Or¨¢culo
Antes de ser coronado un emperador, de entrar en combate o de emprender un viaje azaroso, los antiguos encargaban or¨¢culos a las sibilas, las cuales interrogaban las entra?as de ciertos animales, porque entonces se cre¨ªa que en ellas palpitaba en carne viva el misterio de la naturaleza. Era un acto de magia que se ejerc¨ªa bajo la potestad de la serpiente pit¨®n, pero hoy se sabe que muchas cat¨¢strofes naturales vienen precedidas por una se?al que s¨®lo las fieras perciben. En Indonesia un latido creado en el fondo del abismo oblig¨® a los animales a iniciar una huida ciega, tierra adentro, antes de que la gran ola del maremoto llegara a la playa. El silencio de la selva no es un lance literario, sino un ¨¦xtasis masivo del reino animal que en ese momento est¨¢ prestando atenci¨®n a sus v¨ªsceras que les alertan de un peligro inminente. Detectar ese resorte sagrado de la naturaleza les est¨¢ vedado a las personas; en cambio, los animales que se anticipan a cualquier desastre natural, no est¨¢n dotados para percibir las tragedias que se derivan de la maldad humana. En lugar de alejarse del hedor de los hornos crematorios de Auschwitz, en los prados de alrededor las ardillas sentadas sobre las patas traseras jugaban a limpiarse graciosamente el bigote chamuscado. El d¨ªa 6 de agosto de 1945, mientras un avi¨®n B-29, al mando del coronel Paul W. Tibbets, volaba ya sobre Hiroshima, cargado con una bomba de uranio de cinco toneladas, ninguna fiera del zoo movi¨® el rabo presintiendo el cataclismo que iba a torcer el curso moral de la humanidad y tambi¨¦n dorm¨ªan tranquilamente los canarios en la jaula cuando a las 8.15 de la ma?ana su sue?o fue interrumpido bruscamente por la explosi¨®n at¨®mica. Los gatos de Nagasaki, con los listos que parecen, ni siquiera aprendieron la lecci¨®n. El genocidio de Ruanda compuesto por miles de cuchilladas fue observado por los monos desde los ¨¢rboles sin dejar de comer nueces. Son innumerables los fusilamientos que se han ejecutado en medio del canto de los p¨¢jaros y cuando a nivel de barranco se comete un crimen solar a navaja tampoco los alacranes interrumpen su baile nupcial. La maldad humana no transmite ning¨²n temblor a las fieras a trav¨¦s de la tierra para que ellas nos avisen de una pr¨®xima calamidad. A los que sufrimos la historia s¨®lo nos queda interrogar las entra?as de las ocas bajo la mirada de la serpiente pit¨®n, un acto de magia que deber¨ªa ser incorporado a la toma de posesi¨®n del cargo del presidente de Estados Unidos.
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