Usted dir¨¢
?Ah!, ?que usted nunca pens¨® que las cosas vascas fueran a llegar tan lejos? Pues no ser¨¢ porque no hubiera signos evidentes o no se lo hayan advertido con sobradas razones. Pero le conven¨ªa suponer que el proceso de secesi¨®n abierto era mera estratagema, y que llegado el momento todo quedar¨ªa en nada. Bueno, s¨ª, tal vez habr¨ªa que conceder alguna otra competencia auton¨®mica, pero dej¨¦mosles entretenerse y no vayamos a crispar m¨¢s los ¨¢nimos. Todo sea por los derechos hist¨®ricos y un sano pluralismo. As¨ª que, ya ver¨¢s, no ser¨¢ para tanto, una cosa es la teor¨ªa y otra la pr¨¢ctica, etc¨¦tera. El ¨²nico mal de Euskadi se llamaba ETA y uno cumpl¨ªa con su deber c¨ªvico en cuanto se adher¨ªa a su repulsa acostumbrada. ?Qui¨¦n iba a pedirle m¨¢s, a ver?
Nadie le ha enga?ado, se?or m¨ªo. Diga en todo caso que se dej¨® enga?ar, porque tra¨ªa m¨¢s cuenta vivir de la frase hecha que ponerse a mirar o a aprender. Los "cient¨ªficos sociales" no iban a renegar de sus simplezas sobre la identidad y la diferencia, ni la sedicente progres¨ªa a posponer la defensa de las peculiaridades locales a la de la justicia social y la causa de las tribus a la de los ciudadanos. ?Cu¨¢ntas veces hab¨ªa pregonado usted que a los vascos (as¨ª, a todos los vascos) deb¨ªan otorgarles su dichosa independencia y que nos dejaran en paz? Cosas del hartazgo, sin duda, pero tambi¨¦n -y ya me perdonar¨¢ el desahogo- de algunas dosis de ignorancia e insolidaridad civil. Y si a¨²n me replica que con su vida hace lo que le venga en gana, me temo que volver¨ªa a equivocarse. Su vida privada ser¨¢ s¨®lo suya, y se la deseo venturosa; pero ?tambi¨¦n su conducta p¨²blica, que nos concierne para bien o para mal a todos, le pertenece en exclusiva?
Hombre, a lo mejor es que usted no ha reparado todav¨ªa en que el nacionalismo identitario, para ser consecuente con sus premisas, tiene que comenzar por construir su naci¨®n (ante todo mediante una injustificada pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica) y luego reclamar un Estado para esa naci¨®n as¨ª construida. Todo lo dem¨¢s es para ¨¦l secundario.Ya s¨®lo eso marca una diferencia abismal entre esa ideolog¨ªa y el resto. Si el nacionalismo ¨¦tnico no es una opci¨®n pol¨ªtica como las otras, se debe a que s¨®lo ella pone en cuesti¨®n el marco com¨²n de nuestra ciudadan¨ªa. Y si no es tan leg¨ªtima como otra cualquiera, seg¨²n corean los bienpensantes, es porque para ella todas las dem¨¢s ser¨¢n ileg¨ªtimas mientras no acepten subordinarse a la causa nacional. ?Se imagina las consecuencias necesarias de esas premisas? Por mencionar una, "insaciable" no es este dirigente o aquel partido nacionalista; insaciable hasta lograr la plena soberan¨ªa es la ideolog¨ªa nacionalista misma.
Pues hay que saber que, en estas materias, la teor¨ªa se hace enseguida pr¨¢ctica y la mala teor¨ªa se traduce por lo general en una mala pr¨¢ctica. ?Acaso el Plan que tanto nos ocupa podr¨ªa dar un solo paso si no fuera en virtud de las razones expuestas en su pre¨¢mbulo? Claro que no ser¨¢ usted el ¨²nico que en las ideas pol¨ªticas s¨®lo acierta a percibir flatus vocis y ganas de hablar por hablar, en modo alguno est¨ªmulos o gu¨ªas para la acci¨®n... Nada digamos si un eventual cambio de juicio sobre la deriva nacionalista pudiera aproximarle a sus contrarios de toda la vida. Eso s¨ª que no: antes morir que pecar contra los suyos. As¨ª es como muchos (de la izquierda, siento decirlo) han considerado tan temibles adversarios pol¨ªticos al que, pese a los desacuerdos, reconoc¨ªa nuestra com¨²n ciudadan¨ªa y a ese otro que la rechaza en nombre de su artificiosa diferencia ¨¦tnica. Se han situado a la misma distancia de quienes amenazan nuestras libertades (y se apoyan en los que amenazan nuestra vida) y del que comparte la condici¨®n de amenazados.
Mire: a mi entender, lo ¨²nico de verdad sorprendente y vergonzoso del otro d¨ªa en el Parlamento vasco -y esto no se destaca bastante- fueron los decisivos votos de Izquierda Unida. Lo que a estas alturas de la funci¨®n, en cambio, no deber¨ªa sorprender a nadie es la profunda unidad revelada sin verg¨¹enza alguna en el lado nacionalista. No me refiero s¨®lo a esa unidad estrat¨¦gica que mostr¨® el Pacto de Estella, un acuerdo que los pistoleros rubricaron para sepultar a medio pa¨ªs en las catacumbas. Subrayo m¨¢s bien la comuni¨®n particular de los creyentes en ese Pueblo escogido, una congregaci¨®n anterior y superior a la general comunidad de conciudadanos. Ellos son la parte que se arroga ser el todo. A poco que les haya tratado, ?no ha percibido usted que a sus ojos somos m¨¢s enemigos que adversarios, extranjeros en nuestra tierra, usurpadores de lo que consideran suyo? ?Por qu¨¦ escandalizarse entonces de su mentira sistem¨¢tica, cuando su moral de andar por casa les autoriza la doblez con el forastero? Lo malo es que, a semejante profesi¨®n de fe, hemos opuesto remilgos de pitimin¨ª.
Los abertzales comulgan en su meta secesionista, pero suele olvidarse que tambi¨¦n en las infundadas justificaciones por las que demandan esa secesi¨®n como un derecho indisputable. Que ese fin -por no ser lo bastante compartido entre gente plural- requiera de hecho la coacci¨®n f¨ªsica para alcanzarse; que tales justificaciones en nuestras circunstancias han impulsado a los unos a seguir la v¨ªa del crimen y a los otros a rentabilizarla am¨¦n de disculparla..., eso es cosa harto probada que naturalmente a los nacionalistas les disgusta escuchar. Pobres aprendices de brujo, en la Comunidad Vasca unos cuantos han dejado crecer un monstruo que ya no pueden dome?ar. Quienes confraternizan con los criminales, o con sus c¨®mplices, no quieren que se les "criminalice". Y usted, que se guarda muy mucho de juzgar a nadie, sentenciar¨¢ que est¨¢n en su derecho..., aun cuando sea un derecho que acaba con los nuestros.
As¨ª que sigamos repitiendo ese disparate de que en el orden civil todo es leg¨ªtimo con tal de prescindir de medios violentos o, seg¨²n la cacofon¨ªa vigente, "en ausencia de violencia", y ya vemos c¨®mo se acaba. Se acaba confundiendo el mero ingreso en la pol¨ªtica (o sea, la renuncia al derecho a matar) con el colmo de una pol¨ªtica justa, el simple ajuste legal de una medida con el c¨¢ntico a su plena legitimidad. La cosa es as¨ª de f¨¢cil: basta con que ETA deje de imponerlas a sangre y fuego para que sus pretensiones se vuelvan al instante impecables. He ah¨ª el milagro de la transustanciaci¨®n, pero en pol¨ªtica. Un Plan que se dir¨ªa redactado por Mikel Antza, resulta al parecer leg¨ªtimo nada m¨¢s que porque lo presenta Juan Jos¨¦ Ibarretxe o lo aprueba un Parlamento. Lo leg¨ªtimo sale hoy a precio de orillo.
Es la misma devaluaci¨®n del significado de democracia. Porque hoy -ya se sabe-, para que un acto, un gobierno, un partido o un Plan sean solemnemente declarados democr¨¢ticos deber¨¢n satisfacer dos meros requisitos formales: que se expresen pac¨ªficamente y se atengan en sus decisiones a la regla de la mayor¨ªa. ?Eso es todo, en serio? ?Y si ambos requisitos de procedimiento fueran condiciones necesarias, pero no suficientes, de la democracia?; ?y si cada uno de ellos fuera s¨®lo plasmaci¨®n de unos principios m¨¢s b¨¢sicos, a saber, que los individuos son los ¨²nicos sujetos pol¨ªticos y unos sujetos pol¨ªticos libres e iguales? Pues entonces resultar¨ªa no ser democr¨¢tica, sino totalitaria, una doctrina que hace de la etnia un sujeto de derechos al que los individuos han de plegarse. Tampoco lo ser¨ªa una propuesta de reforma que fundara desigualdades pol¨ªticas entre sus sujetos seg¨²n sentimientos de pertenencia dispares. Por donde ya deducir¨¢ usted que, en una sociedad democr¨¢tica, no todo puede ser sometido a debate y decisi¨®n p¨²blicas. Recortar sus derechos a un grupo de ciudadanos ser¨ªa una iniciativa inicua, aun cuando fuera la voluntad de todos los dem¨¢s. Ni habr¨¢ de tenerse por democr¨¢tica la asamblea, alianza o votaci¨®n que as¨ª lo acordara, porque se tratar¨ªa s¨®lo de un acuerdo mayoritario, que no es lo mismo. Siento comunicarle que tan fuera del alcance de nuestra voluntad est¨¢ suspender la tabla de multiplicar como alterar la norma de "un hombre, un voto". Quiero decir que nunca ser¨¢ democr¨¢tico derruir los cimientos de la democracia.
Y en el caso de un refer¨¦ndum para decidir la secesi¨®n de una parte de un Estado, supuesto que estuviera fundado el derecho a tal secesi¨®n, y claro el sujeto sometido a esa consulta, e inequ¨ªvocos los t¨¦rminos de la pregunta, y que todos los afectados contaran con informaci¨®n y libertad suficientes para emitir su voto..., no por ello piense que cualquier clase de mayor¨ªa merecer¨ªa llamarse democr¨¢tica. Lo entender¨¢ enseguida. ?A que no resulta igual de grave adoptar decisiones ordinarias dentro de las fronteras de un Estado que adoptar la extraordinaria decisi¨®n de modificar las fronteras de ese Estado? Pues tampoco el n¨²mero de ciudadanos capaz de obligar a los dem¨¢s deber¨¢ ser el mismo en un caso y en otro. La mayor¨ªa requerida para la secesi¨®n habr¨¢ de ser mucho mayor y, en consecuencia, la minor¨ªa discordante mucho menor. Y es que s¨®lo as¨ª habremos asegurado la m¨¢xima libertad pol¨ªtica en la comunidad resultante, a base de reducir al m¨ªnimo los riesgos de que la nueva mayor¨ªa haga la vida imposible a la nueva minor¨ªa...
Nos asisten tantas razones, pues, que no nos limitaremos a citar a troche y moche la Constituci¨®n. Si la Constituci¨®n dice esto o aquello ser¨¢ porque as¨ª lo exige antes su fundamento moral, el principio democr¨¢tico al que la norma m¨¢xima pretende adecuarse. Como algo la contrar¨ªe, ese algo no ser¨¢ s¨®lo inconstitucional -lo que ser¨ªa el argumento m¨¢s d¨¦bil-, sino seguramente injusto.Y su injusticia no se comete con los art¨ªculos de un texto legal, sino con personas de carne y hueso. A fin de cuentas, lo de menos ser¨ªa la buscada ruptura de Euskadi con Espa?a, que estas entidades ni sufren ni padecen y no cabe esperar demasiada amabilidad entre administraciones soberanas. Lo grave de veras ser¨¢ la muy poco amable ruptura entre espa?oles y vascos y, peor a¨²n, entre los propios vascos: la forzosa sumisi¨®n de unos vascos a otros, la probable persecuci¨®n de unos por otros. Si usted se acuerda de las mil v¨ªctimas mortales de tanto desvar¨ªo, le invito ahora a pensar que este Plan consagra a grandes rasgos el proyecto pol¨ªtico por el que fueron aniquiladas. Piense tambi¨¦n que a las otras muchas v¨ªctimas incruentas de este prolongado acoso pronto pueden sumarse varios cientos de miles m¨¢s. Y, luego, usted dir¨¢.
Aurelio Arteta es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Moral y Pol¨ªtica de la Universidad del Pa¨ªs Vasco.
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