'Campos de Castilla' y otros poemas
EL PA?S ofrece ma?ana, lunes, por 1 euro, el libro de versos de Antonio Machado
Campos de Castilla es uno de esos libros que alcanzan el raro privilegio de formar parte de la educaci¨®n sentimental de un pa¨ªs. El lector encuentra no s¨®lo las palabras de un poeta, sino algunos versos convertidos en sabidur¨ªa ciudadana, en frases hechas que van de las conversaciones a los estudios hist¨®ricos y de la informaci¨®n period¨ªstica a la memoria familiar. El Retrato con el que Antonio Machado presenta su libro, un pr¨®logo de confesiones personales para una obra de voluntad objetivadora, ha extendido la comprensi¨®n moral de un poeta de torpe ali?o indumentario, que tuvo en sus venas gotas de sangre jacobina, que acudi¨® a su trabajo y pag¨® con su dinero el pan que lo alimentaba, y que supo esperar la muerte ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar. Se trata de la voz c¨ªvica capaz de convertir en esperanza humana las hojas verdes que brotan, con las lluvias de abril y el sol de mayo, en un olmo seco. Ya sabemos, adem¨¢s, que no hay camino, sino que se hace camino al andar, y que es muy posible que una de las dos Espa?as nos hiele el coraz¨®n, aunque parece conveniente decidirse por el Jes¨²s que anduvo en la mar, olvid¨¢ndonos un poco del que muri¨® en el madero. O sea, preocupaciones de un paseante herido por la Espa?a de charanga y pandereta.
Machado aspira al di¨¢logo p¨²blico sin renunciar a la mirada particular
No resulta necesario utilizar comillas en las citas, porque cualquier lector de cultura mediana sabe la procedencia de estas palabras que valen bien para fijar el mundo l¨ªrico y la repercusi¨®n sentimental de Campos de Castilla. Sin embargo, se enga?ar¨ªa el lector redicho y latiniparlo que quisiera justificar el ¨¦xito social de este libro por su falta de complejidad literaria. Antonio Machado se plante¨® en ¨¦l un ejercicio est¨¦tico de dif¨ªcil cumplimiento: la superaci¨®n del simbolismo, la puesta en duda de la todopoderosa estirpe rom¨¢ntica. Abri¨® as¨ª las puertas a algunos de los caminos m¨¢s importantes de la poes¨ªa espa?ola del siglo XX. Cuando el personaje c¨ªvico del Retrato se para a hacer la famosa distinci¨®n entre "las voces y los ecos", podemos caer en el error de pensar que el prestigio l¨ªrico estuvo siempre en las voces (la originalidad, la verdad personal de conciencia) frente a los ecos (los ep¨ªgonos, los repetidores de consignas y modas). Pero ocurre exactamente lo contrario. La poes¨ªa simbolista, nacida de la puesta en duda de la sociedad y del lenguaje, hab¨ªa cultivado los ecos, el murmullo, los halos de luna, el reflejo, las depuraciones de lo sugerido y la divinizaci¨®n de lo no dicho. Apostar por la voz frente a los ecos significaba asumir una llamada hacia la realidad, una distancia cr¨ªtica ante los tradicionales excesos l¨ªricos de la sublimaci¨®n subjetiva, anclada en la renuncia a la palabra compartida y a las responsabilidades sociales. Antonio Machado se diferenciaba as¨ª de la poes¨ªa pura y de las vanguardias, los caminos previstos por la conciencia est¨¦tica de su tiempo. No es poca rareza, cuando se habla de poes¨ªa, que alguien quiera sentirse ciudadano normal, utilizando las palabras de la sociedad en la que vive y pagando el pan con su trabajo.
Antonio Machado quiso evolucionar, separarse de la poes¨ªa que ya hab¨ªa escrito de forma magistral en su libro anterior, Soledades. Le preocupaba interiorizar los c¨®digos de la cultura de la sociedad industrial, bien a trav¨¦s de un subjetivismo cerrado que supon¨ªa la versi¨®n l¨ªrica de la propiedad privada, bien a trav¨¦s de una divinizaci¨®n est¨¦tica sometida, aunque a la contra, a la inercia impuesta por el pragmatismo positivista. La defensa de la moral l¨ªrica y ensimismada no le parec¨ªa una respuesta de fondo al utilitarismo, sino una aceptaci¨®n sublimadora del juego impuesto. Machado sab¨ªa que el enemigo marca los ritmos tanto al dictar sus leyes como al obligarnos a definir nuestros pensamientos en su contra. Por eso se sinti¨® inc¨®modo en la radicalizaci¨®n del simbolismo y se plante¨® un nuevo itinerario m¨¢s all¨¢ de sus c¨®digos tradicionales, recuperando los v¨ªnculos del poeta con la moral c¨ªvica y con el lenguaje de la sociedad. Las sucesivas declaraciones de Antonio Machado frente al utilitarismo econ¨®mico y el subjetivismo burgu¨¦s est¨¢n en la ra¨ªz de su alejamiento meditado del culturalismo modernista y de su deseo de trascender el simbolismo.
Campos de Castilla recoge este cambio de rumbo, esta indagaci¨®n l¨ªrica que busca una poes¨ªa cordial, en la que el sentimiento toma conciencia de su dimensi¨®n hist¨®rica y la historia se condensa en un coraz¨®n individual. La inquietud po¨¦tica de Machado necesita delimitar un espacio que aspire al di¨¢logo p¨²blico sin renunciar a la mirada particular. Es la conversaci¨®n del poeta consigo mismo y con su tiempo. Busca territorios de frontera, puntos de coincidencia, tensiones de verdad y discrepancia objetiva. El libro intent¨® algunos caminos de poca suerte y breve fortuna. El romance de La tierra de Alvargonz¨¢lez ensay¨® la narraci¨®n de una historia precisa, un parricidio cometido en un decorado social concreto, como camino hacia la objetividad. M¨¢s repercusi¨®n tendr¨ªan los Proverbios y cantares, el apoyo en la sabidur¨ªa y en los tonos folcl¨®ricos para cantar sentimientos y preocupaciones colectivas. El poeta hablar¨¢ de autofolclor, haciendo hincapi¨¦ en la tensi¨®n dialogada entre la individualidad y lo colectivo. Ser¨¢ la direcci¨®n que Machado fije para su libro siguiente, Nuevas canciones. El poeta elige en su propia intimidad aquello que piensa compartir con las tradiciones y los impulsos del pueblo.
Pero el pueblo es s¨®lo un concepto rom¨¢ntico que ven¨ªa a limitar su propia apuesta. Por eso los mayores logros de Campos de Castilla hay que buscarlos en los poemas que elaboran un realismo de mirada literal y vocabulario seco, casi urbano, con el que aborda parad¨®jicamente sus visiones de la naturaleza y sus recuerdos m¨¢s ¨ªntimos. Piezas como Retrato, Orillas del Duero, Noche de verano, Campos de Soria, A un olmo seco, Del pasado ef¨ªmero, Consejos o A Jos¨¦ Mar¨ªa Palacio forman parte de la mejor y m¨¢s viva poes¨ªa espa?ola del siglo XX.
Campos de Castilla se public¨® en 1912 y luego fue creciendo al hilo de la vida de Antonio Machado. Tambi¨¦n al hilo de la historia de la poes¨ªa. Aunque en ¨¦pocas de fascinaci¨®n por los trucos baratos y las novedades superficiales, algunos talentos fugaces negaron la originalidad de Machado, su obra est¨¢ en el coraz¨®n de nuestra l¨ªrica contempor¨¢nea. As¨ª lo demuestra la lectura de poetas posteriores como Luis Cernuda, Luis Rosales, Blas de Otero, ?ngel Gonz¨¢lez, Jaime Gil de Biedma, Francisco Brines o Jon Juaristi.
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