®n, perplejidad y sentimientos solidarios se inicia el a?o 2005. Lo primero es siempre prestar apoyo a los afectados. Pero, despu¨¦s, evitar que se repita o, si no es posible, mitigar los efectos con todos los medios al alcance. A finales de este mes de enero se celebrar¨¢ en Porto Alegre el Foro Mundial Social. Gran reuni¨®n pac¨ªfica de quienes se hallan particularmente comprometidos con las generaciones que llegan a un paso de nosotros. ?Protestas s¨®lo? No: propuestas tambi¨¦n, muy interesantes, para que se reduzcan las asimetr¨ªas econ¨®micas y sociales que no cesan de aumentar. Para que los ciudadanos sepan la realidad de su pa¨ªs, qu¨¦ es lo que sucede realmente. Por ejemplo, ?a qui¨¦n pertenecen hoy de verdad los pa¨ªses? Y, en un tema m¨¢s concreto, ?sabe el pueblo norteamericano que la ¨²nica naci¨®n que no ha suscrito la Convenci¨®n de los Derechos del Ni?o es Estados Unidos? Para transformar la realidad es imprescindible conocerla. Y para ello es necesario, a su vez, que los pueblos participen y que no se resignen.
En el mes de septiembre de 2004, antes de iniciarse la Asamblea de las Naciones Unidas, el secretario general Kofi Annan uni¨® sus manos con las del presidente Lula, el gran promotor de la campa?a, y los presidentes Chirac y Rodr¨ªguez Zapatero con el fin de anunciar "hambre cero en el mundo en 2015". Para lograrlo, se procurar¨¢n impuestos espec¨ªficos sobre los movimientos de capital y comercio de armas, derechos "de giro" del Fondo Monetario Internacional para ayuda al desarrollo; lucha contra la evasi¨®n fiscal; donaciones por tarjeta de cr¨¦dito, etc¨¦tera. A pesar de haberse conseguido progresos en la macroeconom¨ªa de algunos pa¨ªses, coincidieron en que estas mejoras no se hab¨ªan reflejado en el bienestar cotidiano de sus gentes. Es necesario ahora un gran plan global de desarrollo end¨®geno. Se trata, por tanto, de conjugar mejor el verbo clave paraun futuro distinto: compartir. Que los m¨¢s pr¨®speros, aislados en su barrio de la aldea global, sepan mirar m¨¢s all¨¢ de los confines de abundancia. Que aprendan a comparar y a actuar en consecuencia. Ahora es el momento. Dif¨ªcilmente encontrar¨ªamos otro m¨¢s adecuado.
Es el momento de la solidaridad mundial, que ya la Constituci¨®n de la Unesco (1945) preconizaba como la gran soluci¨®n, como la mejor manera de "construir la paz en la mente de los hombres". El gran cambio de rumbo que los tiempos que corren exigen y nuestros hijos merecen es ahora posible si nos acordamos todos los d¨ªas de los dem¨¢s, si valoramos lo que tenemos -paz, libertad, medios materiales...- y decidimos, con nuestro comportamiento, convivir en armon¨ªa a escala local y planetaria. Si sabemos ver los invisibles. Si revisamos los acuerdos que establecimos en momentos de gran tensi¨®n humana como los que ahora vivimos. ?Recuerdan el 0,7% del Producto Interior que, en la d¨¦cada de los setenta, los pa¨ªses ricos decidieron aportar a los m¨¢s necesitados? ?Y la Convenci¨®n de Lom¨¦ sobre relaciones preferenciales entre la Comunidad Europea y los pa¨ªses menos desarrollados en 1987? Ser¨¢ posible si partimos de la radical igualdad de todos los seres humanos, si conocemos y observamos la Declaraci¨®n Universal, si la capacidad creadora, distintiva de cada ser humano ¨²nico, nos llena de esperanza.
Cada d¨ªa aparece con mayor nitidez que para hacer realidad esta gran solidaridad mundial es imprescindible el establecimiento de un Sistema de las Naciones Unidas eficaz, para que termine la actual contradicci¨®n entre democracia local y plutocracia global (G 7-G 8), confiri¨¦ndole las funciones, la autoridad moral y los recursos humanos y financieros que necesita para convertirse en el marco ¨¦tico-jur¨ªdico supranacional que hoy es apremiante.
La solidaridad internacional ser¨¢, por fin, una realidad si las Naciones Unidas son capaces de redefinir la seguridad, como ped¨ªa Sergio Viera de Mello antes de que su vida fuera arrebatada en la posguerra de Irak: "Tiene que quedar claro que ha llegado la hora de que todos los Estados redefinan la seguridad global para situar los derechos humanos en el centro de este concepto. Al hacerlo, todas las naciones deben ejercer su responsabilidad de manera acorde con su fuerza". Solidaridad internacional, que requiere ir permanentemente a las ra¨ªces de la violencia, que no se justifica nunca pero que permite identificar con frecuencia los caldos de cultivo en que se genera.
Solidaridad internacional a trav¨¦s de una educaci¨®n para todos y a lo largo de toda la vida que favorezca la ciudadan¨ªa mundial, la consciencia permanente del mundo en su conjunto. "Ciudadanos del mundo, ?un¨ªos!", para permitir enderezar tantos derroteros presentes. A este respecto, las ONG representan una nueva realidad esperanzadora, una posibilidad, a trav¨¦s de Internet y otros medios de comunicaci¨®n, de movilizar a los ciudadanos y evitar su silencio, su omisi¨®n. Educaci¨®n, como propone la Comisi¨®n Jacques Delors, para aprender a vivir juntos, para este pluralismo que permitir¨ªa, a partir de ahora, la fraternidad mundial que establece el art¨ªculo primero de la Declaraci¨®n de los Derechos Humanos.
Ser¨¢n horas decisivas para un mundo solidario si somos capaces de recordar que el destino es com¨²n para todos los habitantes de la Tierra y que debemos legar a nuestros descendientes una visi¨®n global y prospectiva del mundo, una diversidad cultural -que es la gran riqueza de la humanidad- y unos principios morales universales. El futuro les pertenece plenamente y no podemos dejarles -en los aspectos econ¨®mico y social, medioambiental, cultural y ¨¦tico- un mundo sombr¨ªo y sin br¨²julas. Podremos, al contrario, mirarles a los ojos y decirles: "Es vuestro turno. Os hemos preparado el camino".
V¨ªctor Hugo proclam¨® que "no existe en el mundo nada m¨¢s poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo". ?ste puede ser ahora el caso de la solidaridad mundial, de la cultura de paz. Despu¨¦s de siglos de culto a la fuerza, ahora irrumpe, en medio de tanta confusi¨®n y desgarro, la cultura del di¨¢logo, de la conciliaci¨®n, de la amistad. En estos momentos de "com-padecimiento" debemos resolver, en cada uno de nosotros en primer lugar, tener en adelante en cuenta a los dem¨¢s, a los que se ven y a los invisibles, a los que hablan y a los que no pueden o no saben. Y movilizarnos decididamente en su favor.
Federico Mayor Zaragoza es catedr¨¢tico (jubilado) de la Universidad Aut¨®noma de Madrid y presidente de la Fundaci¨®n Cultura de Paz.
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