A la b¨²squeda de s¨ª misma
Vita Sackville-West (1892-1962) form¨® parte muy activa del Grupo de Bloomsbury, escribi¨® poes¨ªa, biograf¨ªas y tratados de jardiner¨ªa; ¨ªntima amiga de Virginia Woolf, ¨¦sta la tom¨® como modelo de su Orlando. Public¨® varias novelas, de las cuales Los eduardianos, 1930 (Austral), y Toda pasi¨®n apagada, 1931, son, sin duda, las mejores. Su sentido cr¨ªtico, su iron¨ªa y su notable inteligencia hicieron de ella un personaje sujeto al compromiso intelectual y personal con el mundo de su tiempo.
Toda pasi¨®n apagada est¨¢ dividida en tres partes. La primera relata la muerte de Lord Slane, gran estadista, y las reacciones de su esposa e hijos, que sirven de presentaci¨®n de toda una generaci¨®n convencionalmente victoriana: un c¨¢ustico retrato del grupo familiar de hijos en torno a la prevista fragilidad de su anciana madre; y la anciana Lady Slane, justo entonces, a sus 88 a?os, toma su primera decisi¨®n personal. La segunda parte desgrana una especie de busca del tiempo perdido a trav¨¦s de los recuerdos de la anciana, revitalizados por su decisi¨®n de vivir sola y aparte. La tercera y ¨²ltima trae una sorpresa y, con ella, una segunda decisi¨®n de la anciana frente a una herencia inesperada. Es, pues, el relato de los ¨²ltimos a?os de una mujer que, al enviudar, se siente liberada de todo cuanto le fue impuesto (y aceptado por ella) y puede regresar a su juventud, al punto de partida en el que un compromiso matrimonial a los dieciocho a?os cay¨® sobre ella, la rode¨®, oblig¨®, protegi¨® y llev¨® en volandas durante toda su vida.
TODA PASION APAGADA
Vita Sackville-West
Traducci¨®n de Beatriz Garc¨ªa R¨ªos
Alfaguara. Madrid, 2004
224 p¨¢ginas. 14,50 euros
Cuando Lady Slane recuerda su juventud, el eje del recuerdo es la relaci¨®n entre su vida personal y la vida programada por la familia. Ella deseaba pintar y la pintura aparece no ya como una liberaci¨®n sino como una autoafirmaci¨®n; esa muchacha acotada en los l¨ªmites de su casa que se preguntaba "qu¨¦ hac¨ªan los j¨®venes fuera, en el mundo" mientras se dedicaba a hacer tareas en la casa para su madre "deshojando la lavanda en un gran pa?o, cosiendo bolsitas para colocarlas entre las s¨¢banas, escribiendo etiquetas para los tarros de mermelada, cepillando al perro y trayendo el punto de cruz despu¨¦s de la cena sin que se lo ordenaran", quiere ser pintora hasta que Henry Holland, una tarde, se le declara -una escena magistral- y, en parte sin comprender el sentido del acto, en parte para eludirlo, se encuentra instalada en el engranaje social de una boda tradicional. No habr¨¢ pintura sino el destino vicario de la esposa de un prohombre del Imperio Brit¨¢nico.
Vita Sackville no es, en mi opini¨®n, una narradora, pero posee una escritura muy expresiva. En realidad, es una gran creadora de escenas que no acaban de ensamblarse convenientemente dentro de una estructura, pero s¨®lo por esas escenas merece leerse. La segunda parte, el camino de la anciana hacia su juventud, hacia el momento en que se decidi¨® su destino sin contar con ella, es una segunda mirada a s¨ª misma y, sin duda, lo mejor de la novela. En esta parte es donde puede verse con mayor claridad el trasfondo comprometido con el feminismo de la autora. Ahora bien, ?lo que es la inteligencia y la sensibilidad!: la escritura de Vita Sackville se encarga de convertir esa actitud en literatura, y el personaje es admirablemente retratado. Los personajes est¨¢n muy bien vistos, ya sea como grupo -los hijos- ya sea individualmente -el se?or FitzGeorge, la doncella Genoux, un referente inolvidable-, o los compa?eros de tertulia en la casa de Hampstead. Por lo general, est¨¢n trazados con cuatro pinceladas, pero ah¨ª es donde se observa la calidad de la mano que las traza. La reacci¨®n de los hijos -los hijos siempre est¨¢n reunidos en concili¨¢bulo- ante las noticias que les llegan coloca a su madre (que nunca rehuy¨® su responsabilidad sobre el destino no elegido, pero que tampoco olvid¨® el d¨ªa de la indecisi¨®n que la oblig¨® a ello) a la distancia exacta de unos hijos incapaces de comprender nada que no sea como debe ser.
Como muy bien describe Vita
Sackville: "Los Holland no era gente que rehuyera un deber, y cuanto m¨¢s molesto fuera el deber, menos posibilidades hab¨ªa de que lo rehuyeran. El placer era algo en lo que raramente pensaban". En otras palabras: toda clase de rebeli¨®n contra lo establecido y toda actitud fuera de lugar eran peores que el peor de los males soportables para quienes estaban convencidos de vivir en el ¨²nico espacio social que merec¨ªa la pena ser vivido. Y, en efecto, lo cierto es que a la muerte del padre, a todos ellos les "resultaba muy extra?o que alguien tan insignificante se hubiera convertido de repente en alguien tan importante". El secreto es que, por primera vez, la anciana Lady Slane es importante para s¨ª misma. En la tercera parte, aparece su bisnieta, que aspira tambi¨¦n a convertirse en artista; ahora el tiempo ha pasado y es probable que lo consiga. Este cierre de la historia es no ya convencional sino uno de los puntos m¨¢s flojos del libro. Pero ?qui¨¦n no se rinde a una buena historia cr¨ªtica de una alta clase social, hecha a la inglesa y contada con el ojo implacable y la escritura expresiva y contundente de una persona tan vital y exigente como Vita Sackville-West? Eso es Toda pasi¨®n apagada.
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