La enfermedad y la gloria de ser
Si la poes¨ªa es una forma extrema de la sensibilidad que nos da a conocer perfiles inauditos del ser humano en su relaci¨®n consigo mismo y con lo que existe, la poes¨ªa de Mark Strand (1934) es verdadera y aut¨¦ntica poes¨ªa. Cada nuevo poema aut¨¦ntico reinventa el mundo puesto que a?ade a ¨¦l lo que antes no hab¨ªa en ¨¦l: un esp¨ªritu singular, esa voz que dice lo que nadie podr¨ªa decir de la misma e ins¨®lita manera. La poes¨ªa de Mark Strand es, en este aspecto, una constante caja de sorpresas y no porque haya en ella pirot¨¦cnica ingeniosidad sino porque en ella resplandecen sin cesar formas llamativas de explorar el sentimiento humano y de condensar con la m¨¢xima intensidad y convicci¨®n la experiencia de un hombre que, en cierto modo, somos todos los hombres. La gravedad de fondo que hay siempre en estos poemas (incluso en los de apariencia m¨¢s festiva y risue?a) tiene que ver con el descubrimiento constante de que la existencia es fr¨¢gil, inestable y esencialmente ef¨ªmera: "La puesta de sol. Los prados ardiendo. / El d¨ªa perdido, perdida la luz. / ?Por qu¨¦ amo lo que huye? /
...Guardi¨¢n de mi muerte, / custodia mi ausencia". Puesto que nada dura, algo tenemos que hacer para evitar las p¨¦rdidas constantes en nuestra vida y en las de los dem¨¢s. De ah¨ª la poes¨ªa.
Que todo vaya a desaparecer -seg¨²n nos avisan tanta veces estos poemas- no quiere decir que no amemos lo que es esencialmente fugaz ("?Por qu¨¦ amo lo que huye?"). Que nos sintamos enfermos de ser -"Sufrimos la enfermedad de ser', susurr¨® [mi esposa] / y me acomod¨¦ en silencio
"- no quiere decir que no reconozcamos en la existencia la m¨¢s extra?a y milagrosa consumaci¨®n. Por eso en estos poemas de altura la naturaleza aparece con naturalidad dichosa para ayudarnos a confirmar que lo que es basta como afirmaci¨®n absoluta de la vida en toda su complejidad: "... el paisaje / nos ha abierto sus brazos y entregado santuarios maravillosos / a los que acudir". Las captaciones sensoriales de Strand en este aspecto son fulgurantes y chispean en sus poemas como gemas autosuficientes: "Y luego cuando cay¨® la lluvia e inund¨® las calles / y o¨ªmos las gotas en el porche y al viento hacer crujir / las hojas como si fueran papel, ?c¨®mo explicar entonces / nuestra felicidad
...?". Pero al mismo tiempo la voz pensativa que habita en ellos persigue sin cesar el significado de la vida humana en medio de esos dones y es en esa b¨²squeda en donde el significado profundo se abre paso en medio de las m¨¢s cautivadoras resonancias (lo que queda una y otra vez despu¨¦s de leer algo valioso en su lengua original o en una traducci¨®n valiosa, como lo son claramente estas dos que comentamos).
Mark Strand es una figura
central de la l¨ªrica norteamericana de hoy y su poes¨ªa recuerda a veces a la de Charles Wright. Naci¨® en Canad¨¢ pero vive desde peque?o en Estados Unidos. Entre nosotros lo dio a conocer Octavio Paz -quien tradujo algunos poemas suyos (v¨¦ase Versiones y diversiones, C¨ªrculo de Lectores)-, mientras que el mismo Strand se ha ocupado de la poes¨ªa escrita en espa?ol traduciendo, entre otros, al mismo Paz, a Alberti o a Borges. Ya desde sus primeros libros, -Sleeping with One Eye Open (1964), Reasons for Moving (1968)- marcados por un irracionalismo escasamente novedoso, se perfila un sutil sentimiento de p¨¦rdida, de incertidumbre, de vaciedad y muerte que nos recuerda a un emergente universo personal pero tambi¨¦n a una ¨¦poca precisa: los a?os sesenta en Estados Unidos, la sustituci¨®n del confesionalismo de Lowell por mundos menos inmediatamente autobiogr¨¢ficos y m¨¢s pr¨®ximos al onirismo irracionalista (Robert Duncan, Sylvia Plath, W. S. Merwin, Galway Kinnell).
Pasada esa ¨¦poca, con libros como Darker (1970) y The Story of Our Lifes (1973), la poes¨ªa de Strand se hace infinitamente m¨¢s densa y compleja, mucho m¨¢s seductora, apelando a moldes que cabr¨ªa considerar m¨¢s reflexivos pero sin rehuir la dimensi¨®n celebrativa y l¨ªrica de la poes¨ªa y sin -igualmente- rechazar un apego incesante a la naturaleza como forma en la que interpretar nuestros dramas humanos. En esto recuerda a veces poderosamente a Stevens pero tambi¨¦n a Wordsworth, dos ancestros leg¨ªtimos para este sobresaliente poeta que a¨²na en sus poemas mejores (la mayor¨ªa que leemos en estos dos magn¨ªficos libros) sensorialidad perceptiva de gran riqueza -la que devuelve a lo que existe a una especie de cegadora luminosidad inaugural- y tambi¨¦n reflexividad iluminadora -la que nos hace caer en la cuenta de qui¨¦nes somos con la m¨¢xima profundidad imaginable-. Somos lo que percibimos pero tambi¨¦n lo que pensamos despu¨¦s de vivir esas invasiones de la visi¨®n perceptiva. Seg¨²n los poemas de Strand, la inestabilidad no nos abandona nunca, como tampoco la conciencia de que nuestra luz nos ilumina poco en la noche y de que necesitamos otras linternas para seguir adelante: "Temeroso de la oscuridad donde vagamos / o nos desvanecemos juntos, / imagino una luz / que impedir¨¢ que nos apartemos demasiado, / una secreta luna o un espejo, / una hoja de papel, / algo que t¨² puedas llevar / en la oscuridad / cuando est¨¦s lejos". El vac¨ªo nos acosa pero tambi¨¦n la sensaci¨®n de plenitud que nos deparan los momentos privilegiados del vivir, como escenifica a la perfecci¨®n el tremendo poema 'XVI' del libro Puerto oscuro (1993): "Es cierto, como alguien ha dicho, / que en un mundo sin cielo todo es despedida. / Muevas o no las manos diciendo adi¨®s, / es despedida
... / Y las palmeras inclinadas / sobre la laguna verde, brillante, y los pel¨ªcanos buceando, / y los cuerpos resplandecientes de los ba?istas que descansan, / son estadios de una extrema quietud, y el movimiento / de la arena, y del viento, y los movimientos secretos del cuerpo / son parte de lo mismo, una simplicidad que convierte al ser / en una ocasi¨®n para el luto, o en una ocasi¨®n / digna de festejo...
". Los min¨²sculos momentos de la existencia nos colman pero tambi¨¦n huyen. Leemos nuestra vida en un libro que no sabemos muy bien qui¨¦n ha escrito (nuestra identidad se tambalea). Lo que vivimos no es seguro que est¨¦ aconteciendo: "El presente es siempre oscuro. / Sus mapas son negros". Como en un cuadro de Hopper (pintor muy admirado por Strand), la vida humana parece ajena a s¨ª misma, despose¨ªda, hurtada, extra?amente desalojada de lo que promete ser: "Se quedaron callados y no supieron c¨®mo empezar / el di¨¢logo que era necesario. / Las palabras fueron las primeras en crear divisiones, / en crear soledad. / Esperaron. / Pasaban las p¨¢ginas con la esperanza / de que algo sucediese /
...No hicieron nada". En definitiva, maravillosos poemas de cuya lectura salimos sencillamente purificados y glorificados por efecto del arte literario elevado a su m¨¢xima potencia y a su m¨¢s crucial esencia: el lenguaje de la poes¨ªa que en estos poemas encuentra su m¨¢s genuina raz¨®n de ser.
Mark Strand. S¨®lo una canci¨®n. Traducci¨®n y pr¨®logo de Eduardo Chirinos. Pre-Textos. Valencia, 2004. 205 p¨¢ginas. 17 euros. Aliento. Traducci¨®n y pr¨®logo de Juli¨¢n Jim¨¦nez Heffernan. Ayuntamiento de Lucena. C¨®rdoba, 2004. 175 p¨¢ginas. 14 euros.
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