Auschwitz desde Espa?a
En nuestro pa¨ªs, la memoria de Auschwitz tiene un nombre: Violeta Friedman. Violeta se vio envuelta a los catorce a?os en la deportaci¨®n masiva de jud¨ªos h¨²ngaros a Auschwitz en la primavera de 1944. Rumania no entreg¨® a sus jud¨ªos; Hungr¨ªa s¨ª lo hizo. Empez¨® entonces su tragedia, la de su familia y la de todos los comprendidos en la deportaci¨®n. "Tengo la sensaci¨®n de vomitar cada vez que digo esa palabra: Auschwitz-Birkenau -nos cuenta en las memorias que redact¨® con la ayuda de ?ngeles Caso-. Vomitar un monstruo que llevo dentro. Pero debo contener mi n¨¢usea y tratar de explicar c¨®mo era ese lugar con nombre de infierno". Violeta Friedman sobrevivi¨®, pero las secuelas f¨ªsicas y ps¨ªquicas la acompa?aron toda su vida, con una tuberculosis ¨®sea unida a problemas respiratorios que la inmoviliz¨® en sus ¨²ltimos a?os.
Probablemente Violeta hubiera sido una v¨ªctima an¨®nima m¨¢s del Holocausto, a pesar de la supervivencia, de no haberse producido en 1985 un incidente singular: la exhumaci¨®n del cad¨¢ver del doctor Mengele en Brasil para comprobar su identidad. Desde la pantalla de TVE, el viejo nazi belga L¨¦on Degrelle tom¨® la palabra para protestar ante "la profanaci¨®n" y manifestar que su ¨²nico arrepentimiento era que Hitler hubiese perdido la guerra. Poco despu¨¦s, en Tiempo, Degrelle cuestion¨® la existencia de los hornos crematorios. Ni TVE ni el semanario abrieron sus p¨¢ginas a Violeta, residente en Madrid, para la r¨¦plica. Tuvo que hacerlo desde la secci¨®n de Cartas de este diario. La carta encendi¨® la pol¨¦mica y abri¨® la puerta a una dif¨ªcil acci¨®n penal que en 1991 culmin¨® el Constitucional, tras lamentables reveses en tribunales inferiores, sentenciando que la libertad de expresi¨®n no pod¨ªa servir de amparo al fomento de la xenofobia y del racismo. ?ltimo fruto de la actuaci¨®n de Violeta: la ley que en 1995 tipifica la apolog¨ªa del delito de genocidio. La incitaci¨®n a la discriminaci¨®n resultaba tambi¨¦n penada. La tenacidad de Violeta nos hab¨ªa hecho donaci¨®n a todos los espa?oles de una aportaci¨®n legal decisiva para la defensa de la democracia.
A pesar de su f¨ªsico cada vez m¨¢s deteriorado, Violeta Friedman se entreg¨® de lleno a la lucha por difundir sus ideas, que iban m¨¢s all¨¢ de una intenci¨®n punitiva de los culpables. Tuve ocasi¨®n de invitarla en varias ocasiones a actos multitudinarios celebrados en la Facultad de Pol¨ªticas, con una respuesta sensacional por parte de los estudiantes. Comprob¨¦ entonces que Auschwitz era ante todo para ella, como para Primo Levi, el punto de partida de cara a una reflexi¨®n m¨¢s amplia frente a los intentos de minusvalorar lo sucedido. Part¨ªa de una posici¨®n muy clara. Perdonar s¨®lo era posible en el caso de existir una prueba fehaciente de arrepentimiento de los verdugos, y de su mutaci¨®n en fiscales de su propia actuaci¨®n pasada. Algo, pienso, perfectamente aplicable a los etarras de hoy. Y olvidar, nunca. Los ejercicios de amnesia, disfrazados de humanitarismo, serv¨ªan s¨®lo para que la m¨¢quina ideol¨®gica de la destrucci¨®n se pusiera impunemente de nuevo en marcha. Su rostro se crispaba al explicarlo.
Por eso mismo suger¨ªa la necesidad de mirar con lupa aquellas valoraciones pol¨ªticas que subrepticiamente legitimaran el racismo. Ejemplo: el conflicto palestino-israel¨ª. Violeta aqu¨ª no era neutral, si bien su preferencia por Israel iba unida a un deseo de paz y de acuerdo. Le preocupaba la intensa difusi¨®n del antisemitismo en los pa¨ªses musulmanes bajo la capa de denunciar la pol¨ªtica hebrea.
Y la tragedia pod¨ªa repetirse en otros lugares y con otros rostros. Las advertencias de Violeta Friedman adquieren un valor m¨¢s amplio. Por eso, la descripci¨®n del horror no es un fin en s¨ª mismo, sino un llamamiento, casi un grito de alarma, contra la pasividad con que nuestras sociedades miran las causas que lo desencadenan. El negacionismo, los negacionismos, impiden la reflexi¨®n sobre la g¨¦nesis de la barbarie. Y la complicidad del silencio se convierte en responsabilidad criminal cuando el proceso de destrucci¨®n sigue su curso. M¨¢s a¨²n, cuando una fuerza pol¨ªtica llega a apoyarse en ¨¦l. Caso del nacionalismo democr¨¢tico vasco hoy en relaci¨®n a ETA. Es la divisi¨®n del trabajo puesta al servicio de la eliminaci¨®n del otro. Antes de enviar los jud¨ªos al matadero, los antisemitas se conformaban con su expulsi¨®n.
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