Einstein, el genio asomado a una torre

Cuenta Desiderio Papp, bi¨®grafo de Einstein, en Historia de un esp¨ªritu, que en los ¨²ltimos a?os de su vida, apartado en Princeton (EE UU), solo, en la cumbre del ¨¦xito, con sus cabellos blancos desordenados y su tradicional su¨¦ter claro, le lleg¨® al sabio una carta de una estudiante australiana. "Le escribo para saber si existe usted realmente", le dec¨ªa. Y s¨ª, Einstein exist¨ªa entonces y sigue vivo ahora, aunque su coraz¨®n se parase el 18 de abril de 1955. Nacido en Ulm (Alemania) en 1879, hijo de jud¨ªos, este pa¨ªs en el que vivi¨® 20 de sus m¨¢s prol¨ªficos a?os ha bautizado 2005 como el A?o Einstein. Un sinf¨ªn de exposiciones y actos, y hasta recorridos tur¨ªsticos por Berl¨ªn y Potsdam, colocar¨¢n su pensamiento cient¨ªfico, su pacifismo y su compromiso pol¨ªtico en primer plano, y lo har¨¢n adem¨¢s en los escenarios que Einstein frecuent¨®: en las universidades, el Instituto de F¨ªsica, la sinagoga, el campus de Adlershof, la Torre Einstein... "Desde el Renacimiento, s¨®lo tres investigadores, Cop¨¦rnico, Newton y Darwin, han abatido la sabidur¨ªa del mundo coetaneo para erigir nuevas catedrales del pensamiento con igual ¨ªmpetu y seguridad como logr¨® hacerlo Einstein", sigue Papp. Pero ¨¦l nunca dio importancia a todo esto, los honores vienen con la propia pr¨¢ctica cient¨ªfica. Dec¨ªa: "Buscar la verdad equivale a satisfacer una noble pasi¨®n que incluye en s¨ª misma su recompensa".

De Italia a Suiza

Su biograf¨ªa se divide en cuatro periodos marcados por el lugar donde creci¨®, estudi¨® o se pase¨® al grito sosegado de "voy a meditar un poco", que siempre le dio, seg¨²n sus colaboradores, magn¨ªficos resultados. Vive en M¨²nich, en Mil¨¢n; renuncia a la nacionalidad alemana (para evitar el servicio militar); estudia en Suiza con resultados aceptables, aunque la mitolog¨ªa diga lo contrario; se casa; nace su primer hijo, y trabaja como profesor y t¨¦cnico. Nada que indique que fuera a convertirse en uno de los ocho "creadores del universo", como le calificara Bernard Shaw (los otros eran Pit¨¢goras, Arist¨®teles, Tolomeo, Cop¨¦rnico, Galileo, Kepler y Newton). En 2005 se conmemora aquel annus mirabilis de 1905 en que Einstein revoluciona la ciencia. "Si no se peca a veces contra la raz¨®n, no se descubre nada", cre¨ªa ¨¦l. As¨ª es que ese a?o debi¨® casi enloquecer, porque, entre otras muchas cosas, descubre el efecto fotoel¨¦ctrico, se aproxima a la teor¨ªa general de la relatividad y recibe el t¨ªtulo de doctor en filosof¨ªa. Todo con 26 a?os mientras era promovido a experto t¨¦cnico de segunda en una oficina de patentes de Berna, donde trabajar¨ªa siete a?os. "La revisi¨®n de legajos no impidi¨® su vuelo espiritual", cuenta Papp. Y ganarse el sustento con actividad ajena a la ciencia no era problema para ¨¦l: "M¨¢s vale ser zapatero o guardi¨¢n de faro y preservar intacta la ciencia en un lugar aparte". Ese 1905, su pensamiento erupciona en un proceso similar al que vivi¨® Newton en 1666. Luz, espacio y tiempo fueron para Einstein la materia prima, y las manej¨® cual panadero con la harina.

Calamidades y sabidur¨ªa

Trabaja luego en las universidades de Berna y Z¨²rich, ciudades que se suman a la celebraci¨®n (en la primera queda un museo con su nombre que da fe de su obra); se codea ya con sabios de la ¨¦poca (Planck, Marie Curie, Lorentz...), y poco a poco se acerca a Alemania. En 1914 acepta ser profesor de la Universidad de Berl¨ªn y miembro de la Academia Prusiana de las Ciencias. Durante los a?os veinte y treinta, tiempo de esperanzas y calamidades, pasear¨¢ su porte inconfundible y su sabidur¨ªa por el Berl¨ªn m¨¢s activo, vibrante, art¨ªstico e inquieto que se recuerda. La paz y la guerra, la ciencia y la t¨¦cnica, la m¨²sica y la literatura, el nacionalismo, el futuro... Einstein vive en los barrios de Dahlem o Sch?neberg, donde a¨²n quedan placas o bustos que le recuerdan; se divorcia, ve marchar a sus hijos, cae enfermo; firma manifiestos por la paz, en favor de la Bauhaus, de la Rep¨²blica de Weimar... Se le fotograf¨ªa en la sinagoga, dando conciertos ben¨¦ficos de viol¨ªn; en los caf¨¦s, con pol¨ªticos y colegas; de paseo, con su gran bigote, entre parques y lagos de la aristocr¨¢tica Potsdam; en su casa de Caputh (en mayo se reabre al p¨²blico); en su barco, el T¨¹mmler, que le confisc¨® la Gestapo. "Mi ideal pol¨ªtico", escribe ¨¦l, "es la democracia".

Pero Einstein, que tiene la capacidad de concentrarse en cualquier circunstancia, ante todo trabaja: termina la teor¨ªa de la relatividad y comienza a generalizar la de la gravitaci¨®n. Un eclipse solar le convierte en estrella medi¨¢tica al confirmar sus teor¨ªas. The Times, el 7 de noviembre de 1919, titula: "Revoluci¨®n en la ciencia: las ideas de Newton, superadas". La fama le lleva de gira por EE UU, Suram¨¦rica, Jap¨®n, China, Palestina, Espa?a... Sus diarios de viaje se pueden consultar hoy en el Archivo Einstein online de la Universidad Hebrea de Jerusal¨¦n (www.alberteinstein.info), a la que leg¨® sus documentos. Algo que sin sus hallazgos ser¨ªa hoy imposible: no habr¨ªa ordenadores, l¨¢ser, televisi¨®n, energ¨ªa solar o at¨®mica...

La torre de Mendelsohn

Recibe el Premio Nobel de F¨ªsica, y el Instituto Einstein de Potsdam le brinda albergue profesional en la famosa torre hom¨®nima (hoy sigue abierta a las visitas). Famosa es su imagen asomado a una ventana de este edificio expresionista construido por Erich Mendelsohn para alojar instrumentos astron¨®micos. Entre viajes y debates sobre mec¨¢nica cu¨¢ntica, Einstein enferma. Diagn¨®tico: su coraz¨®n es demasiado grande. Quiz¨¢ de ah¨ª le venga ese aire de despiste, ternura y tristeza de ojos. "Si mi teor¨ªa de la relatividad es exacta, los alemanes dir¨¢n que soy alem¨¢n, y los franceses, que soy ciudadano del mundo; pero si no, los franceses dir¨¢n que soy alem¨¢n, y los alemanes, que soy jud¨ªo", dec¨ªa. Y los nazis alemanes dijeron. Cuando Hitler es designado canciller, Einstein ya lleva rato pensando en trasladarse a Princeton (EE UU). As¨ª, mientras el dictador planea conquistar el mundo, ¨¦l verifica su m¨¢s famosa f¨®rmula, E = mc2, s¨ªmbolo del siglo XX: la masa puede convertirse en energ¨ªa cuantiosa si la luz colabora. A finales de 1932 cierra la puerta de su casa berlinesa y le dice a Elsa, su esposa: "Mira bien todo. No lo ver¨¢s nunca m¨¢s".

No ser¨¢ todo. El fantasma de la bomba at¨®mica deja de serlo. Espantado, dice: "No s¨¦ c¨®mo ser¨¢ la III Guerra Mundial, pero s¨ª la IV: con piedras y palos". Al final de su vida participa en todo lo que implique desarme, paz, la creaci¨®n de un gobierno mundial y la del Estado de Israel. Sabe que va a morir, hace testamento y espera. Y es por aquel entonces cuando recibe la carta de la chica australiana dudando sobre su existencia. "Lo importante es no dejar de hacerse preguntas", debi¨® de contestarle el sabio.