Euskadi: partida de mus
Una canci¨®n tradicional vasca cuenta la historia de un mal tipo, de apodo Trabuko, que en la zona de Lesaka se hizo famoso por sus delaciones. Su personalidad respond¨ªa a un sucinto lema: "Hitzak ederrak, bihotza paltso", palabras hermosas, coraz¨®n falso. Es sin duda la misma f¨®rmula sobre la que hasta ahora ha asentado su fortuna pol¨ªtica el lehendakari Ibarretxe. De ese ¨¦xito no cabe dudar, lo mismo que del alcanzado ante la opini¨®n p¨²blica vasca por la propaganda nacionalista contra la eficaz pol¨ªtica anti-ETA del Gobierno de Aznar. Una sociedad que contempla ahora su futuro con dosis muy superiores de seguridad y de esperanza, gracias a las victorias obtenidas sobre el terrorismo de alta y de baja intensidad, olvida que el Gobierno de Ibarretxe hizo cuanto estuvo en su mano, y respecto a Sozialista Abertzaleak en el Parlamento vasco algo m¨¢s, para combatir tanto la ley de partidos como las ilegalizaciones de los grupos vinculados a ETA. Su empe?o consisti¨® en lograr que siguieran en activo los causantes de la violencia. Y esa misma sociedad acepta que se presenten como los paladines de la paz.
Seg¨²n la encuesta del Euskobar¨®metro, Ibarretxe es hoy el pol¨ªtico vasco mejor valorado. Su Gobierno alcanza asimismo una estimaci¨®n muy positiva, e incluso una mayor¨ªa de vascos, con una punta del 60% en Vizcaya, y entre ellos casi la mitad de los no nacionalistas, optan claramente por su continuidad como lehendakari. Resulta evidente que su imagen se ajusta a la perfecci¨®n al estereotipo del vasco sencillo y firme, corto de ideas, pero seguro y tenaz en sus convicciones, dotado de sentido pr¨¢ctico, en que se reconocen muchos habitantes de la comunidad aut¨®noma. No hace falta que Ibarretxe les explique el sentido profundo de su proyecto pol¨ªtico, que la mayor¨ªa confiesa no entender, y de momento eso tampoco les preocupa demasiado. Conf¨ªan en su aparente buena fe y responden al llamamiento identitario, en especial, claro, los abertzales, cuando el lehendakari les advierte que solamente a ellos les toca decidir sobre el futuro de Euskadi, por encima de cualquier exigencia constitucional. Desconocen qu¨¦ es lo que van a votar, pero se muestran dispuestos a acudir a las urnas, a pesar de la evidente ilegalidad del eventual refer¨¦ndum, comprendidos buen n¨²mero de no nacionalistas. Tal es la baza con la que cuenta Ibarretxe, manteniendo la bala del terror de ETA en la rec¨¢mara, para conseguir en una consulta al modo gibraltare?o la mitad m¨¢s uno de los votantes -ya no como en la primera redacci¨®n de los electores-, y plantear su jaque al rey, si jugamos al ajedrez, o su ¨®rdago, si lo hacemos al mus, frente al Estado democr¨¢tico en Espa?a y en Euskadi.
Para acercarse a la meta so?ada de la soberan¨ªa vasca, Ibarretxe ha desplegado dosis muy altas de fingimiento y de tozudez, de audacia y de cinismo (acompa?ado en este punto brillantemente por Imaz). Fue con ocasi¨®n del asesinato por ETA del socialista Fernando Buesa, en febrero de 2001, cuando el personaje revel¨® su aut¨¦ntica personalidad. No tuvo inconveniente en asumir la metamorfosis en virtud de la cual lo que deb¨ªa ser un cortejo f¨²nebre se convirti¨® en demostraci¨®n triunfal abertzale en homenaje suyo, enfrentada a quienes desped¨ªan en silencio al pol¨ªtico socialista. Con toda frialdad, s¨®lo habl¨® a los que gritaban "?Lehendakari aurrer¨¢!", e incluso entonces, al citar los nombres de los asesinados, puso al ertzaina por delante del que fuera vicelehendakari. Result¨® la escenificaci¨®n m¨¢s contundente del nosotros contra ellos que ha convertido en el n¨²cleo de su gesti¨®n, eso s¨ª, mejorada m¨¢s tarde en la forma con la adopci¨®n de un gesto compungido en cada momento tr¨¢gico. Algo que nunca le impidi¨® condenar toda lectura pol¨ªtica de los atentados y le llev¨® a medir con el mismo rasero, incluso en su perorata del pasado fin de a?o, a las v¨ªctimas del terror y a quienes se ven obligados a desplazarse unos kil¨®metros para visitar a los terroristas encarcelados. Euskadi va bien, repiti¨® hasta la saciedad en la campa?a electoral de hace cuatro a?os, como si los muertos no existieran. Venci¨® entonces, y su imagen se ha consolidado, lo cual induce a pensar que en el mundo nacionalista, a partir de Lizarra, ha operado un mecanismo similar al que Goldhagen describi¨® en su libro sobre "los verdugos voluntarios" en la Alemania nazi: incapaces de oponerse a la barbarie de sus correligionarios, muchos abertzales decidieron asumir la intimidaci¨®n y la violencia contra el otro como algo necesario para la afirmaci¨®n de los valores patri¨®ticos.
En ese oscuro ambiente de complicidad, se forj¨® la sinton¨ªa entre Ibarretxe y los suyos. Ha sido un producto l¨®gico del v¨ªnculo entre nacionalismo democr¨¢tico y violencia que fuera teji¨¦ndose antes de su ascenso, a partir de la tolerancia de Vitoria-Gazteiz ante las actuaciones agresivas de los batasunos contra manifestaciones pacifistas y portadores del lazo azul, y que qued¨® anudado al cobrar forma la incre¨ªble reacci¨®n del llamado "nacionalismo democr¨¢tico" tras el asesinato de Miguel ?ngel Blanco. Vista la intensidad de la reacci¨®n democr¨¢tica contra el crimen, temeroso de perder su hegemon¨ªa, el PNV inici¨® la deriva hacia la alianza con ETA. Fue la victoria definitiva del espectro de Sabino Arana. Populares y socialistas pod¨ªan presentar ejecutorias de buenos dem¨®cratas, pero eran espa?oles o espa?olistas, sobraban en Euskadi, en tanto que los etarras, por muy asesinos que fuesen, eran patriotas vascos. El sabinianismo como religi¨®n pol¨ªtica impuso su ley. Fij¨® los objetivos de Lizarra y, una vez rota la tregua por ETA, los del proyecto de Ibarretxe. Nada tiene de extra?o que el 30 de diciembre Ibarretxe y ETA se encontraran de nuevo en la senda com¨²n.
La seguridad con que ha procedido Ibarretxe tiene tambi¨¦n como base la fe sabiniana. Un "pueblo vasco", sujeto m¨¢s biol¨®gico que ¨¦tnico, con siete u ocho mil a?os de antig¨¹edad, portador de una soberan¨ªa unitaria nunca convertida en realidad -cosa que Ibarretxe y Arzalluz ignoran, pues para ellos la culpa es la ocupaci¨®n espa?ola de 1839-, la actualiza hoy por encima de todo l¨ªmite constitucional. Ibarretxe se ve a s¨ª mismo como el mes¨ªas encargado de cumplir esa misi¨®n trascendental. El nosotros vasco ha de eliminar de la escena pol¨ªtica al ellos espa?ol. En el dise?o de su plan, el habilidoso trabajo de unos juristas logr¨® la cuadratura del c¨ªrculo para alcanzar el objetivo, ahora con ETA en un papel complementario. A las dos caras de Ibarretxe ante el terror, sigui¨® entonces su juego con dos barajas. La del recurso en lo posible a la v¨ªa legal y de las formas democr¨¢ticas fue puesta al servicio de la segunda: un proceso constituyente ilegal, encabezado por el m¨¢ximo representante de la legalidad en Euskadi. Como resultado, una Constituci¨®n Vasca, planteada por el lehendakari con estilo cesarista, a modo de carta otorgada, se disfraza para su tramitaci¨®n de "reforma del Estatuto". Y ah¨ª estamos, aproxim¨¢ndonos al final del recorrido.
Pase lo que pase, y aun cuando la sociedad vasca ense?e su rostro m¨¢s risue?o, con buena vi-da y buena cocina, esp¨ªritu deportivo y crecimiento econ¨®mico, los efectos perversos del largo episodio son incuestionables. Es posible que los acompa?antes pasivos de ETA abandonen en el futuro la condici¨®n de que hablara Goldhagen y vuelvan a ser ciudadanos cordiales y humanitarios, como esos carlistas que participaron en la represi¨®n de la Guerra Civil y a los que Atxaga ignora, buscando la culpa en los de fuera o en los contaminados por los de fuera. Es tambi¨¦n posible, y por supuesto deseable, que los antiguos terroristas y sus asociados de Batasuna sufran el mismo cambio cuando acabe la pesadilla de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Hay que contar con esas posibilidades, e incluso apostar pol¨ªticamente por ellas, lo cual no impide percibir que la fractura entre nacionalistas y no nacionalistas, incluso entre los distintos espacios del territorio vasco, sea ahora mucho m¨¢s acusada que hace diez a?os. La vertebraci¨®n interna de Euskadi, la meta so?ada de Joseba Arregui, y en la cual, a pesar de ETA tuvieron lugar tantos avances merced al Estatuto, se encuentra hoy m¨¢s lejos que nunca. No se conseguir¨¢ obviamente por medio del monopolio del poder en manos de la comunidad nacionalista, seg¨²n pretende Ibarretxe.
En plena huida hacia delante, con Ibarretxe s¨®lo se podr¨¢ contar una vez que haya experimentado su fracaso. Hoy por hoy, es una pieza inmovilizada en la partida. Se ha plantado, sin derecho a pedir m¨¢s cartas, y se encuentra por ello condenado a un ejercicio de demagogia permanente contra el Estado democr¨¢tico opuesto a su proyecto de secesi¨®n escalonada. Despu¨¦s de ejercer de dictadores en Euskadi, y con la ayuda de SA, ahora nos cuentan Ibarretxe, Atutxa e Imaz que la democracia consiste en negociar. S¨®lo que el juego contin¨²a y ETA/Batasuna puede a¨²n provocar m¨¢s de un sobresalto. Rompi¨® su aparente marginaci¨®n al actuar como pieza decisiva en la votaci¨®n del 30 de diciembre y ahora interviene de nuevo con su Carta al presidente del Gobierno. Derrotada en el terreno militar, se ha visto obligada a hacer pol¨ªtica, y eso no debe ser infravalorado. El juego a dos -Gobierno vasco contra Madrid- puede convertirse en un juego a cuatro, con las ventajas que siempre aporta la posibilidad de evitar el "callej¨®n sin salida" de que habl¨® Zapatero y, en consecuencia, de proponer una combinatoria de soluciones. Aunque se trate s¨®lo por parte de Batasuna, como en el mitin de Anoeta, de ocultar la maniobra de fondo, orientada hacia una alianza con el tripartito a favor del plan Ibarretxe, y abunden en la Carta planteamientos rancios, tales como la propuesta de "desmilitarizaci¨®n multilateral del conflicto" en torno al eje Gobierno-ETA, o el t¨®pico del "maltrato permanente por parte del Estado" al "pueblo vasco", con la consiguiente imagen de Epinal de una Espa?a inevitablemente reaccionaria y opresora. Conviene aprovechar en el debate pol¨ªtico el mus pedido por Batasuna y buscar un mejor juego.
Ante todo, no deben caer en saco roto las referencias al abandono del objetivo independentista a corto plazo o a la necesidad de un acuerdo entre los heterog¨¦neos componentes de la pol¨ªtica vasca, sin frentes nacionales. Como m¨ªnimo, tal vez de modo involuntario, la segunda apreciaci¨®n avala el rechazo en las Cortes a un plan como el de Ibarretxe que incumpli¨® radicalmente ese requisito del pluralismo de origen. Y ambas constituyen una plataforma inmejorable en el plano dial¨¦ctico, de cara a la sociedad vasca, ya que el atentado de Getxo no autoriza otras expectativas, para que el Gobierno de Zapatero dibuje la perspectiva de una ampliaci¨®n pactada del Estatuto ateni¨¦ndose al patr¨®n catal¨¢n, y sin otra condici¨®n para Batasuna que arrancar de ETA una renuncia definitiva a la pr¨¢ctica del terrorismo. Sin concesi¨®n alguna hasta que esta condici¨®n haya sido cumplida. Gracias al apoyo del PP, la iniciativa pasar¨ªa a manos de las fuerzas defensoras de la legalidad, por lo menos en el plano de las propuestas pol¨ªticas. No ser¨¢ f¨¢cil, y el atentado de Getxo interviene otra vez para probarlo. S¨®lo que en un nuevo escenario, pluralista y sin terror, las apelaciones a la reconciliaci¨®n y a la convivencia democr¨¢tica s¨ª ser¨ªan aut¨¦nticas hitzak ederrak, lejos del aburrido despliegue de falsas evidencias, enga?os y veladas amenazas a que nos vienen sometiendo el lehendakari Ibarretxe y Josu Jon Imaz, con la pelea de carneros como ¨²nico desenlace previsible.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Pensamiento Pol¨ªtico de la Universidad Complutense de Madrid.
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