Amantes de aventuras extremas
En el Quijote se menciona un par de veces el peregrino y extremado arrojo de don Cirongilio de Tracia. La primera menci¨®n, como lector entusiasta de la novela, la hace el ventero Palomeque (en I, 32), la segunda est¨¢ en boca del propio don Quijote (en II, 1: "?Qui¨¦n m¨¢s arrojado que don Cirongilio de Tracia?"). Editado en 1545, en Sevilla, Cirongilio es un libro de caballer¨ªas compuesto en la ¨¦poca de esplendor del g¨¦nero, un texto tan fantasioso en sus episodios, tan rocambolesco y ret¨®rico que, de haberlo hallado en la biblioteca del buen hidalgo manchego, el cura y el barbero lo habr¨ªan echado a la hoguera sin muchos reparos. De su autor, Bernardo de Vargas, nada sabemos, pero parece que estaba a bien con la Corte y muy ufano de su novel¨®n, que dedic¨® al marqu¨¦s de Villena y duque de Escalona, acompa?ante del emperador Carlos en las campa?as de Italia. El novelista concluye su largo relato con un elogio de su propia florida prosa, que ciertamente pod¨ªa rivalizar en sus bucles estil¨ªsticos con la del famoso Feliciano de Silva tan satirizado por Cervantes. Podemos recordar las l¨ªneas de su colof¨®n: "A gloria y honra de Dios Todopoderoso y de su bendita madre fenece los cuatro libros del muy esforzado e invencible caballero don Cirongilio, rey de Tracia y Macedonia, hijo del rey Eleofr¨®n, seg¨²n los escribe el sabio coronista suyo Novarco, nuevamente roman?ados y puestos en tan elegante estilo que en lengua castellana a la latina ciceroniana en alguna manera podemos decir que hace ventaja". (Seg¨²n el truco t¨®pico del falso manuscrito encontrado, el autor aparece como mero romanceador del mismo, y m¨¦rito suyo es, en todo caso, esa prosa superior al lat¨ªn ciceroniano). Pero tambi¨¦n el comienzo del libro es un tanto sorprendente, pues se inicia con la evocaci¨®n de la muerte pronta de Alejandro de Macedonia, tal vez para alardear de su buena cultura hist¨®rica, y situar al gran conquistador entre los antepasados de Cirongilio, pr¨ªncipe tracio.
Cirongilio acaba de reeditarse, primorosamente, y con excelente introducci¨®n en Los Libros de Rocinante, y lleva ya el n¨²mero 17 de la atractiva serie de textos caballerescos hispanos del Siglo de Oro resucitados gracias a los esfuerzos de Carlos Alvar y Jos¨¦ Manuel Luc¨ªa Meg¨ªas. De modo que los lectores impenitentes, amantes de aventuras extremadas y encuentros con monstruos y prodigios, con h¨¦roes corteses y enamorados esforzados, magos y bellas damas de ese repertorio caballeresco, pueden emular a los lectores del Siglo de Oro y compartir acaso los entusiasmos del ventero y don Quijote. Pero para quienes no dispongan de mucho tiempo y se sientan poco atra¨ªdos por las repetidas aventuras de los paladines de esta serie de Los Libros de Rocinante (entre los cuales hay algunos que hasta ahora se conservaban s¨®lo manuscritos, como el tard¨ªo Flor de caballer¨ªas (de 1599), les recomiendo vivamente las dos antolog¨ªas de Jos¨¦ Manuel Luc¨ªa Meg¨ªas y Carlos Alvar. Aqu¨ª encontrar¨¢n, adem¨¢s de sendos pr¨®logos con clara bibliograf¨ªa, los pasajes m¨¢s interesantes de los m¨¢s fantasiosos textos.
El g¨¦nero de libros de caba-
ller¨ªas tuvo, como se sabe, una espectacular difusi¨®n a lo largo de todo el siglo XVI, con resonantes best sellers y m¨²ltiples reediciones, pero andaba ya en decadencia a comienzos del XVII, cuando Cervantes lo parodi¨® en su gran novela c¨®mica. (Cierto es, como se?ala Mej¨ªas, que esa decadencia ten¨ªa variadas causas, y no s¨®lo afectaba a este g¨¦nero, y que, por otra parte, quedaron muchos manuscritos de libros de caballer¨ªas de la ¨²ltima etapa. Pero el hecho de que algunos quedaran in¨¦ditos es un testimonio m¨¢s de que hab¨ªan perdido el favor de los lectores. El hidalgo manchego Alonso Quijano no estaba al d¨ªa en sus lecturas, como dejan ver los t¨ªtulos de su biblioteca . Como ¨¦l, Cervantes fue un lector voraz de muchos libros de los que se burlaba, e incluso hab¨ªa pensado, tal vez, en escribir alguno. Por eso, a pesar de sus burlas y censuras, no duda en salvar de la hoguera a los mejores, como el Amad¨ªs de Gaula y el Tirant. (V¨¦ase el excelente de Daniel Eisenberg, La interpretaci¨®n cervantina del Quijote, Compa?¨ªa Literaria, Madrid, 1995).
La recepci¨®n de los libros de caballer¨ªas en el siglo XVI, le¨ªdos por nobles y damas, pero tambi¨¦n por hidalgos de aldea y por venteros, es un tema de enorme inter¨¦s para la sociolog¨ªa literaria. El ¨¦xito de la producci¨®n de libros de caballer¨ªa en ese siglo fue asombroso, especialmente en su primera mitad (con m¨¢s de ciento cincuenta ediciones de libros de caballer¨ªas, frente a unas noventa en la segunda, y con cerca de setenta libros originales). En los pr¨®logos de las citadas antolog¨ªas pueden leerse los datos m¨¢s significativos al respecto. Y son muy interesantes.
En cuanto a la construcci¨®n de estas narraciones de amores y aventuras, seg¨²n patrones arquet¨ªpicos y figuras y f¨®rmulas un tanto repetidas (aunque evidentemente no conviene incurrir en la f¨¢cil generalizaci¨®n de proclamar que todos los textos sean iguales o paralelos), resulta muy instructivo, a la vez que ameno, el libro de Emilio Jos¨¦ Sales, que analiza la estructura y los temas recurrentes de los libros de caballer¨ªas. La aventura caballeresca: epopeya y maravillas es un excelente an¨¢lisis de los t¨®picos del g¨¦nero, heredero en esa b¨²squeda de lo maravilloso y los prestigios caballerescos de los romans corteses y art¨²ricos dise?ados por Chr¨¦tien de Troyes y sus ¨¦mulos, los novelistas del Ciclo de Lanzarote y del Ciclo del Santo Grial. Es un estudio muy did¨¢ctico redactado por un esforzado lector de muchos libros de caballer¨ªas, que muestra su buen conocimiento del g¨¦nero tanto por sus cuidadas citas como por su afinada s¨ªntesis general. Insiste Sales, con muy clara raz¨®n, en que la parodia quijotesca es un remedo de todos esos t¨®picos, y, de alg¨²n modo, un ep¨ªgono genial de este legado novelesco. Al tiempo que pretende desterrar esas "fingidas y disparatadas" historias de caballeros andantes, Cervantes rinde un admirable y ambiguo homenaje al rememorar en su parodia toda esa literatura. Son incontables los estudios sobre la relaci¨®n del Quijote y la narrativa caballeresca . Dar¨¦ como ejemplos s¨®lo dos, los de Edwin Williamson, El Quijote y los libros de caballer¨ªas (Taurus, 1991) y Giuseppe Grilli, Literatura caballeresca y re-escrituras cervantinas (Biblioteca de Estudios Cervantinos, 2004). Y resulta evidente, como ha subrayado muy bien Mart¨ªn de Riquer, que Cervantes no se propuso burlarse de la caballer¨ªa como instituci¨®n ni de sus ideales, sino de las fabulaciones disparatadas y el estilo enmara?ado de estos relatos manieristas. Y no de los esquemas originales del g¨¦nero, sino de sus descendientes farragosos y chapuceros, productos tard¨ªos de una literatura de evasi¨®n que hab¨ªa ca¨ªdo en una decadencia po¨¦tica evidente, a pesar de sus ¨¦xitos de ventas notorios. A comienzos del siglo XVII, sin embargo, el ocaso de la fantasiosa balumba caballeresca era muy notable, y no es seguro que la parodia cervantina precipitara su desguace definitivo.
En todo caso, cuando se re-
conoce lo que fueron los caminos de la frondosa ficci¨®n caballeresca, y se han transitado algunos, como los de Las sergas de Esplandi¨¢n o alg¨²n Palmer¨ªn, ahora bien reeditados, o, al menos, un buen resumen de sus tramas, se degustan ciertos pasajes del Quijote con renovado placer, saboreando m¨¢s y mejor la comicidad de sus aspectos intertextuales, como dir¨ªa un te¨®rico actual de la literatura. Para ese conocimiento resultan muy ¨²tiles los p¨¢rrafos selectos de estas antolog¨ªas y la vista panor¨¢mica de Sales. Para apreciar a fondo cualquier parodia se debe conocer lo parodiado. Y la excursi¨®n puede resultar divertida. Estos trucos y tramas de aventuras caballerescas, con su pintoresca onom¨¢stica y su alocada geograf¨ªa, su rebuscado erotismo y sus haza?as laber¨ªnticas, anta?o encandilaron a muchos lectores m¨¢s o menos ingenuos, de modo muy parecido a como ahora algunas novelas fant¨¢sticas o de ciencia-ficci¨®n o ciertos c¨®mics, con sus fingidos aires ¨¦picos, logran atraer a j¨®venes lectores igualmente ingenuos y amantes de la evasi¨®n hacia horizontes gal¨¢cticos o quim¨¦ricos. As¨ª que quien quiera arriesgarse a visitar ese fabuloso universo de las fantas¨ªas caballerescas del Siglo de Oro ahora puede hacerlo ¨¢gil y c¨®modamente gracias a la esmerada labor de edici¨®n y comentario de estos textos realizada por los bravos fil¨®logos del Centro de Estudios Cervantinos de la Universidad de Alcal¨¢.
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