Para comer sin apetito
Todo cambio de r¨¦gimen pol¨ªtico supone un cambio de r¨¦gimen alimenticio. Este tipo de relaciones -que acostumbran a quedar fuera de los libros de historia- es de las que suele, precisamente, ocuparse John Berger (Londres, 1926). De hecho, cabr¨ªa decir que su obra no hace otra cosa que hablar de eso: de c¨®mo el tr¨¢nsito del mundo rural al mundo urbano no s¨®lo se llev¨® por delante penurias y labores sino que tambi¨¦n supuso la inmersi¨®n del hombre moderno en un sistema de producci¨®n y consumo cuya piedra angular es un concepto tan poco prestigioso como incontestable: lo superfluo. O mejor, las sobras. De las sobras hablaba un ensayo central en la obra de Berger -'La comida y los modos de comer', dedicado a "la forma de consumo m¨¢s simple" y recogido en El sentido de la vista (Alianza)- y de ellas habla la cara b de aqu¨¦l, 'Un cargamento de mierda', recogido ahora en este Siempre bienvenidos, publicado originalmente en 1991 y que ya conoci¨® una traducci¨®n argentina. La higi¨¦nica modernidad -cuyo mecanismo consiste en, como el zorro en el gallinero, cazar m¨¢s de lo que puede comer- ser¨ªa aquel tiempo que produce restos y, sobre todo, que se averg¨¹enza de ellos. Es as¨ª como la "repugnancia natural" se convierte en "convulsi¨®n moral", hasta el punto de que, apunta Berger, la idea de pureza ha perdido todo sentido de la realidad para convertirse en una simple met¨¢fora, "cuando no en un t¨¦rmino propio de los moralistas".
SIEMPRE BIENVENIDOS
John Berger
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis Moreno-Ruiz
Huerga & Fierro
Madrid, 2004
304 p¨¢ginas. 15 euros
De restos de comida y de res-
tos de relatos est¨¢ hecho un libro como ¨¦ste, tal vez el m¨¢s autobiogr¨¢fico del autor de Hacia la boda (Alfaguara). De hecho, un texto tan l¨²cido y estremecedor como 'Madre', que trata de poner nombre al sentimiento de orfandad que subyace a toda autobiograf¨ªa, lanza hilos que se anudan m¨¢s tarde en un poema sobre la primera guerra del Golfo, en una aproximaci¨®n al motivo maternofilial en la obra escult¨®rica de Henry Moore, en una indagaci¨®n sobre el poder y el lenguaje a partir de una acuarela de Turner o en un ensayo sobre el realismo pict¨®rico y literario como 'Una historia para Esopo'. Ese texto, el m¨¢s largo del libro, nace de la contemplaci¨®n del famoso retrato de Vel¨¢zquez y se convierte poco a poco en una reflexi¨®n sobre las apariencias y -continuando el discurso donde lo dej¨® Walter Benjamin- sobre la figura del narrador. De ¨¦l, a su vez, parten caminos que llevan hasta lugares, para bien y para mal, comunes a todo el libro. Entre los m¨¢s fecundos est¨¢n la idea del escritor como "secretario de los muertos" y la pregunta de si el arte es una revelaci¨®n o un consuelo. Todo ello sin espiritismos f¨¢ciles y sin perder de vista la pregunta que recorre la obra de Berger desde Modos de ver (Gustavo Gili): ?qui¨¦n es el due?o del sentido de las historias que cuentan los cuadros y las novelas? Es precisamente cuando abandona el materialismo cuando el escritor y cr¨ªtico brit¨¢nico pierde pie m¨¢s f¨¢cilmente sin caer, no obstante, en la charlataner¨ªa que ¨¦l mismo denuncia -esa que "levanta un muro entre la palabra y lo que nombra, entre el acto y su consecuencia"- pero caminando en su filo. Berger, que es capaz de argumentar -a pulso y sin que salten las costuras- la relaci¨®n entre la emigraci¨®n, el cine y la capilla de los Scrovegni, pintada por Giotto en Padua en el siglo XIV, termina viendo la esencia, no s¨®lo de la pintura espa?ola sino tambi¨¦n de lo espa?ol en esa "tierra de promesas incumplidas" que es la meseta castellana. Puro 98 un siglo despu¨¦s. Por no hablar del angelismo que le lleva, en 1990, a meter en el mismo saco a "los irlandeses, los vascos, los corsos, los kurdos, los kosovares, los azerbaiyanos, los puertorrique?os y los lituanos".
Aunque en ocasiones olvide su propio aviso de que lo ang¨¦lico tambi¨¦n es una forma de lo demoniaco, John Berger ha rebuscado como pocos en el cubo de la basura. De la basura de la historia, si se quiere. De la historia del arte y de la historia contempor¨¢nea. Entre sus restos ha encontrado buena parte de las instrucciones de uso de una sociedad en la que el exceso oculta la necesidad. Ya se hable de comida o de significados, de cultura o de cultivo: sus libros est¨¢n llenos de artistas y de campesinos. Berger es capaz de sacar petr¨®leo de un cuadro de Giorgione y de un recorte de peri¨®dico. Todo est¨¢ delante de nuestras narices, avisa. Tal vez por eso, durante a?os, la carta de la cafeter¨ªa del C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid ten¨ªa un ep¨ªgrafe que rezaba: "Para comer sin apetito".
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