Cuatro pasos esenciales
Hay momentos de la historia en los que la civilizaci¨®n se redefine. ?pocas en las que se toma impulso para echar abajo una situaci¨®n que la gente ya no est¨¢ dispuesta a aceptar. La abolici¨®n de la esclavitud fue una. Tambi¨¦n la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, o el fin del apartheid. En lo referente a la injustificable p¨¦rdida de vidas humanas debido a la pobreza extrema y a las enfermedades, 2005 podr¨ªa ser ese momento. Ahora mismo parece impensable: el a?o ha empezado con una nota incomprensiblemente tr¨¢gica en Asia. Pero se ha ido acelerando el impulso para hacer de ¨¦ste el a?o en que el mundo por fin se decida seriamente a cambiar el futuro de sus habitantes m¨¢s pobres. Los pr¨®ximos 12 meses son una prueba para todos nosotros; y Espa?a tiene un papel protagonista que desempe?ar.
Los pa¨ªses pobres necesitan algo m¨¢s que reducciones, necesitan la cancelaci¨®n de la deuda
La historia nos juzgar¨¢ duramente si fracasamos, precisamente porque somos la primera generaci¨®n con el poder para llevarlo a buen t¨¦rmino. Nuevas herramientas e ideas est¨¢n creando oportunidades que, hace muy poco, parec¨ªan impensables. La idea general era que la ayuda exterior no pod¨ªa obtener resultados mensurables. Esa actitud -y su aliada, la indiferencia- est¨¢ desapareciendo ante los dr¨¢sticos avances, especialmente en salud. Enfermedades que han barrido a generaciones de pobres est¨¢n ahora a punto de extinguirse. Hace 15 a?os, la polio aflig¨ªa a 350.000 personas; hoy, ese n¨²mero es de 800, y pronto podr¨ªa ser cero. En los pasados cinco a?os, el aumento de las vacunaciones ha salvado la vida de medio mill¨®n de ni?os, y la cifra podr¨ªa triplicarse en la pr¨®xima d¨¦cada.
Otra idea vieja e injusta est¨¢ desapareciendo: la noci¨®n de que los pa¨ªses pobres, encadenados a viejas deudas con los pa¨ªses ricos desde la guerra fr¨ªa, tienen que pagarnos, independientemente del coste que eso suponga en sufrimiento humano. Ahora que las naciones ricas est¨¢n cancelando parte de esa deuda, los pa¨ªses m¨¢s pobres han podido aumentar su gasto en otras prioridades urgentes, como salud y educaci¨®n. Uganda, por ejemplo, ha usado sus ahorros para duplicar el n¨²mero de ni?os que reciben educaci¨®n primaria. M¨¢s que nunca, el mundo sabe qu¨¦ funciona. Hace cinco a?os, los l¨ªderes del mundo prometieron hacer que funcionara a¨²n mejor, en m¨¢s lugares, para m¨¢s personas. Se estableci¨® una serie de Objetivos de Desarrollo para el Milenio (ODM), y se prometi¨® a los pobres del mundo que en este nuevo siglo finalmente se cubrir¨ªan las necesidades humanas b¨¢sicas. Alimentos, agua potable, servicios sanitarios y educaci¨®n constituir¨ªan un derecho de nacimiento de todos los ni?os.
Los jefes de Estado no s¨®lo est¨¢n hablando en serio de la lucha contra las enfermedades y la pobreza absoluta, sino tambi¨¦n de ponerles fin. Tras una d¨¦cada de continua reducci¨®n de los flujos de ayuda, la marea ha vuelto a subir, y algunos pa¨ªses ricos -entre ellos Espa?a- se han comprometido ahora a hacer mucho m¨¢s. Esto representa un cambio positivo con respecto a hace unos a?os. Aun as¨ª, la inc¨®moda verdad es que ning¨²n pa¨ªs hace lo suficiente. La tentaci¨®n de recortar y echarse atr¨¢s es fuerte, debido a las presiones presupuestarias. Pero hay que sopesarla con los costes que supone la inacci¨®n. Hoy, en ?frica, 10 millones de hu¨¦rfanos provocados por el sida necesitan atenci¨®n, porque sus padres no pudieron acceder a medicamentos antirretrovirales. Posiblemente haya 10 millones m¨¢s en 2010. Ciertamente es m¨¢s barato, inteligente y f¨¢cil evitar que se produzcan incendios como ¨¦ste que apagarlos una vez desatados.
S¨®lo uno de nosotros es conocido por procesar datos num¨¦ricos, pero ambos creemos que las inversiones en potencial humano pueden compensar con creces. Tienen la capacidad de poner fin a la pobreza extrema. Pero s¨®lo si aprendemos a pensar en grande nuevamente. El plan Marshall, que reconstruy¨® Europa despu¨¦s de la II Guerra Mundial y se convirti¨® en una salvaguarda contra la expansi¨®n sovi¨¦tica, cost¨® a Estados Unidos un 2% de su PIB durante cuatro a?os. Hoy, en ¨¦pocas tensas y nerviosas, una inversi¨®n inferior no s¨®lo podr¨ªa transformar la vida de m¨¢s personas, sino tambi¨¦n transformar la idea que esas personas tienen de nosotros. Por consiguiente, nuestro impulso es verdadero pero fr¨¢gil. Este a?o presenta una convergencia ¨²nica de cumbres mundiales, informes sobre progreso y negociaciones de deuda, comercio y ayuda eficaz. Los acr¨®nimos -G-8, ONU, ODM, OIC, FMI- ponen los ojos vidriosos, pero equivalen a la mejor oportunidad que el mundo tiene de aprender de sus ¨¦xitos y progresar.
Para empezar, esperamos que los l¨ªderes de todos los pa¨ªses desarrollados se decidan a dar cuatro pasos esenciales en 2005. El mundo rico ya se ha comprometido con algunas de estas ideas: las promesas hechas deben cumplirse. Primero: doblar la cantidad de ayuda exterior efectiva, posiblemente mediante el Sistema Internacional de Financiaci¨®n, una propuesta de establecer ayudas y hacer que fluyan inmediatamente. Una iniciativa brit¨¢nica y francesa que usa los mismos principios est¨¢ lista para ponerse en marcha, y podr¨ªa salvar cinco millones de vidas al aumentar la vacunaci¨®n infantil. Segundo: zanjar las deudas de los pa¨ªses pobres. Precisan algo m¨¢s que reducciones parciales; necesitan una cancelaci¨®n total de la deuda. Tercero: cambiar las reglas comerciales injustas, abriendo el camino para que los pa¨ªses pobres puedan depender de s¨ª mismos. Cuarto: proporcionar fondos a la Global HIV Vaccine Enterprise, un enfoque m¨¢s emprendedor y coordinado para el desarrollo de una vacuna contra el VIH.
De estas y otras maneras, nuestros Gobiernos pueden hacer historia; pero s¨®lo si les exigimos que lo hagan. Por eso, en los primeros d¨ªas del a?o se han formado ya movimientos "2005", en los que se han unido aliados inesperados -directivos empresariales, ONG, estrellas de la m¨²sica y sacerdotes, asociaciones de madres y asociaciones estudiantiles- en una campa?a mundial a favor de la justicia. La historia de 2005 tendr¨¢ sus l¨ªderes y sus rezagados, y dentro de un a?o todos tendremos claro qui¨¦n es qui¨¦n. Mientras tanto, depende de c¨®mo queramos nosotros que nuestras generaciones nos recuerden. ?Por Internet? ?Por la guerra contra el terrorismo? ?O por decidir finalmente que el lugar de nacimiento de un ni?o ya no determine si a ese ni?o le toca o no seguir viviendo? Los paralelos y los meridianos son m¨¢s fuertes que cualquier Tel¨®n de Acero, y nos dividen m¨¢s que el apartheid. El mundo tiene los recursos y la tecnolog¨ªa para cambiar todo esto. La pregunta -que deber¨¢ responderse en 2005- es si podemos hacer acopio de voluntad.
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